El despilfarro de la experiencia
España envejece sin aprovechar la oportunidad que ofrece el vuelco demográfico
El teléfono de Rafael Fernández-Almagro dejó de sonar de un día para otro hace seis años. La sede española de la multinacional francesa en la que trabajaba de director de operaciones sucumbió al vendaval financiero. Fernández-Almagro se quedó en la calle con 54 años, buena salud, amplia experiencia y en teoría media vida laboral por delante. En la práctica, no tardó en darse cuenta de que el mercado de trabajo ya no contaba con él. “A partir de los 50, cuando vas a pedir trabajo, ni se molestan en contestar. Da igual lo que sepas. La edad te excluye de entrada y por completo”. Descartada la posibilidad de un trabajo remunerado, el paso siguiente fue decidir cómo dar sentido a los próximos 34 años que le conceden las estadísticas. A primera vista, no había una oferta amplia de opciones ahí fuera.
Como Fernández-Almagro, un ejército de jubilados y prejubilados en España sale a la calle en la cresta de su ola profesional, con ganas de participar y aportar a un país que luce cada vez más canas y al que le cuesta aprovechar la experiencia y el talento acumulado de los protagonistas de la revolución demográfica en ciernes. Porque la población en España envejece a marchas forzadas y pronto, un tercio de los españoles tendrá más de 65 años. Son más y llegan en mejor estado de salud. El protagonismo que la sociedad les reserve resultará crucial para ellos, pero también para un país que no puede ni debe prescindir de su talento y experiencia, advierten sociólogos, demógrafos y economistas. De momento, vamos con retraso.
Los mayores de 65 suman hoy unos ocho millones de españoles con un amplio abanico de ambiciones y capacidades. Mantenerlos entretenidos, en remojo de balneario en balneario durante décadas no es ya una opción posible para este grupo de población. Se trata más bien de ofrecer fórmulas que permitan lo que en la jerga especializada se conoce como el “envejecimiento activo”. Es decir, de encontrar vías para que puedan compatibilizar fácilmente la pensión y el trabajo, de crear espacios de ocio y de participación política y social en los que convivan distintas generaciones; de no arrinconar ni prescindir de los que llamamos mayores. De los que se miran al espejo y no se reconocen en la imagen desvalida que se tiene de ellos.
Por eso, los avances sólo serán posibles, si se actualiza una foto fija de los mayores, que ha quedado anticuada, advierten los que observan de cerca el encaje de los mayores en una sociedad que exalta la juventud. Porque, a pesar de que un hombre o una mujer de 65 años de hoy, poco tiene que ver con uno de hace 30 años, lo que se espera de ellos apenas ha variado con el paso de los años. “La demografía española es demoledora. Ahora lo que falta es un cambio de mentalidad y de actitudes por parte de la sociedad para que los mayores participen individual o colectivamente en la vida económica, social y cultural del país; en eso que llamamos el bien común”, clamaba recientemente José Manuel Ribera, catedrático emérito de Geriatría en una conferencia en la fundación Ramón Areces en Madrid.
Una creciente minoría de los españoles llega además a la edad de jubilación con conocimientos, contactos y una valiosa experiencia profesional. Representan sólo una avanzadilla, pero los estudiosos del fenómeno alertan de un tsunami demográfico soterrado, que aflorará con fuerza en la próxima década, cuando los hijos del baby boom que se apuntaron en masa a la universidad, alcancen la edad de jubilación.
Las últimas proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que dentro de 50 años, el 18,2% de mayores de 65 años actual se convertirá en un 38,7%. Es decir, más del doble que ahora. Los datos que el INE presentó recientemente advierten también de que las muertes superarán ya en 2015 a los nacimientos en España, dos años antes de lo previsto.
Mientras, ganamos años a la vida a un ritmo espectacular. La mejora de la sanidad y las condiciones sociales y económicas han disparado la esperanza de vida en muy poco tiempo hasta convertirla en una de las más altas de Europa. Y esto no ha hecho más que empezar. Las previsiones apuntan a un crecimiento sostenido de la esperanza de vida.
