‘Vuelve, Ágata’
La autora considera que la víctima del momento político actual es la verdad
Imaginemos que este momento político es una novela policíaca. Como en los mejores clásicos, cada personaje tiene algún motivo para ser el sospechoso.
Pues bien. Llega Poirot al escenario del crimen y comienza a observar, a interrogar, a contrastar coartadas y saca las conclusiones apropiadas. La víctima, por cierto, es la verdad, la autenticidad, la coherencia o la credibilidad democrática, en suma.
Rajoy es el primero en exhibir una gran coartada: estaba jugando al futbolín con Bertín, observando una partida de dominó clave para el devenir democrático y, además, envió a la vicepresidenta a tratar las cuestiones importantes. Hay testigos, millones de testigos, hay plasma, YouTube. Las grandes cuestiones de Estado como la respuesta al yihadismo o recuperar la confianza de los catalanes después de haber azuzado sentimientos en su contra no le dejan tiempo para más. Es obvio.
Artur Mas estaba abrazando un gran compromiso social con preocupaciones nuevas como la pobreza energética o el impago de créditos, repentinamente concentrado en sectores de población que se le aparecieron en el camino y le provocaron una caída de caballo a lo Saulo que aún está asimilando. Pobre.
A Pedro Sánchez el crimen le pilló entretenido agarrándose al pasado socialista en una cirugía compleja para separar y recordarnos solo el lado bueno sin palabra del malo. En su empeño, no se dio cuenta de que el retrovisor no devuelve solo la igualdad sexual, la educación o la sanidad sino los recortes, la desigualdad económica y el fracaso en el cambio de modelo productivo. Los españoles, además, están esperando un proyecto de futuro, no de pasado.
Albert Rivera, por su parte, parece jugar al despiste en una maniobra que Poirot define como “política del compás”: la mina viaja en círculos concéntricos a su alrededor, a derecha o izquierda cuando conviene, mientras el pincho (él) salta de tema en tema con suma deportividad: a ratos le parece mal remover el pasado y las fosas y a ratos ofrece un suplemento salarial para necesitados. Lo mismo puede estar en contra de la sanidad para sin papeles que ofrecer mejoras para autónomos. Coartada y argumentos a la carta.
¿Y Pablo Iglesias? Si antes le valían la renta básica, reflejos del modelo venezolano o agitar el fantasma de la casta, ahora va sacando a banqueros amigos de esta categoría a conveniencia. Y donde dije que las bases deciden las listas ahora digo que algunos fichajes a dedazo no vendrían mal.
Nuestro Poirot, por tanto, parece confuso. Observa a unos y otros, repasa coartadas, vuelve al futbolín de Osborne en busca de alguna pista que se le haya escapado y visiona de nuevo decenas de vídeos en YouTube, cargado de perlas de Rajoy como: “Los catalanes hacen cosas”, “todo es falso, salvo alguna cosa”, “la segunda ya tal”, “los españoles son muy españoles y mucho españoles” o “es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”. Entonces ríe.
Y decide que entre todos la mataron, porque en la coartada está el crimen, pero algunos más que otros.
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