La peripecia cubana de Margallo
El plantón de Raúl Castro desluce la primera visita de un ministro de Rajoy a Cuba
Ni una palabra del plantón de Castro a Margallo en Granma y Juventud Rebelde. Los dos diarios oficiales del régimen castrista —la disidencia cuenta con periódicos en Internet, pero no son accesibles en la isla— informan ampliamente este miércoles de la visita del canciller español y de sus reuniones con altos cargos del régimen, pero no de la cita más importante, la que no se produjo. También dan cuenta de la declaración pública que el ministro leyó en el Centro de Prensa Internacional (CPI) al término de su visita. Aunque no de todos sus extremos. Ignoran, por ejemplo, los párrafos en los que pedía que Cuba ratifique los pactos internacionales de derechos civiles y políticos y de derechos económicos, sociales y culturales de la ONU, así como el convenio de la OIT sobre libertad sindical. O la petición de que se permita salir de Cuba a los 12 expresos políticos excarcelados tras el pacto Ortega-Castro-Moratinos de 2010 que se quedaron en la isla y regresar a los que optaron por el exilio en España.
El plantón de Raúl Castro —oficialmente inexistente, ya que la entrevista nunca figuró en el programa— ha empañado la primera visita del ministro de Exteriores español a Cuba. Algunos de los temas que traía en cartera —como la presencia del presidente cubano en la cumbre iberoamericana o la liberación del contratista estadounidense Alan Gross— dependen de la decisión personal del máximo mandatario. Le recibió en su lugar el vicepresidente cubano, Miguel Díaz-Canel, una figura en ascenso de quien se presume será el heredero de Raúl. Pero no es lo mismo.
Margallo tuvo que plegarse a la exigencia del régimen y no reunirse con los disidentes —a un periodista opositor se le impidió el acceso a la declaración del ministro en el CPI—, pero puso sus propias condiciones. Protagonizó una intervención en la escuela diplomática de La Habana, ante casi 400 personas, en la que elogió los valores del consenso y el pluralismo político. Y trazó la hoja de ruta de la transición española: libertad de expresión y reunión, amnistía, legalización de los partidos políticos, elecciones libres. Por si alguien quiere tomar nota.
Las autoridades cubanas conocían con antelación el tema del discurso, pero no su textualidad. Más allá de los asistentes, todos por rigurosa invitación, tampoco nadie en la isla lo ha conocido posteriormente. La prensa oficial, de nuevo la única, lo ha ignorado. El ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, también aludió a los derechos humanos cuando estuvo en la isla, aunque de manera genérica y en un foro más reducido: ante la colonia francesa en su propia embajada.
Los límites de la tolerancia del régimen castristas con sus visitantes extranjeros se ponen a prueba en cada visita. Quizá Margallo los ha sobrepasado y por eso no le ha recibido Castro. O tal vez no, porque no hay ninguna explicación oficial al desplante. Si la visita a Cuba ha servido para algo se verá en los próximos meses, cuando llegue la respuesta a las peticiones que el ministro ha dejado sobre la mesa: un nuevo edificio para el Consulado en La Habana y la apertura de otro en Santiago de Cuba, la asistencia de Castro en la Cumbre de Veracruz o la libertad para entrar y salir de su país de los presos políticos excarcelados. Después de tres años de distanciamiento diplomático, el Gobierno del PP ha decidido que quiere estar presente en Cuba. Falta por saber cómo.
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