Las cuentas son fáciles. Si usted nació en 1991, entonces puede esperar vivir unos 77,1 años de media. Pero si nació en 2012, la esperanza de vida ya habría subido a los 82,3 años. Es decir, en 21 años hemos ganado 5,2 años de vida, según los datos del Centro Superior de Investigaciones Científicas, que indican sin embargo que la mayor parte de los años ganados a la muerte corresponden a los tramos finales de la vida, con una salud más debilitada. “Nos está pasando un terremoto debajo de los pies y no nos damos por enterados”, advierte Lourdes Pérez Ortiz, profesora de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid. “La esperanza de vida lo está cambiando casi todo. Desde ya. Porque cuando sabes que vas a vivir más años, te comportas de otra manera, tomas otro tipo de decisiones”.
La mitad trabajaría algo después de la jubilación
Nuestra sociedad desperdicia la capacidad de muchas personas mayores que podrían seguir aportando sus conocimientos y su experiencia. Un concluyente 75% —que asciende al 82% en el caso de los que superan los 65 años— lo cree así, según una encuesta elaborada por Metroscopia para Domingo. ¿Pero cuántos estarían dispuestos a seguir trabajando unas horas en el caso de que fuera compatible con la pensión? Justo la mitad. Un porcentaje que se reduce al 42% si se pregunta a los que ya han cumplido los 65. Esta respuesta también tiene un componente ideológico. El 60% de los votantes del PP querrían seguir teniendo una pequeña actividad remunerada ya jubilados, pero solo el 37% de los simpatizantes del PSOE y el 29% de los de IU.
Cuando la cuestión es retrasar la edad de jubilación, dada la prolongación de la esperanza de vida, la oposición es rotunda. El 80% dice no. Y se agudiza en el caso de los votantes de IU (el 92% en contra) y UPyD y Podemos (84%). Aunque discreto, el mayor apoyo vendría del lado del PP (el 30% a favor, 69% en contra). Por edades, la franja entre los 35 y los 54 años es la más reacia a prolongar la vida activa (87%).
El inequívoco vuelco demográfico se ha analizado con lupa en sus aspectos más negativos y amenazantes. Se estudia con detalle el coste del envejecimiento para las pensiones o para el sistema de salud. Se presta mucha menos atención a las oportunidades que ofrecen a la sociedad la legión de jubilados y prejubilados que aspira a formar parte activa de la sociedad, a ser escuchada y respetada. Expertos como el geriatra Ribera defienden la idea de “jubilación a la carta”, piden “flexibilizar la edad de jubilación, y que el que quiera seguir, que siga”.
En otros países son relativamente frecuentes las fórmulas que permiten a los jubilados trabajar unas horas o ejercer de tutores o asesores para los trabajadores más jóvenes. Un intento de abordar esta cuestión fue el real decreto de marzo del año pasado, que abrió la puerta a jubilarse y seguir cobrando el 50% de la pensión para aquellos que cumplan ciertos requisitos, entre ellos trabajar en el sector privado. Hasta ahora, apenas 16.500 personas se han acogido a este sistema, el 80% de ellos autónomos, según los datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
Pérez Ortiz: Hay una cierta obsesión por el cambio generacional. Las empresas no valoran lo suficiente la experiencia, y parece que se ha puesto de moda prejubilar, despedir con un único criterio: la edad”
Aun así, muchos jubilados se quejan de que realizar alguna actividad más o menos remunerada supone sortear un camino repleto de obstáculos administrativos. A diferencia de otros países del entorno, en España hay pocas fórmulas de trabajo parcial o jornadas reducidas que permitan continuar algún tipo de actividad laboral para el que lo desee o voluntariado de calidad. El desconocimiento de la ley y el temor a perder la pensión actúan también como elemento disuasorio. Incluso en ausencia de trabas administrativas, lo verdaderamente difícil, explican los jubilados, es sortear el muro del estigma que acompaña a la edad en el mundo empresarial. “Hay un desaprovechamiento del know how y del talento. Es un potencial infrautilizado. La mayoría de los europeos aspira a compatibilizar un trabajo a tiempo parcial con una pensión parcial”, explica Antonio Abellán, del instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC.
