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El alcalde del cambio sin ruido

El regidor de Barcelona, Xavier Trías, gobierna con 14 de 41 ediles Aprueba cuentas a golpe de moción de confianza y avanza en las privatizaciones

 El alcalde de Barcelona, Xavier Trias, el pasado octubre.
El alcalde de Barcelona, Xavier Trias, el pasado octubre.Gianluca Battista

Desgastado por un tropiezo tras otro, el anterior alcalde de Barcelona, Jordi Hereu (PSC), no pudo invertir lo que anunciaban las encuestas. Cada error que cometía, por leve que fuera, se convertía en un escándalo de grandes proporciones. Hereu estaba condenado. Fue el alcalde que más se preocupó por los barrios olvidados de la capital catalana, aquellos que los políticos sólo pisan en campaña electoral, pero de nada le sirvió. En 2011, la Convergencia i Unió de Xavier Trias pasó por delante de los socialistas y puso fin a la hegemonía de la izquierda en Barcelona tras 32 años. Hereu dejó una ciudad con las cuentas saneadas y con una gran capacidad de atracción. Pocos días después de la derrota, Hereu miró hacia atrás, reflexionó y concluyó que su gran desgaste había sido por culpa de gobernar en minoría. “Se genera demasiado ruido para conseguir aprobar cualquier decisión, por menor que sea”, sentenció.

La conclusión de Hereu auguraba malos tiempos para su sucesor en el cargo. Xavier Trias ganó en 2011 por la mínima y optó por gobernar en minoría, con solo 14 concejales de 41, los mismos que tenía el PSC de Hereu sin contar, como el socialista, con el apoyo los cuatro concejales de Iniciativa per Catalunya.

De la derrota de Hereu ha aprendido el actual alcalde de Barcelona, que ha perdido muchas votaciones en los plenos municipales, algunas de ellas estratégicas, sin perder la sonrisa. De su habilidad de contorsionista la mejor prueba es que ha hecho virar a la ciudad hacia un modelo claramente privatizador sin hacer ruido y ha renunciado a todos sus grandes proyectos urbanísticos. En último episodio de esta forma de gobernar ha sido la aprobación de los presupuestos del 2014. Trias solo contaba con el apoyo de Unitat per Barcelona (ERC en Barcelona) y le seguían faltando cinco votos para llegar a la mayoría. Pero fue incapaz de lograrlos y optó por no hacer ruido: se sometió a una cuestión de confianza, algo insólito en el Ayuntamiento de Barcelona. Como la oposición no logró presentar un candidato alternativo, las cuentas fueron aprobadas.

El alcalde Trias no tiene nunca prisa y huye de las decisiones precipitadas. Es una persona educada, afable y capaz de reírse de sí mismo, especialmente cuando le preguntan por su pronunciación gangosa. El secreto es su dilatada experiencia política. Pediatra de formación, Trias llegó a la alcaldía de Barcelona sin nada que demostrar y con el currículum ya hecho. Fue uno de los padres del modelo sanitario catalán, que ideó en 1983 como responsable de la Dirección General de Ordenación y Planificación Sanitaria y continuó en 1984 como director general del Instituto Catalán de la Salud. En 1988 fue nombrado consejero de Sanidad de la Generalitat hasta 1996, cuando pasó a ocupar el cargo de consejero de la Presidencia de Jordi Pujol. El modelo sanitario catalán, su gran obra, goza de una gran reputación aunque en la actualidad está seriamente amenazado por los recortes sociales ordenados, curiosamente, por su propio partido y por los casos de corrupción que afloran.

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La experiencia es lo que está permitiendo que Trias cambie el admirado modelo Barcelona sin apenas ruido: “Él ya no piensa en su imagen personal, ni en las próximas elecciones, ni en consolidarse como líder. Ha sido nombrado alcalde con todo el trabajo hecho. Ahora sólo le queda disfrutarlo”, explica un miembro de su equipo.

Trias también tiene motivos para estar orgulloso, especialmente a ojos de su partido, por haber sido el hombre que arrebató la alcaldía de Barcelona al PSC, una labor en la que se estrellaron políticos de la talla de Miquel Roca. Esa hazaña le ha garantizado la paz absoluta a nivel interno ya que nadie dentro de CiU se atreve a cuestionar al ariete que asaltó la fortaleza socialista de la plaza Sant Jaume, para lo que pasó dos mandatos municipales velando armas en la oposición. “Liderar sin la presión ni las ingerencias del partido es fundamental”, asegura otro de sus colaboradores, consciente de que este es el gran problema de los socialistas.

Trias se define a sí mismo como socialdemócrata en cuestiones políticas y liberal en el ámbito económico. Su equipo está convencido de que se sentiría mucho más cómodo pactando con los socialistas que con los populares, pero la realidad es que el tándem CiU-PP ha funcionado con eficacia a la hora de transformar la ciudad en el sentido privatizador. En poco más de dos años, las dos formaciones se han puesto de acuerdo para convertir el Port Vell, el amarre ubicado en medio del popular barrio de la Barceloneta, en un puerto de lujo para grandes yates. CiU y PP también han llegado a un buen entendimiento para levantar el veto que impedía conceder nuevas licencias hoteleras y de restauración en el centro de la ciudad, amenazado por un exceso de turismo; o en dar ventajas a los vehículos privados frente al transporte público. “Su modelo de ciudad es devolverle el favor a los lobbies que le apoyaron en campaña electoral”, afirma una experimentada concejal de la oposición: en plena crisis ha aumentado el salario a los bomberos, que se rebelaron contra Hereu, y ha seguido a pies juntillas el proyecto de remodelación urbanística de la arteria barcelonesa de la avenida Diagonal efectuado por los comerciantes.

Trias sorprendió cuando, debido a su posición minoritaria tuvo que dejar de lado los grandes proyectos que había anunciado en campaña electoral y que debían marcar el nuevo rumbo de la ciudad para los próximos años. La “regeneración” que él propugnaba quedó en nada e incluso limitó las funciones de Vicent Guallart, el arquitecto en jefe que estaba llamado a llevar a cabo los proyectos estrella. El reconocimiento público de que toda la “regeneración” prometida quedaba en nada se hizo, una vez más, con sonrisas, naturalidad y, sobre todo, sin ruido.

A todo ello ha contribuido el actual pulso soberanista. La situación política que vive Cataluña ha desplazado el foco de la política local, algo que siempre beneficia al que gobierna. En este debate, Trias se define como “independentista”, aunque mantiene muy buenos contactos en Madrid (donde trabajó como diputado entre 2000 y 2004) y da la impresión que no le quita muchas horas de sueño.

La crítica que llega de sus adversarios políticos, sean de la ideología que sean, es que Trias no tiene un modelo de ciudad en la cabeza, sino que se limita a “ir haciendo”, según los cánones de la mejor escuela pujolista. La oposición teme que tanta flexibilidad acabe convirtiendo Barcelona en “una capital de provincia”, alejada de la ciudad que tanta capacidad de atracción ha tenido en los últimos años.

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