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A ras de historia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Querida mamá, querido papá

No me he portado con vosotros como debía y quiero pediros perdón, ya sabéis, cosas de juventud

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No me he portado con vosotros como debía y quiero pediros perdón, ya sabéis, cosas de juventud, de cuando aún no había crecido y os puse como los trapos a grito pelado en medio de la Plaza Mayor. Pero os ruego de corazón que tengáis en cuenta que allí, todos y todas juntos y juntas, se calentaron nuestros ánimos en la comunión de nuestros adolescentes ideales y dijimos cosas que nunca teníamos que haber dicho, que si erais de la casta, que vuestra Transición había sido una traición, que vuestro régimen del 78 no era más que el régimen de Franco con otra cara, que si erais los culpables del bipartidismo corrupto, que si renunciabais a la soberanía por obedecer a la troika. Ahora he madurado, de pronto, sí, me he sentido mayor, con el poder al alcance de la mano, quién lo iba a decir; y echando la vista atrás comprendo lo injusta que fui con vosotros, mi querida mamá, mi querido papá. Si algo he llegado a ser en la vida —y muy rápido ha sido el camino hasta llegar aquí, a las puertas del Gobierno— es porque supisteis contagiarme vuestra ilusión por aquellos logros ciertamente históricos, cuando recuperasteis la democracia para que todos nosotros, vuestras hijas e hijos, pudiéramos gozar de las libertades por las que tanto luchasteis, y cuando participasteis en aquella inmensa ola de cambio que llevó a nuestra amada patria, España, y a todas sus naciones, países y pueblos, a las risueñas playas del 82. Lejos de mi pediros que cambiéis vuestro voto; vaya, es que ni se me ocurre. La lealtad a aquellos ideales es lo que constituye vuestra identidad, lo que os honra y os hace admirables a mis ojos. Me siento muy orgullosa de ti, mamá, que secabas mis lágrimas al terminar Espinete; de ti, papá, cuando me ayudabas con las mates. Pero he crecido, soy mayor y como no quiero que vuestra obra se eche a perder, yo también, con vuestro amado poeta, montaré en pelo una quimera mientras duerme la mar ahíta de naufragios.

Adiós, mamá; adiós, papá. Os quiero y siempre os llevaré en mi corazón.

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