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Columna
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La ruleta vasca

De indeterminación en confusión, confirmamos la hegemonía de los nacionalismos

Antonio Elorza

Las andanzas de Hollande han sido agua de mayo para el berlusconismo en el foro político de mayor audiencia en Italia, el Porta a porta de Bruno Vespa desde la RAI. En la presentación del tema era resaltada la amenaza contra el Estado de su infidelidad, así como otras conductas impropias de anteriores presidentes franceses. Todo llevaba a un ejemplo de amor puro y de entrega desinteresada a cargo de la actual novia de Berlusconi. Los papeles se invertían y el hombre del bunga bunga pasaba a ser ejemplo moral para quienes injustamente le condenaban.

Es una estrategia del discurso muy eficaz, aplicable a problemas políticos de mayor envergadura, especialmente cuando se trata de borrar una responsabilidad manifiesta. Consiste en trazar una cortina de humo sobre el o los culpables de acciones punibles, silenciándolas o remitiéndolas a un pasado que supuestamente no debiera gravitar sobre los intereses del presente. A partir de aquí, cualquier signo positivo del culpable es presentado como una prueba más de su bondad intrínseca y, correlativamente, de la mala voluntad, y de quienes fueron damnificados o víctimas de las acciones de aquellos.

Las dos corrientes nacionalistas están jugando a fondo con esa lógica de inversión. Lógicamente, con una diferencia: coincidentes, como se vio durante la manifestación del sábado, en oponerse a una indemostrable violación de derechos humanos por rechazar el Gobierno el acercamiento de presos etarras, la izquierda abertzale, y tras ella presos y expresos, creen que todo está hecho con afirmar la vía política, sin arrepentirse de nada, mientras el PNV pide el fin de ETA, o su desarme, y a eso no tiene nada que añadir. Luego entonan un “¡basta ya!” robado a Savater, frente a lo que es ya definido como opresión del Gobierno. Los gritos y las pancartas pro-ETA (presoak etxera no es otra cosa) son para el PNV incidentes desagradables que no alteran lo esencial, aplicable también a las detenciones de los abogados, pues “no todo es ETA”. Lo importante es que cualquier acción judicial o policial que parta de la supervivencia de ETA supone un atentado contra “el proceso de paz”. Víctima igual a obstáculo. Hay que sostener el pulso con Madrid.

Otra cosa en que la política del ministro del Interior sea una acumulación de errores y desastres, no en el planteamiento general, sino en su puesta en práctica. Gracias a ella, y a las oscilaciones del PSOE, la falacia nacionalista aparece como la única opción racional. Cooperan jueces como Pedraz, que son los únicos españoles en no enterarse de que un “Eres el ejemplo de nuestra lucha” es enaltecimiento de ETA. Y así, de indeterminación en confusión, confirmamos la hegemonía de los nacionalismos y la fragilidad del Estado.

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