“Se portaba bien, no faltaba a un funeral”
Pese al cambio en los últimos años, muchos ciudadanos aún toleran las corruptelas
Si el exalcalde de Cuadros y presidente de la Diputación de León, Marcos Martínez, encarcelado por la Operación Púnica desde el 27 de octubre, saliera mañana de prisión, ¿volverían los vecinos a votarle?
En las últimas elecciones municipales, en 2011, el 39% de los alcaldes imputados por corrupción en toda España fueron reelegidos, según el libro del colectivo Politikon titulado La urna rota (editorial Debate). Es imposible saber si los habitantes de Cuadros (León) contribuirán con sus votos a que ese porcentaje se mantenga en las elecciones de 2015. Pero por ahora no parece que hagan duros reproches morales a la gestión del popular Marcos Martínez, 23 años en el cargo y que ahora duerme entre rejas imputado por cohecho, blanqueo de capitales y tráfico de influencias. "Él aquí siempre se portó bien, si había un entierro venía al tanatorio; lo demás lo tendrá que decir la justicia", justifica un vecino en un bar casi vacío.
En Lorenzana, una de las siete aldeas que forma parte del municipio de Cuadros, la muchacha que atiende el mesón le reconoce ciertos méritos: "El centro de salud que hizo es el mejor, y las piscinas, y los colegios". Al momento, sugiere al cliente que en la factura del menú puede incrementar el precio para favorecerle.
—No, no. Ponga el coste exacto de la comida.
—A mí me da igual, por eso se lo digo—, responde.
Incluso uno de los dos concejales en la oposición, el socialista Miguel Ángel González, muestra templanza con el exalcalde: "Si han venido a detenerle será que hay algo, pero aquí se dice que es inocente. Hasta que no se demuestre lo contrario yo le tapo un poco. Es un hombre cumplido, venía a las fiestas, a los entierros". Reconoce, sin embargo, que las obras públicas las realizaba siempre la misma empresa.
En los ochenta y primeros noventa, la gente solía perdonar ciertos comportamientos cuestionables de sus políticos porque se entendía que "proporcionaban ingresos extra para el Ayuntamiento" que de otro modo no habrían llegado al sistema público. "Se daba justificación a la corrupción porque se sabía, también, que los partidos no estaban adecuadamente financiados y, además, pesaba la mala conciencia colectiva", explica el sociólogo Fernando Conde, uno de los expertos llamados al Congreso para debatir sobre corrupción en abril de este año. Esa mala conciencia que nos libra de pagar el IVA, perdona algún que otro enchufe con el amigo o alguna trapacería contra Hacienda.
Pero la percepción social de la corrupción está cambiando. La encuesta del CIS de octubre muestra cómo los españoles colocan la corrupción y el fraude como el segundo problema del país, después del paro. Hay una condena en ello, pero quizá solo es moral, si se observa el alto número de políticos corruptos que son reelegidos porque van a los entierros o levantan obras faraónicas al lado del Mediterráneo.
Los ciudadanos, sin embargo, no acaban de percibir que esos dineros públicos que vuelan a bolsillos ajenos encarecen la vida. Frente al 42,3% que menciona la corrupción y el fraude como el segundo problema del país, solo un 12% contesta que la corrupción le afecta "personalmente".
En Cabanillas, otra aldea de Cuadros, el chico que barre las hojas del otoño, contratado temporalmente por el Ayuntamiento, contesta: "Claro que nos afecta; con ese dinero que se andan quedando podrían dar más trabajo". Pero en general, la corrupción se ve de lejos. "La gente no lo nota en sus decisiones de consumo cotidianas", señala Jesús Lizcano, catedrático de Economía Financiera en la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de la ONG Transparencia Internacional en España. "No notan en su vida diaria si están pagando un servicio con sobreprecio o si la autovía ha salido más cara de lo que debía o se deteriora antes de tiempo". Tampoco se percibe que ese dinero que se guarda en paraísos fiscales y no tributa repercute en una mayor carga fiscal para todos.
Kiko Llaneras, del colectivo Politikon, ha estudiado este asunto y exprimido las estadísticas: "Cuando a la gente se le pregunta si le afecta en su vida cotidiana, tiende a ponerse las gafas partidistas para juzgar la corrupción. 'Si me van a robar todos, que me roben los míos', vienen a pensar". Y apunta una segunda causa de ese mirar para otro lado que a veces se percibe entre los votantes: "A veces ocurre que no hay alternativa en la oposición, por eso no se desaloja a los corruptos del Gobierno".
El hijo de Feliciano Fernández, uno de los concejales de Cuadros, compañero del alcalde encarcelado, contesta mientras repara su coche aparcado en la casa paterna, en Cascante: "Yo la corrupción no la he notado. Aquí se han hecho muchas cosas, colegios, piscinas. Aunque es verdad que no hay trabajo...", sonríe y se encoge de hombros.
"En la época de la burbuja había esa sensación de que parte del fraude se quedaba en el vecindario", se recoge en La urna rota. Esto último sí explicaría que, llegada la crisis, ya no se tolere la visión del reparto del botín entre todos.
Llaneras, profesor de la Universidad de Girona, sostiene que la percepción de la corrupción como una mancha de aceite que se extiende hunde sus raíces más allá del inicio de la crisis, que, si acaso, puede haber agravado esto, coinciden los consultados. "La crisis ha aumentado la conciencia de lo público, de que el sistema de salud, por ejemplo, es de todos".
Cae la tarde y el frío en las aldeas de Cuadros. En una de ellas tres mujeres sí critican con vehemencia al exalcalde. "Todo el mundo lo piensa, aunque nadie lo diga", zanja una. Quizás en las próximas municipales, en Cuadros y en otros pueblos, los ciudadanos expresen lo que piensan con un voto de castigo.
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