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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Contribuyó al final desde dentro

Luis R. Aizpeolea

Pocos saben que la detención de Arnaldo Otegi en octubre de 2009 retrasó semanas la presentación del documento Zutik Euskal Herria, con el que la izquierda abertzale iniciaba la defensa de las vías pacíficas y rechazaba el terrorismo. Y lo retrasó porque Otegi era la alma máter de la apuesta por contribuir desde el interior del abertzalismo al final del terrorismo etarra, que logró, tras un tenso enfrentamiento con la banda, justo dos años después: el 20 de octubre de 2011, con la declaración de ETA del cese definitivo de la violencia.

Esta realidad se conoce muy bien en Euskadi. No sólo la izquierda abertzale. El Gobierno vasco, el PNV y el PSE han pedido reiteradamente su libertad por considerar lo obvio: Otegi reorganizaba Bateragune, no para ayudar al terrorismo de ETA, sino para contribuir a su final. Por si quedaran dudas, en febrero de 2011, el partido que Otegi contribuyó a crear desde las estructuras abertzales, Sortu, rechazaba en sus estatutos la violencia de ETA expresamente.

Las cosas aparecen hoy tan claras que el juez Garzón, autor del auto de prisión de Otegi en 2009, defiende desde hace tiempo la revisión del caso. Por eso, tampoco es de extrañar que 5 de los 12 magistrados del Tribunal Constitucional presentaran votos particulares, reclamando un juez más imparcial y aludiendo, en algún caso, a la presunción de inocencia de Otegi.

En clave política, Otegi está pagando, con su prisión, la legalidad de su partido, tan contestada desde quienes priman la venganza sobre la convivencia en Euskadi y España. También tiene una responsabilidad el mundo abertzale, que no ha sostenido una campaña en favor de Otegi para no hacer distinciones con los presos etarras, como si fuera igual su caso que el de Txeroki; el de quien, aunque tarde, ha trabajado por el final del terrorismo con el que se opuso con las armas.

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