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Los guardias exigen normas claras para frenar los saltos de inmigrantes en Melilla

La ciudad padece una presión migratoria similar a la de 2005 El Barkani prevé que se van a producir entre tres y cuatro saltos semanales El vicepresidente melillense achaca las entradas masivas a la renuncia al uso de pelotas

Cinco inmigrantes saltan el día 28 la valla de Melilla.
Cinco inmigrantes saltan el día 28 la valla de Melilla.BLASCO DE AVELLANEDA (AFP)

La reciente prohibición de lanzar pelotas de goma para frenar las entradas en masa de subsaharianos a través de la valla fronteriza y el descrédito de las llamadas expulsiones en caliente a Marruecos han hecho mella en la Guardia Civil de Melilla. “Cunde el desánimo entre los agentes, pero no porque se les prive de las pelotas de goma. Pese a haberlo solicitado mil veces, carecemos de un protocolo de actuación sobre cómo repeler los asaltos”, explican fuentes de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. .

La ciudad autónoma sufrió el pasado viernes el mayor salto de subsaharianos en casi nueve años: 214 inmigrantes irregulares entraron en la ciudad. En los dos primeros meses del presente año, 574 personas han saltado la verja, un récord en tan poco tiempo. 2013 ya fue un año complicado: las entradas irregulares en Ceuta y Melilla aumentaron un 113%, según la policía. El fenómeno va a más y la Guardia Civil es menos eficaz al combatirlo.

Prueba de ello es que el viernes, por primera vez desde 2005 la mayoría de los subsaharianos que treparon por la valla –dos de cada tres aproximadamente- lograron pasar. En otras ocasiones solo una minoría lo conseguía. Y eso que desde octubre está desplegado allí el Grupo de Reserva y Seguridad número dos de la Guardia Civil, con sede en Sevilla, que ahora recibirá refuerzos.

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Sin embargo, el secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, negaba ayer que hubiera “desánimo” o “pasividad” entre los guardias civiles, en una entrevista en Efe. La institución “está por encima de la polémica” y “no ha bajado en ningún momento la guardia”, aseguró.

A la creciente presión migratoria de los subsaharianos y de los argelinos, que cruzan por la frontera haciéndose pasar por marroquíes, se añade desde 2013 la de las familias sirias que vuelan de Beirut a Argel y después atraviesan a escondidas la frontera de Argelia con Marruecos. Son unos mil, según el diario As Sabah de Casablanca, los que ahora se hacinan en las pensiones de Nador o Tetuán a la espera de comprar un falso pasaporte marroquí con en que pasar a Ceuta y Melilla. Cerca de 200 intentaron, sin embargo, entrar corriendo en Melilla el 14 de febrero, pero fracasaron.

“No da la impresión de que esto vaya a menos”, comentaba el viernes Carlos Montero, el director del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla, ahora saturado. “Más bien al contrario, la presión es cada vez más fuerte”, añadía. “Van a seguir entrando cientos de inmigrantes”, vaticinó el viernes Miguel Marín (PP), vicepresidente de la ciudad. El delegado del Gobierno, Abdelmalik el Barkani, prevé que se van a producir “entre tres y cuatro saltos semanales”.

¿Por qué Melilla vive ahora una crisis migratoria similar a la de 2005? Entonces la valla tenía solo tres metros y no seis como ahora salpicados de concertinas, pero el Ejecutivo socialista se atrevió a enviar al Ejército a la valla para que secundase a la Guardia Civil. El Gobierno español no habla claro. Otros responsables sí dan algunas explicaciones.

Miguel Marín achaca la entrada masiva del viernes al “efecto llamada” provocado por la renuncia de la Guardia Civil a “emplear cierto material antidisturbios”, es decir las pelotas de goma. “(…) ha sido despojada de las herramientas con la que hacia frente” a las avalanchas, se lamentaba en un editorial, el sábado, el diario Melilla Hoy. Quedaron prohibidas el martes en tierra y en el mar después de que ONG, partidos de oposición y la comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, las vincularan con la muerte de 15 subsaharianos, el 6 de febrero en aguas cercanas a Ceuta.

Criticadas por ONG de derechos humanos y por partidos de oposición, las expulsiones irregulares, sin cumplir los trámites de la ley de extranjería ni del convenio bilateral con Marruecos vigente desde 2012, han propiciado la imputación del delegado del Gobierno en Melilla y del coronel de la Guardia Civil, Ambrosio Martín Villaseñor. Citado el martes a declarar lo hizo porque, explicó, en las fechas en las que se produjeron no estaba en la ciudad y le sustituyó un comandante. Una ONG y el partido musulmán, Coalición por Melilla (CpM), se querellaron contra ambos.

El malestar de los agentes contra el PSOE y varias ONG aflora en los comunicados que difunden. La Unión de Guardias Civiles, la segunda asociación en número de afiliados, ha anunciado querellas contra la comisaria Malmström, dirigentes socialistas etcétera. Les acusan de “mancillar y humillar” al cuerpo. Bajo cuerda algunos mandos arremeten también contra el ministro de Interior.

La responsabilidad de Rabat

Rabat tiene su parte de responsabilidad en lo que está sucediendo, pero en aras a mantener una buena relación ningún miembro del Gobierno, ni tampoco ningún dirigente del PSOE, lo quieren decir en voz alta, señalan fuentes diplomáticas españolas. Solo el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, dejó caer el lunes que “habría que pedir a Marruecos que procure que [los inmigrantes] no se acerquen tanto a las fronteras españolas”.

Más explícitos fueron, el viernes, los tres partidos de la oposición al PP en Melilla. Pidieron a Rabat más implicación en la lucha contra la inmigración clandestina. “Quizá Marruecos no está al 100% de lo que debería”, afirmó Hassan Mohatar de CpM. Por de pronto es la Guardia Civil la que tiene que advertir a las Fuerzas Auxiliares marroquíes, accionando las alarmas, que llegan los subsaharianos a la carrera.

El portavoz del Gobierno marroquí, Mustafa el Khalfi, dio, el jueves, otra explicación. Achacó las entradas terrestres “al cierre de las fronteras marítimas” de Marruecos desde donde apenas zarpan ya pateras rumbo a España. Su número cayó, en los últimos diez años, en “un 95%”, según él. Es verdad que han disminuido, pero no en la misma proporción que los cayucos que partían de Mauritania y Senegal rumbo a Canarias. En 2006 desembarcaron 31.678 subsaharianos en el archipiélago y ahora ya no llegan.

Para granjearse esa colaboración marroquí, el Gobierno español hace, sin embargo, concesiones discretas. A finales de 2013 Rabat impuso una reorganización de las fronteras de Ceuta y Melilla para encauzar el contrabando con Marruecos solo a través de los puestos habilitados para el tránsito de las porteadoras, lo que las autoridades españolas aceptaron sin discutir.

El secretario de Estado para la Unión Europea, Iñigo Méndez de Vigo, hizo, en noviembre pasado, una visita a Ceuta en la que hizo oídos sordos a la principal aspiración de la ciudad: su ingreso en la unión aduanera europea solicitado por unanimidad en 2009 por la Asamblea de Ceuta y mediante una proposición no de ley, del Congreso de los Diputados. Incorporarse a esa unión afianzaría el carácter europeo de la ciudad y le permitiría reivindicar con más fuerza la apertura de una aduana comercial con Marruecos, pero también disgustaría a las autoridades marroquíes.

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