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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Maquiavelo o Rousseau?

Salvadas las distancias, la Asamblea de Podemos puede vivir una tirantez parecida a la del congreso del PSOE de 1979

Fernando Vallespín

Los partidos siempre tienen problemas con los hiperliderazgos, con los líderes que ensombrecen a la organización que los sustenta. Le ocurrió al PSOE con el Felipe González de la Transición, su gran polo de atracción electoral. Este dimitió en el XVIII Congreso del PSOE (1979) al propugnar sin éxito la renuncia del partido al marxismo. Un congreso extraordinario posterior acabó aceptando sus postulados y lo reintegró en la Secretaría General. Fin de la tensión y comienzo de una historia de éxitos.

Podemos no es un partido al uso, su seña de identidad es la organización de abajo-arriba, su asamblearismo

Salvadas todas las distancias, el próximo fin de semana la Asamblea de Podemos probablemente vivirá una tirantez parecida si no son aceptadas las tesis que promueve el grupo que lidera Pablo Iglesias. Y su postura ante tal evento nos recuerda a la del juvenil González al afirmar que abandonará el liderazgo del partido si no consigue prosperar su idea del mismo: “Aquel que pierde una propuesta no puede gestionar una idea que no comparte”. Puede sonar como una amenaza o como un ejercicio de coherencia, según se vea. Lo interesante del caso no es si vaya o no hacerlo, sino el trasfondo de todo esto.

Podemos no es un partido al uso, su seña de identidad es la organización de abajo-arriba, su asamblearismo. En sus Círculos se han preparado cerca de 200 borradores para ser discutidos este fin de semana. Después se dará paso a un proceso de votación por las redes desde el día 20 al 26 de este mes, y los resultados se conocerán el día 27. Entre las propuestas figuran algunas decisivas para su futuro, como la propia organización del partido y otras consideraciones electorales. Enseguida han surgido dos grupos, el “presidencialista” y el “democrático”, por valernos de la denominación sugerida por quienes dicen representar al segundo de ellos.

Lo curioso del caso es que el fulgurante éxito de Podemos se debe en gran medida al liderazgo de Iglesias y sus más allegados

Lo curioso del caso es que el fulgurante éxito de Podemos se debe en gran medida al liderazgo de Iglesias y sus más allegados, a su omnipresencia en los medios y a un discurso más radical en sus críticas que en sus propuestas específicas. De hecho, todo parece dispuesto al detalle para alcanzar el fin. Como decía el joven Íñigo Errejón en un tuit, “Aclarando el reto: un Podemos para ganar”. Hasta aquí la estrategia maquiavélica. Lo malo es que deben ajustarla a sus presupuestos rousseanianos declarados, a su aceptación por la Asamblea. Y eso suscita cuestiones que no dejan de ser interesantes: ¿Cuánto asamblearismo aguanta un partido? ¿Cómo influye el liderazgo sobre él? ¿Es bueno que el público asista a una abierta escenificación de sus diferencias?

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Al final tendrán que aclarar por qué se inclinan más, si por el liderazgo y el discurso nítido y sin fisuras que han venido mostrando hasta ahora, o por la publicitación de la algarabía de propuestas y votaciones sin fin, algo que les reconciliará con su democratismo de base pero les alejará del objetivo. De ahí la amenaza de Iglesias. Si gana será un aldabonazo y habrán demostrado que a veces es necesario disfrazarse de Rousseau para aplicar mejor a Maquiavelo.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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