Lo urgente y lo importante
El acuerdo entre PSOE y Ciudadanos es más una agregación de las partes más destacadas de los programas de uno y otro partido que un proyecto de Gobierno
El acuerdo entre PSOE y Ciudadanos es más una agregación de las partes más destacadas de los programas de uno y otro partido, que un auténtico proyecto de Gobierno. Aunque, de entrada, hay que felicitarse porque después de dos meses perdidos se haya producido un primer intento de romper la situación de bloqueo en que nos encontrábamos.
De los siete capítulos del documento de 66 páginas, es el último (la reforma de la Constitución) el que plantea más dudas e indefiniciones, y el más difícil (¿imposible?) de llevar a cabo sin el concurso de una mayoría cualificada en el Parlamento. La propuesta parte de un diagnóstico correcto (“nuestro Estado necesita remodelarse para un nuevo largo periodo de convivencia”) y explica con claridad las razones que avalan la reforma (extender y garantizar los derechos fundamentales, adecuarse a las exigencias de calidad democrática que demanda la ciudadanía, regular un nuevo modelo territorial y reforzar el compromiso con una Unión Europea más social e integrada).
A partir de ahí, la propuesta de reforma plantea dos vías de actuación: una urgente que promoverán en un mes e incluirá cinco aspectos (supresión de aforamientos, reducción del número de firmas paras las proposiciones de ley de iniciativa popular, limitación de los mandatos del presidente del Gobierno, reducción del número de vocales del Consejo General del Poder Judicial y supresión de las diputaciones provinciales) y un procedimiento más sosegado con la creación de una subcomisión para la reforma de la Constitución.
PSOE y Ciudadanos diferencian así entre lo urgente y lo importante, aunque cuesta asumir que las cinco reformas express sean lo suficientemente prioritarias como para abrir dos veces una Constitución que lleva cerrada casi 38 años con una sola excepción. Eso sin contar con que con 130 votos no pueden plantear cambio alguno.
Además, dos de las propuestas que consideran urgentes plantean dudas sobre su ejecución. Limitar a ocho años consecutivos el plazo para ser presidente del Gobierno es más propio de un sistema presidencialista y eliminar las diputaciones sin haber definido en qué consisten los consejos provinciales de alcaldes, parece un poco precipitado.
La única explicación de esa reforma a dos velocidades es que la primera permite seguir gobernando, mientras que la segunda exige grandes acuerdos, disolver las Cortes y la convocatoria de un referendum.
¿No sería más razonable agrupar todas las reformas en la subcomisión que se pretende crear ad hoc? ¿Es más urgente suprimir los aforamientos o la diputaciones que revisar las bases del sistema electoral o desarrollar el concepto de Estado federal? Ni más urgente ni más importante. La reforma de la Constitución merece un debate y un consenso más amplio.
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