La crisis económica no ha hecho sino agravar el problema. “Los ERE y las prejubilaciones se han llevado por delante una generación de expertos, de fuertes dosis de talento. Eran muy caros”, estima Eduardo Rodríguez Rovira, presidente de la Fundación Edad&Vida, de 79 años y al que le gusta hablar del rejuvenecimiento del envejecimiento para aludir al cambio de perfil de los mayores españoles. Los viejos son cada vez más jóvenes, pero en la cultura empresarial la nueva realidad no acaba de cuajar. Más bien al contrario. La recaudación por prejubilaciones de mayores de 50 años de empresas con beneficios se ha multiplicado por 82 este año, según publicó este diario recientemente, a falta de contabilizar enormes cantidades que las compañías aún adeudan al Estado y que reflejan lo extendido del modelo de despido pactado con la edad como único factor.
Como Fernández-Almagro, el directivo al que le dejó de sonar el teléfono de un día para otro, uno de cada cinco españoles de entre 45 y 65 años está en el paro, según un devastador informe publicado hace dos semanas por el Consejo Económico y Social, órgano consultivo del Gobierno (CES). La mitad de ellos son además de larga duración, es decir, llevan más de dos años en el paro y albergan escasísimas esperanzas de volver a trabajar. La causa más frecuente de su salida del mercado laboral “es el despido, principalmente el individual, pero también son frecuentes las extinciones derivadas de procedimientos colectivos de regulación de empleo donde este colectivo está claramente sobrerrepresentado”, reza el informe.
Pérez Ortiz cree que “hay una cierta obsesión por el cambio generacional. Las empresas no valoran lo suficiente la experiencia, y parece que se ha puesto de moda prejubilar, despedir con un único criterio: la edad”. Y añade: “Eso de que los viejos se van porque hay que dejar hueco a los jóvenes es falso. El viejo se va y se lleva su hueco”. Aún así, esta estudiosa del volcán demográfico tiene claro que el cambio en la cultura empresarial se va a producir inexorablemente, antes o después, porque a medida que la pirámide de población engorde por arriba, hará falta más mano de obra por abajo. “De aquí a dentro de 50 años, sólo va a haber jóvenes más allá del Sáhara”, informa.
Loles Díaz Aledo: Dicen que cada vez que muere un viejo sin transmitir su sabiduría es como si se quemara una biblioteca. Si eso es verdad, España está en llamas”.
Un grupo de jubilados y prejubilados asiste una mañana cualquiera a un curso de reciclaje en nuevas tecnologías en la sede de Secot en Madrid. Se trata de una asociación que forman mayores que en su día ocuparon puestos directivos y que hoy asesoran gratis a jóvenes emprendedores. Les ayudan a montar todo tipo de negocios, desde un aparcamiento para bicicletas o una línea de ropa de pádel a una tienda de manualidades o un ultramarinos para celíacos. Este es solo un ejemplo del potencial de 1.100 jubilados voluntarios y motivados, con una media de 70 años. El profesor instruye hoy en Secot a los asesores y pide a los seniors encorbatados que se presenten. Uno explica que fue director regional de El Corte Inglés, otro de Endesa, hay un prejubilado de Danone, y un antiguo jefe de Renault… Tienen trayectorias muy diversas pero les une las ganas de seguir participando con su talento y su experiencia. A Secot es donde también fue a parar Fernández-Almagro. En seis años ha asesorado a 400 empresas. En total, según los datos de esta organización, en sus 25 años de vida han contribuido a crear miles de puestos de trabajo. Lucila Gómez de Baeza, la presidenta y fundadora de Secot viajó a finales de los ochenta a varios países europeos, donde le explicaron cómo los problemas de salud y la medicación —sobre todo ansiolíticos— disminuían entre los mayores activos. “En España, el mercado laboral para los jubilados es testimonial, diminuto. Se reduce prácticamente a los consejeros de empresas. A partir de los 45 años, ya no existes. Es dramático”.
