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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Discutid cuánta austeridad

Xavier Vidal-Folch

Aunque sea por la puerta de atrás. Aunque sea agitando los broncos espectros de las herencias recibidas. Cuando uno le atiza al rival la prima de riesgo y el otro le afea recortes sociales y parados, es que se insinúa un posible brote de debate económico.

Sólo los simplistas destripan: el euro, culpable de nuestras crisis. Como si los americanos echasen la culpa de la crisis de 2008 al dólar. O los británicos, a la libra de su pasada burbuja inmobiliario-bancaria. Bajura intelectual.

El dilema es otro: ¿ha acertado la política económica dominante en la UE, y particularmente la fiscal (presupuestaria) en retranquear la crisis, o la ha alimentado? (trabajando procíclicamente, a favor del ciclo recesivo). La socialdemocracia atacó, quizá no frontalmente, la política de austeridad: de ahí surgió en 2012 un lenitivo, el pacto por el crecimiento y el empleo. Otros, suavemente, parecieron converger: “Hay que reconsiderar las políticas del pasado”, de modo que “ahora tenemos que comenzar a implantar políticas para estimular el crecimiento”, reconoció el ministro Luis de Guindos a Al Jazeera el 3 de junio de 2013.

Una política económica más equilibrada exige no explotar a los vulnerables

El problema no es de blanco o negro, sino de grises. ¿Qué cóctel de medidas económicas, qué policy mix conviene a Europa? Porque cierta sobriedad es imperativa: el endeudamiento no puede crecer más allá del umbral en que su factura mensual agosta cualquier otra política, se hace insostenible. Ni más allá de lo que los mercados estén dispuestos a financiar, pues si nadie los compra ¿qué haces con los bonos? Pero la dosis fue brutal. Llegó a austeridad excesiva, la que debilita aún más al paciente en vez de reanimarlo. Y además, su factura recayó en los de siempre.

Eso provocó que muchos perdieran “su fe en Europa”, como denunció el alemán Ulrich Beck (Una Europa alemana, Paidós, 2012), porque se atentó contra sus “fundamentos irrenunciables”: los principios de complicidad y cohesión; de equilibrio entre grandes y pequeños; de reconciliación entre débiles y fuertes; de no explotar a los vulnerables.

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El manifiesto Cambiar la política económica para recuperar Europa es el primero de la sociedad civil española (ver www.economistasfrentealacrisis.com) que se apunta al debate de los grupos Glenicke alemán, el Eiffel francés y otros (Una revolución para esta Europa, EL PAÍS, 20 de febrero), reclamando mayor integración, una política económica equilibrada y menos desigual: por ejemplo, descontando la cuantía de la inversión pública realizada del déficit total. O europeizando la deuda pública, mediante eurobonos, que facilitarían la digestión de la ortodoxia presupuestaria.

Eurobonos emitidos por un Tesoro europeo: todo eso está pendiente. “El tiempo es esencial, el Consejo Europeo debería crear este mes dicha agencia”, pues ello “contribuirá a la prevención de futuras crisis”, escribía en Financial Times, el 5 de diciembre de 2010... Jean-Claude Juncker. Ya no está por esa labor. Nostalgia de aquel socialcristiano.

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