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Columna
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Un mal negocio

El llamado "problema catalán" ha pasado, de momento, a segunda fila, hoy los focos de atención son otros

Francesc de Carreras

A primera hora de la mañana de este lunes, en el programa de RAC1, el de mayor audiencia de las radios catalanas, se aventuraba la noticia de que Mariano Rajoy anunciaría en rueda de prensa aquella misma mañana que adelantaría las elecciones generales al 27 de septiembre, precisamente el mismo día previsto por Artur Mas para celebrar las autonómicas. El globo se deshinchó a las pocas horas: la noticia era sólo un deseo de CiU. El nacionalismo catalán, del que este programa radiofónico es un referente emblemático, siempre se ha considerado el ombligo del mundo y todavía piensa que la mayor preocupación del Gobierno central es la independencia de Cataluña.

Hasta ahora, una de las ventajas de CiU era su posición de partido bisagra en el Congreso de los Diputados. Todo eso está en peligro

Pero ya no es así. El llamado “problema catalán” ha pasado, de momento, a segunda fila, hoy los focos de atención son otros. En especial, aparte de los agudos problemas sociales que se arrastran desde comienzos de la crisis, la complicada estabilidad gubernamental que se planteará tras las próximas elecciones generales si, como indican ahora los sondeos, se quiebra el bipartidismo y pasamos a un sistema político con cuatro partidos preponderantes.

Todavía es pronto para hacer juicios definitivos sobre las posibilidades de esta importante transformación, aún hay que pasar por el cedazo de las próximas elecciones locales y autonómicas para dar una opinión solvente. A siete meses de las generales, los nuevos partidos en liza pueden cometer errores que les resten confianza, como ya parece suceder con Podemos, tal como analizaba Ignacio Urquizu en su magnífica Cuarta del pasado lunes en este periódico. Pero todo parece indicar que, en más o en menos, el cambio del sistema de partidos español es ya una realidad. Es precisamente este cambio el que produce una profunda y razonable inquietud en el nacionalismo catalán.

Los nacionalistas eran dominantes en Cataluña y, a cambio de garantizar la gobernabilidad, ejercían de lobby de los intereses catalanes en Madrid

Hasta ahora, una de las ventajas de CiU era su posición de partido bisagra en el Congreso de los Diputados, así facilitaba Gobiernos del PSOE o del PP. Todo eso está en peligro. Por un lado, tanto Podemos como C’s restarán votos a los nacionalistas en Cataluña. Por otro, y más decisivo, es muy probable que estos partidos sean suficientes para conformar mayorías parlamentarias en España. Hasta ahora los nacionalistas eran dominantes en Cataluña y, a cambio de garantizar la gobernabilidad, ejercían de grupo de presión, de lobby, de los intereses catalanes en Madrid. De ahí su fuerza entre el mundo empresarial.

Pues bien, con el cambio en el tablero político español, todo esto se les acaba. CiU y ERC (y el PNV y Bildu) pasarán a ser simples partidos regionales y el Gobierno de España estará sostenido por partidos nacionales, no por partidos nacionalistas, los intereses generales primarán sobre los particulares. El independentismo, a la postre, habrá resultado ser un mal negocio.

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