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Contagio por contacto directo

El virus del ébola no se transmite por el aire, sino por la sangre o fluidos corporales

Los profesionales de la salud que atienden a enfermos de ébola son, aparte de los familiares, las personas que tienen más riesgo de infectarse, pues para ello es necesario un contacto directo con el enfermo. Precisamente este lunes la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emitido un comunicado en el que recuerda que el virus no se transmite por el aire, sino por contacto con la sangre, secreciones, órganos y cualquier otro fluido corporal, como el sudor y la saliva. Dar la mano o compartir un vaso pueden ser acciones, pues, potencialmente contagiosas.

El periodo de incubación del virus puede oscilar entre los dos y los 21 días. Sin embargo, durante ese tiempo, el paciente no puede transmitir el virus. La transmisión comienza solo cuando se sienten los primeros síntomas, por lo que estar en contacto con un enfermo cuando aún no tiene fiebre no es peligroso.

El virus también se ha detectado en la leche materna, orina y semen. En hombres que hayan superado la enfermedad, el virus puede persistir en el semen durante al menos 70 días, por lo que puede contagiarlo durante ese tiempo.

La enfermedad también se puede transmitir indirectamente, por el contacto con superficies y objetos contaminados previamente, como la ropa. El riesgo de transmisión de estas superficies es baja y puede reducirse aún más mediante los procedimientos de limpieza y desinfección adecuadas.

El comunicado de la OMS señala también que la propagación del virus a través de la tos o el estornudo es rara, aunque teóricamente es posible a través de las gotas húmedas y más grandes que pueden salir de un estornudo o una tosa tos. No obstante, la OMS no tiene conocimiento de ningún estudio que documente este modo de transmisión. En cambio, los estudios muestran que todos los casos de contagio fueron resultado del contacto cercano directo con los pacientes sintomáticos.

Los síntomas de la enfermedad se caracterizan por la fiebre, la debilidad intensa, el dolor de cabeza, muscular y de garganta. A estos síntomas les siguen los vómitos, la diarrea, la erupción cutánea, y el deterioro de la función renal y hepática, llegando incluso en algunos casos a hemorragias internas y externas.

El ébola se detectó por primera vez en 1976 en dos brotes simultáneos. El que dio nombre al virus se registró en una aldea cercana al río Ébola, en la República Democrática del Congo. El otro fue en Sudán.

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