Políticas de desigualdad
Las reformas del Gobierno agravan los desequilibrios en vez de reconstruir equilibrios
Toda crisis es la expresión de la ruptura de los equilibrios de un sistema. Lo es la crisis económica, lo es la crisis social consecuencia de la misma y lo es la crisis del régimen político español. Y la única manera de combatirlas es intentar reconstruirlos, de lo contrario, la desigualdad se nos llevará la democracia por delante.
En mayo se ha dado una mejora en los datos de desempleo, y el Gobierno, con la insensibilidad que le caracteriza, se ha puesto a venderlo obscenamente como un éxito suyo, con la pretensión de legitimar su reforma electoral que ha enviado a tanta gente al paro. Pero no nos dejemos deslumbrar por las cifras buenas y entremos en los detalles que marcan la tendencia estructural. El paro se reduce levemente (no perdamos el sentido de las proporciones), pero la contratación indefinida cae a mínimos históricos. ¿Cómo hay que entenderlo? Muy sencillo: la reforma laboral está consiguiendo sus objetivos. ¿Cuáles eran? Regular el mercado laboral a la baja y precarizar el empleo. Es exactamente lo que se venía pidiendo desde muchos sectores del mundo empresarial desde hace tiempo. Ganar competitividad por la vía de bajar los salarios. Nada garantiza mejor que los costes del trabajo bajen que un mercado precario y una gran masa de parados a la espera. De modo que la salida de la crisis se está construyendo por la vía de agravar los desequilibrios del sistema en vez de por el camino de corregirlos. La brecha crece: la fractura social se ahonda.
En estas estamos: con mucho paro y mucho trabajo precario
Estos días otras voces se han sumado al coro de la precariedad. El gobernador del Banco de España, confirmando una vez más que los famosos cargos independientes son independientes de todo menos del dinero, pretendía cargarse de un plumazo el salario mínimo. Y desde distintos foros se daba cuerda a otro de los mitos presuntamente redentores, el de los mini jobs para jóvenes. La propia Comisión Europea, que no es precisamente un dechado de sensibilidad social, ha tenido que advertir que en España se dan desproporciones alarmantes entre los beneficios de ciertas empresas, la caída de los salarios y el aumento de precios de productos básicos. La reforma laboral responde a una estrategia de tensar la cuerda social para salir de la crisis. En vez de reconstruir equilibrios se agravan los desequilibrios.
Recientemente, un empresario de una gran compañía europea afirmaba que el buen camino para garantizar la competitividad no es precisamente bajar salarios. Y obviamente no lo decía por razones altruistas sino todo lo contrario. Si se bajan los salarios la gente comprará menos, también sus propios productos. Y al mismo tiempo disminuir los salarios afecta a la calidad del empleo, por tanto a la capacidad de ganar competitividad por la eficacia y por la competencia, que es lo que debería contar, por lo menos en Europa, salvo que se sueñe en parámetros asiáticos de explotación. Pero parece que estas consideraciones son demasiado elevadas para los dirigentes políticos españoles y para gran parte del poder empresarial. Se prefieren opciones más brutales sin calcular que es así como se rompen los equilibrios sistémicos y que estos se sabe cuando se quiebran pero no cuando se reconstruyen. Un sistema político que no garantiza empleo a la ciudadanía está en precario. Pero un sistema económico fundado ideológicamente en el valor del trabajo está en riesgo cuando ni siquiera tener trabajo garantiza las condiciones de vida digna. Y en estas estamos, por mucho autobombo que se dé el Gobierno: con mucho paro y con mucho trabajo precario.
Y, todo ello, en manos de un Gobierno de palabra confusa y de turbio estilo. Este fin de semana, Mariano Rajoy prometió no subir el IVA, ahora ya dice que lo examinará. ¿Cuál será el próximo paso? El PP se apunta al juego de los tramposos. Los populares se personaron como acusación en el caso Gürtel, pero en realidad actuaban a favor de los acusados. La trampa era burda y los jueces la descubrieron pronto. Y han echado al PP de la acusación. Es decir, en un caso gravísimo de corrupción, el PP, que predica transparencia y promueve una ley, intenta salvarse con tretas judiciales y con abuso de la posición dominante que le da el Gobierno. El partido de Rajoy pillado tratando de burlar a la justicia. ¿Qué tenemos que pensar cuando el presidente y los ministros piden respeto para el Estado de derecho y se llenan la boca apelando a la ley? Desigualdad creciente en lo social, desigualdad ante la ley, mientras el sistema aguante.
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