Profesores universitarios, abogados o propietarios de negocios familiares son los más proclives a continuar con su actividad después de los 65. En Europa, cada vez más personas optan voluntariamente por trabajar después de los 65; sobre todo las mujeres. En 2003, un 6,5% de los europeos trabajaba pasada la edad de jubilación. En 2012, la tasa subió al 7,4%, según los datos del último informe del Imserso, Las personas mayores en España . En España, apenas dos de cada cien personas mayores de 65 declararon estar empleados en 2012, lo que supone uno de los índices más bajos de la Unión Europea, solo superado por Hungría, según la misma fuente. En total, 134.394 españoles mayores de 65 años están dados de alta en la Seguridad Social, según los datos del Ministerio de Trabajo. Pero la inmensa mayoría de los españoles no quiere trabajar más allá de la edad de jubilación, considerada una conquista social irrenunciable. Pero al 42% de los hoy jubilados les gustaría realizar algún tipo de actividad remunerada si existieran fórmulas con horarios flexibles y jornadas reducidas, según un sondeo de Metroscopia para Domingo.
En España, la participación de los jubilados en actividades remuneradas o no sigue siendo minoritaria. Los que trabajan a partir de la edad de jubilación pertenecen en su mayoría a una élite económica. Abunda también un mercado sumergido de supuestos jubilados que hacen chapuzas para complementar la pensión. Y luego está el mundo del voluntariado al que pertenecen organizaciones como Secot. Las hay también que ofrecen asistencia informática gratis o reparación de averías en casas con necesidades o acompañamiento de menores con padres ausentes.
Hay un sinfín de iniciativas que crecen, pero que todavía son mucho menores si se comparan con los países de nuestro entorno. Un 12% de mayores de 55 años hace voluntariado comparado con el 27% en la Unión Europea, según un Eurobarómetro dedicado al envejecimiento activo. Manuel Alfaro, profesor de Esade cree que “en España somos unos recién llegados en el mundo de la sociedad civil”. En otros países, las asociaciones están muy presentes en las vidas de las personas, que participan en ONG de defensa de la naturaleza, fundaciones, organizaciones culturales, educativas o sociales. Cuando llega el momento de la jubilación, sólo tienen que dar continuidad a su participación social.
Para los integrantes del inmenso y heterogéneo grupo que forman los mayores es más que evidente que el desfase que existe entre el tratamiento por parte de la administración y una realidad social que respira de forma diferente. “Los políticos tienen que cambiar el chip. Mi generación ha cambiado. Ya no necesita que el Imserso les lleve a ver el mar por primera vez ni que le organicen bailes. Yo si quiero ir a bailar, voy sola”, se queja de manera muy gráfica Loles Díaz Aledo, autora de varias publicaciones especializadas e integrante de la asociación Mayores de Madrid XXI. Ellos organizan tertulias, visitas culturales y sobre todo defienden para los veteranos un encaje en la sociedad más activo y participativo que el actual. “Asistimos a un derroche de experiencia y de talento intolerable. Dicen que cada vez que muere un viejo sin transmitir su sabiduría es como si se quemara una biblioteca. Si eso es verdad, España está en llamas”.
Mientras tanto, en el aula de Secot los alumnos encorbatados siguen a lo suyo, sin prestar excesiva atención a lo que el mundo exterior espere o deje de esperar de ellos. “Esto me permite estar al día en cuestiones informáticas”, asegura uno. “Lo mejor es poder trabajar con gente de otras generaciones. Yo he accedido a mundos que ni imaginaba. He asesorado a una chica que montó una línea de ropa de pádel y a una empresa de vuelos en globo. ¿Se imagina todo lo que he aprendido?, remacha su compañero”.
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