¿Artur, hasta dónde pretendes tergiversar el 27-S?
La carrera desesperada de Mas continúa, no sin mayor patetismo
La carrera desesperada, sin aliento, que Artur Mas empezó antes de las elecciones, continúa, no sin mayor patetismo, después. Ahora mismo.
Artur Mas rompió CiU y condujo a su ejército maltrecho, Convergencia Democrática de Catalunya, hacia la coalición Junts Pel Sí. Acudió como número cuatro en la nueva lista a las elecciones del 27-S, cuando era público que sería el candidato a la presidencia de la Generalitat.
Y aunque fracasó en su objetivo de superar el 50% de los votos y ha retrocedido en escaños respecto a la suma que las dos fuerzas unidas, CDC y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), habían logrado por separado, intentó una vez más el bluff con la declaración del lunes 9 para lograr con ella la investidura. En 30 días debía iniciarse la elaboración de las primeras tres leyes para sentar las bases del Estado independiente cual caballo de Troya dentro del Estado español.
Ahora ha dado un paso más: presentarse como Alexander Kerenski a la cabeza de una revolución de febrero que no es tal, como el líder de un gobierno provisional de 10 meses para pescar a los “bolcheviques” de la CUP, quienes seguramente refrescarían las imágenes de la revolución rusa y avizorarían a través de ella la revolución de octubre que vendría 10 meses después de la febrero, para darle, así, los votos necesarios para la investidura.
¿Y los 4.130.196 votantes del 27-S?
Los 62 escaños que dieron a Junts Pel Sí una mayoría importante, ¿constituyen una patente de corso para hacer todo lo que pretende Mas a sus espaldas?
¿No era que con el 47% de los votos plantearse la independencia era completamente inviable? Y si esta era inviable, ¿cómo entender que en 30 días, según el punto número 5 de la declaración aprobada el lunes 9, habría que iniciar en el Parlament la tramitación de tres leyes para dar un ancla al nuevo Estado independiente?
A todo esto, uno de los promotores de la declaración, la CUP, ya sabía que no daría la investidura a Mas y no ignoraba que Mas rechazaría apartarse para ofrecer su puesto, por ejemplo, a Raül Romeva, el número uno de la lista de Junts Pel Sí. Y técnicamente, sin investidura de Mas, sin Govern, sin comisiones en el Parlamento, ese punto 5 no era más que un brindis al sol. Suficiente como para activar el recurso del Gobierno, conseguir la suspensión y el apercibimiento del TC y la conminación de la Audiencia Nacional a todos aquellos funcionarios que no son aforados y que, por tanto, están fuera de la competencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Si esto no fue, y es, una provocación aventurera, que venga Dios, como suele decirse, y lo vea.
Mas, o el arte del bluff, estimula las analogías históricas. Pero estas analogías carecen de contenido real. Kerenski surgió de una revolución. Aquí no hay revolución alguna. Basta caminar por Cataluña para ver el divorcio entre los ciudadanos normales y corrientes y una clase política descarriada.
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