“Marruecos mintió y vamos a pedir a la ONU que intervenga”
El equipo que ha identificado a ocho fusilados en fosas del Sahara viaja mañana a Ginebra Los expertos mostrarán en Naciones Unidas los hallazgos Rabat aseguró en 2006 que cuatro de las víctimas exhumadas habían muerto en prisión
“Llevaba un jersey azul”, les dijo Mahmud Salaf Dafa a los investigadores. Treinta y siete años después, recordaba perfectamente cómo iba vestido su hermano, de 14 años, la última vez que le vio, el 12 de febrero de 1976. También Salka Mohamed Mulud describió con detalle el “rosario de grandes cuentas rojas y verdes” de su padre, desaparecido aquel mismo día. Cuando el equipo español de investigación dirigido por el forense Francisco Etxeberria (Universidad del País Vasco) encontró y abrió el pasado junio en el Sáhara dos fosas comunes, allí estaban el jersey azul y el rosario. Entre los huesos, en la arena, también encontraron las vainas del fusil con el que los habían asesinado militares marroquíes tras preguntarles, infructuosamente: “¿Dónde están los Polisario?”.
Un niño de 13 años lo había visto todo. Y 37 años después se lo contó al equipo de investigación y forense desplazado al Sáhara desde el País Vasco respondiendo a una petición de la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (Afapredesa). “Hacia las ocho de la tarde vino uno [militar marroquí] en un jeep. Llamó a Mohamed Mulud primero. Le preguntó: ‘¿Dónde están los Polisario?’. Mohamed Mulud negó tener conocimiento del Polisario. Acto seguido le disparó directamente, en pleno corazón. Luego llamó a Abdelahe Ramdan, le hizo la misma pregunta que a Mulud, y le disparó de la misma manera. El hombre que les disparó tenía pistola, pero cogió un fusil para hacerlo”, les explicó Aba Ali Said Daf.
El equipo de Etxeberria, de la sociedad de ciencias Aranzadi, llegó hasta aquellos huesos, en la zona de Fadret Leguiaa, en la región de Smara, a 400 kilómetros de los campamentos de Tinduf, el pasado 8 de junio. En tres días, localizaron y abrieron dos fosas comunes en las que encontraron los restos de ocho víctimas, dos de ellas menores de edad y entre ellas, un padre y su hijo, de solo 14 años. Aba Ali Said Daf no vio estas dos últimas ejecuciones, pero explicó a los investigadores que sí oyó a Salma Daf Salec Bachir suplicando que no mataran a su pequeño. Ni el ruego ni la edad del niño apiadó a los asesinos. Un análisis genético realizado en la Universidad del País Vasco ha confirmado que son dos de las víctimas arrojadas a esta fosa.
Entre los huesos, los arqueólogos encontraron dos documentos de identidad españoles. Los de Mohamed Abdalahe Ramdan (DNI A-4131099) y Mulud Mohamed Lamin (DNI A-4520032). Otro esqueleto conservaba una cartera con membrete español y el carné de racionamiento de azúcar de la época, a nombre de Salama Mohamed Ali Sidahmed.
Durante décadas, explica el informe elaborado por Etxeberria y el doctor en psicología Carlos Martín Beristain, de Hegoa (Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional), Marruecos no dio una respuesta oficial a las familias sobre el paradero de sus seres queridos. En 2004, el actual rey marroquí, Mohamed VI, creó la Instancia Equidad y Reconciliación para hacer balance de los crímenes llevados a cabo, durante los llamados años de plomo, por su padre, Hassan II, e indemnizar a las víctimas. El informe que dicha instancia emitió, en 2006, con un listado de víctimas, incluía a cuatro de las halladas en estas dos fosas, asegurando que habían sido llevadas al cuartel de Smara y que allí habían fallecido durante el tiempo de detención. “Arrestado por el ejército real en junio de 1976 en Smara, fue conducido a una de sus bases, donde falleció”, dice, por ejemplo, de Salma Daf Sidi Salec.
El equipo de investigación español ha demostrado que Marruecos mintió. “Las detenciones ocurrieron el mismo día [12 de febrero de 1976] y los detenidos no fueron trasladados a ningún cuartel, sino que fueron ejecutados inmediatamente en el mismo lugar”. El análisis genético lo confirma.
“La mentira sobre esas cuatro víctimas pone en cuestión la credibilidad de todo el documento oficial elaborado por Marruecos”, afirma Etxeberria. “Por eso este jueves viajamos a Ginebra, a la ONU, para pedirle que intervenga. También hemos pedido una reunión con el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, porque las víctimas son saharauis de nacionalidad española, y creemos que debería tener algo que decir al respecto”.
Debido a que la zona está bajo supervisión, por parte de la MINURSO, del alto el fuego firmado por las partes en 1991, los restos de las víctimas, explica el equipo de investigación en su informe, “fueron dejados debidamente protegidos y señalados en el lugar donde se encontraron con el objeto de que se realice próximamente una misión de verificación oficial que pueda concluir con la entrega de las víctimas a sus familiares y se instauren medidas para la protección de otras fosas que se encuentran en la misma zona”. Actualmente, recoge el informe, “existen más de 400 víctimas de desaparición forzada saharauis”. El equipo español quiere volver en unos dos meses al terreno con observadores internacionales para exhumar los restos y entregárselos a sus familias.
Etxeberria, que ha abierto más de un centenar de fosas del franquismo en España; que ha participado en la reciente exhumación del poeta chileno Pablo Neruda; que realizó las autopsias de los restos de Salvador Allende y del cantautor Víctor Jara; que exhumó a las 17 primeras víctimas identificadas de la dictadura chilena... ha regresado emocionado de la experiencia en el Sáhara. “En aquel lugar tan lejano, tan inhóspito, encuentras sentimientos idénticos a los que he escuchado abriendo una fosa de la Guerra Civil en Teruel o exhumando en Guatemala o Chile: el sentimiento de la injusticia perpetuada en el tiempo; la necesidad de saber qué les ocurrió a sus seres queridos, el duelo que no se cierra...”.
“El hijo de una de las víctimas que hemos encontrado en el Sáhara nos dijo: ‘Nosotros éramos unos niños felices, hijos de pastores. Vivíamos en paz. Todos nos conocíamos. Hasta que vinieron los militares, mataron a mi padre, nos echaron. Y desde ese día todo fueron llantos y ver cómo mi madre perdía la razón”. Etxeberria ha escuchado muchas veces ese relato. A pie de fosa, mucho más cerca de casa, en las cunetas españolas a las que fueron arrojados padres, hijos, y hermanos de represaliados del franquismo que han sufrido el mismo dolor que estas ocho familias saharauis.
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