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Columna
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En el túnel

Enrique Gil Calvo

El Día de la República trae a la memoria la posibilidad de que la ciudadanía española exprese algún día su hartazgo demandando la refundación del régimen en vigor. Sin duda, así lo va a hacer en Cataluña en cuanto las urnas le brinden la oportunidad. Pero también podría ocurrir en el resto de España, pues como revela el barómetro del CIS, crece la indignación popular contra una clase dirigente tan corrupta como incapaz de sacar al país del túnel en que lo metió. El 25 de mayo podrá advertirse algún indicio de este posible final de régimen, pero seguramente habrá que esperar hasta el año próximo, cuando las locales y legislativas certifiquen el final del bipartidismo.

Pese a ello, el partido en el poder todavía confía en salir bien parado del trance, si colase su campaña de propaganda sobre la recuperación en curso, que le lleva a alardear con arrogante impudor del crecimiento de las rentas favorecidas mientras las clases populares continúan empobrecidas por el brutal desempleo y la deflación salarial. Y encima el ministro de Hacienda, cuyas cifras oficiales han caído bajo sospecha, aún tiene la insolencia de despreciar las estadísticas de Cáritas y la OCDE, que alertaban contra el injusto crecimiento de una brecha de desigualdad que condena al pueblo llano a la exclusión social. Pues de ser esto así, ¿cómo no iban a sublevarse los movimientos de base que organizaron la Marcha por la Dignidad del 22M, después reventada por la maniobra policial que la ocultó y criminalizó tras asociarla con pretendidas violencias antisistema?

Sin embargo, pese a la represión de la protesta popular, y por mucho que se publicite la cacareada pero a todas luces anémica recuperación, no hay que descartar que finalmente se produzca no la tan manida salida del túnel que cantan a coro los portavoces del Gobierno, sino más bien el célebre efecto túnel que analizó el economista heterodoxo Albert Hirschman. Cuando los mercados están colapsados por una crisis que los paraliza en lo más oscuro de un metafórico túnel, y de pronto comienza a percibirse que algún carril privilegiado ya empieza a arrancar, anunciando quizás una próxima reactivación, en principio los ciudadanos todavía inmóviles se sienten sin embargo aliviados y se mantienen en calma, esperando que algún día les toque el turno de reincorporarse a la recuperación en marcha. Pero en cuanto al final se advierte que los mejor conectados ya medran a toda velocidad, mientras la mayoría permanece clavada en el fondo del túnel, entonces la gente se impacienta, se indigna y se lanza a protestar.

Es lo que podría pasar aquí, tan pronto la paciencia ciudadana se harte de soportar la obscenidad de un régimen que solo rescata a las rentas elevadas mientras el ciudadano común es abandonado a su suerte. Es entonces cuando la ira popular podría protagonizar un nuevo 14 de Abril. Pues por mucho que los dos partidos turnantes se vean obligados a pactar una gran coalición, como única forma de salvar al régimen, no se vislumbra por ninguna parte, a falta de un Renzi o un Valls, el nuevo liderazgo capaz de sacar a España del túnel actual.

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