Cuatro ediles, un Ayuntamiento
Os Peares, una localidad de 300 habitantes que presume de cuatro regidores y dos provincias
—Os Peares es… un concepto, no existe.
—¿Cómo no va a existir? Es toda la zona.
—No, hombre, no. Os Peares son esas casas de ahí abajo.
—Pero si eso de ahí es A Granxa.
Quienes discuten son Manuel Seoane, José Luis Álvarez, Julio Manuel Yebra y José César Parente; alcaldes de Os Peares.
El tren pasa sin echar el freno en esta aldea gallega de menos de 300 habitantes. En la estación, una puerta amarilla cerrada, dos bancos, y una anciana que espera con el carrito de la compra a uno de los dos únicos ferrocarriles que se detienen al día en este rincón a 15 minutos de Ourense. La historia de este paraje podría ser la de cualquier pueblo español, venido a más gracias al desarrollo de la industria local en los años sesenta y a menos con el éxodo a la ciudad dos décadas después. Pero a Os Peares hay algo que lo distingue entre todos los pueblos: sus cuatro ediles.
La población fue circundando la unión de los ríos y dio lugar a un nuevo núcleo urbano
Fue a partir de 1812, con la promulgación de la Constitución, cuando el territorio español comenzó a dividirse en Ayuntamientos. Es entonces cuando los alcaldes de Os Peares creen que este territorio quedó partido. “Aquí no debía haber nada”, conjetura el alcalde Yebra. La culpa de esta división la tiene, sin ninguna duda para los vecinos, la riqueza natural del entorno. El arroyo Búbal baja corriendo a encontrarse con el sacro Sil. Ya juntos, mueren resignados tras pocos metros en el caudaloso Miño, el río más largo de la comunidad gallega. Hasta cada una de las cuatro riberas que dibujan los torrentes de agua se fijaron los límites de los municipios de Ferreira de Pantón, Carballedo, A Peroxa y Nogueira de Ramuín. Cada uno con su respectivo alcalde. Pero la población fue circundando la unión de los ríos y dio lugar a un nuevo núcleo urbano al que denominaron Os Peares. Los vecinos quedaron delimitados, con más o menos acierto, por una línea divisoria solo visible para la Administración. Hoy, a las tres vías fluviales se le suman seis carreteras secundarias y una importuna vía rápida suspendida en un puente cuyos pies se remojan en el Miño.
Si un vecino de Os Peares que reside en la parte de A Peroxa tiene que desplazarse a su Ayuntamiento, debe recorrer 10 kilómetros. Los de Carballedo, 18. A este embrollo hay que sumarle el de las provincias. Una lugareña lo explica claramente: “Si estás aquí, estás en Ourense; si estás ahí, en Lugo”. Lo dice frente a la ventana, señalando el otro lado del río Búbal.
Para intentar acabar con el caos administrativo, en 1999 se creó un consorcio con representantes de cada una de las localidades: los alcaldes. La singularidad de Os Peares, conocido como la encrucijada gallega, no tiene parangón. El pueblo reúne 14 barrios, cuatro Ayuntamientos, dos provincias, dos Diputaciones y tres partidos judiciales en una extensión que se bordea con un paseo de menos de una hora. ¿La puntilla a las curiosidades? De aquí es el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo.
Los vecinos recuerdan que antes del consorcio había un autobús escolar para cada parte y que algunos escrituraban su casa en el lado ourensano para que la sede administrativa o el centro de salud asignado estuviera más cerca. La principal deficiencia derivada de la pluralidad administrativa que todavía no se ha solucionado es la de las ambulancias. Cuando un vecino de Lugo pide ser trasladado al hospital, ésta lo lleva al de Monforte de Lemos, a más de 30 kilómetros.
Pero a los vecinos las fronteras no les parecen un inconveniente: “Los de Carballedo y Ferreira de Pantón, lucenses; los de Nogueira y A Peroxa, de Ourense”. Quieren dejar clara una cosa, lo que distingue al pueblo es “lo bien que se vive”. Los alcaldes, todos del PP, también lo ven como una anécdota. Reciben un presupuesto de unos 86.000 euros con el que cubren los gastos básicos, el mantenimiento de la playa fluvial, en la que hoy, un día con una máxima de 35 grados, solo disfrutan dos vecinos; y el polideportivo.
El consistorio ha planteado a los vecinos echarse a un lado de la frontera, “pero no quieren”
Los servicios básicos se cumplen, pero la falta de inversión privada se refleja en las fachadas de cada casa. El deterioro del entorno, debido a la despoblación que los amenaza seriamente, confiere al lugar un halo de abandono. En los caminos de Os Peares solo se han visto jugar a tres niños y pasear a una decena de paisanos.
Los alcaldes charlan, inevitablemente, de los tiempos de bonanza, de cuando contaban con un colegio en el mismo pueblo; de cuando el lado ourensano era centro comercial para los pueblos colindantes y el lucense vivía de la central hidroeléctrica, anfitriona del enclave que recibe a los visitantes con un embalse al que da vértigo asomarse. La central sigue ahí; los trabajadores y los negocios no. Apenas queda una casa rural que lucha por atraer el turismo, algún edificio ruinoso recuerdo de grandes bodegas y el bar de Xugo.
Óscar García lo regenta desde hace cinco años. Aunque el consorcio logró simplificar la vida de los lugareños, cuando arribó a Os Peares las divisiones territoriales le trajeron problemas. Físicamente su bar se encuentra en Lugo, pero descubrió que “todos los papeles estaban por Ourense”. Cambiar las licencias después de que el anterior dueño “estuviera 20 años trabajando así, costó lo suyo”.
—Y usted… ¿es de Lugo o de Ourense?
—De Lugo, Lugo, responde el único cliente del bar.
El consorcio plantean recurrentemente a la asociación de vecinos echarse a un lado o a otro de la frontera, “pero no quieren”, confiesan los alcaldes. “El que es de un sitio, es de un sitio. De un lado o del otro. Todos somos vecinos”, concluye Álvarez. Los regidores comentan que, a pesar de todo, el consorcio “funciona bien”. Cada dos años uno de ellos lo preside, este turno lo hace Álvarez. En cada pleno se reúnen los cuatro alcaldes, un representante de cada Diputación, uno de la Xunta y un vecino de cada una de las provincias. Dicen que siempre están de acuerdo: “Los pequeños nos llevamos bien”, comenta Álvarez. “Nosotros no sobramos”, bromean los alcaldes en un guiño a la nueva reforma de la Administración. “Os Peares existe por el conflicto”, explica Yebra, “si le sacas el conflicto, ya no hay Peares”.
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