Una política sin complejos y astutamente frívola
Aguirre, paladín de las recetas liberales del PP, demuestra en su marcha un dominio de la escena sin igual tras 33 años de trayectoria
Astutamente frívola, definición con la que se identifica y de la que incluso se enorgullece, Esperanza Aguirre (Madrid, 64 años, 33 en política) se comporta en el trato cercano y en la distancia larga como lo que es: una depredadora política con un carisma sin límites, caracterizada por un discurso ideológico que hizo de la Comunidad de Madrid el gran laboratorio de ideas de la derecha y el campo de ensayos del sector más liberal del Partido Popular.
Una forma de hacer política que encumbró a Aguirre, entre mayoría absoluta y mayoría absoluta —con el récord de 1,5 millones de votos en las autonómicas de 2011, en las que dobló al PSOE—, al frente del PP de Madrid mientras sus detractores, como Alfredo Pérez Rubalcaba, ex secretario general del PSOE, lo calificaban de “thatcherismo cañí, sin complejos y sin escrúpulos, de Las Vistillas”.
La plusmarquista del PP, elegida presidenta autonómica de su partido con mayorías a la búlgara —en 2004 Manuel Cobo, hombre de Alberto Ruiz-Gallardón, enemigo íntimo de Aguirre, no reunió los avales necesarios para presentarse; en 2008 fue reelegida con un apoyo del 96,3% y en abril de 2012 se superó a sí misma con un respaldo del 97,2%, sin un voto en contra—, ha gobernado los últimos 12 años el PP más poderoso del país sin la menor oposición interna. Salvo excepciones como alguna intervención puntual de Cristina Cifuentes, presidenta de Madrid desde junio pasado y ahora clara favorita para suceder a Aguirre.
Con su retirada “por responsabilidad política”, que no incluye renunciar al cargo de portavoz y concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid, Aguirre decide su futuro antes de que intenten imponérselo y marca los tiempos a Mariano Rajoy, al que cuestiona desde su intento fallido de relevarlo en el Congreso de Valencia de 2008. El último episodio de la inquina que les separa se produjo ayer, con una renuncia que incomoda al presidente del Gobierno, al que los escándalos de corrupción en el partido se le acumulan (Taula, Acuamed) y sin capacidad para lograr apoyos a su investidura. Pese a las apariencias, a Aguirre la decisión de ayer no le supone un gran coste político: en junio pasado ya anunció que no se presentaría a la reelección y planteó un congreso regional extraordinario que no se ha producido.
Su renuncia no incluye el cargo de portavoz en el Ayuntamiento
En cualquier caso, su dominio de la escena continúa siendo omnipotente, con permiso de Podemos. La política y aristócrata dio ayer, con su renuncia pasadas las 14.15, en una rueda de prensa convocada con menos de una hora de adelanto y celebrada en sincronía con los informativos de televisión, la penúltima demostración de su maestría telegénica. Como cuando dimitió como presidenta de la Comunidad de Madrid en septiembre de 2012 “por motivos personales”. Un mes después, Ignacio González, su sucesor, se estrenaba con unos recortes de 2.700 millones, en lo que fue el peor momento de Madrid desde el inicio de la crisis.
Aun así, la autoridad de Aguirre ante los focos resultó insuficiente frente a las sospechas que rodean la gestión del PP. El punto de no retorno llegó el jueves, con la entrada de agentes de la Guardia Civil en la sede del PP madrileño en la primera planta de Génova 13. La posible financiación ilegal de su federación llevó a Aguirre a asumir finalmente, tras años negándose a hacerlo, su responsabilidad “in vigilando”. Reconocía así el rol trascendental en la corrupción sistémica que afecta a su PP vinculada a dirigentes seleccionados por ella y ahora en prisión, como Francisco Granados, o imputados, como Alberto López Viejo.
Ha sido elegida con mayorías del 97% en sus 12 años al frente del PP de Madrid
Consciente de las posibilidades de que se añadan más nombres a la lista, la lideresa se refirió a ambos el viernes, en su comparecencia en la comisión especial sobre corrupción de la Asamblea de Madrid, como los dos altos cargos que, “de momento”, le “han salido ranas” de los 500 que ha nombrado en su trayectoria como edil en Madrid (1983-1996), ministra de Educación y Cultura (1996-1999), presidenta del Senado (1999-2002) y presidenta de Madrid (2003-2012).
Gürtel y los últimos episodios de la Operación Púnica apuntan a que Granados y López Viejo no son las excepciones que han terminado gastando, aparentemente, las siete vidas políticas de Aguirre. Beltrán Gutiérrez, exgerente del PP, también contaba con su confianza. Como Salvador Victoria y Lucía Figar, exconsejeros imputados en Púnica. Y perviven las sombras en torno al ático de Ignacio González.
Los casos de corrupción parecen haber gastado sus siete vidas
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