Líder o candidato
Si se quiere que líder y candidato coincidan, un criterio esencial será su solvencia para gobernar
El emplazamiento a Rubalcaba para que diga si aspira a ser candidato en las próximas elecciones generales ha sido sustituido en las últimas semanas por presiones para el adelanto de las primarias en que se elegirá a quien lo haya de ser, y por el lanzamiento de posibles aspirantes a la nominación. ¿Están justificadas esas presiones? ¿Han tenido éxito?
En un blog de debate político y orientación socialista (debatecallejero.com) se argumentaba hace poco contra el calendario planteado por Rubalcaba de primero renovación programática, encargada a Ramón Jáuregui, y solo después de las europeas de 2014 primarias para elegir al candidato electoral para 2015. Un plan perfecto para fracasar, sostenía el autor del texto, porque el candidato se encontrará con un programa hecho por otros, lo que limitará la capacidad de maniobra de cualquier aspirante distinto al deseado por el aparato. La conclusión era que para ganar las elecciones debería ser el “líder que elijamos entre todos” quien sintetice las aportaciones al debate, y que para ello convendría abrir ya el proceso de primarias y dejar para después la formulación del programa electoral.
Para ser del todo lógico, el argumento debería incluir una salvedad: siempre que el candidato no fuera el propio Jáuregui. Pero la posibilidad de que lo sea ni se contempla, pese a que casi nadie cuestiona su competencia. Pero es un veterano, como Rubalcaba, y lo que necesita el PSOE es, para ese sector, un líder no marcado por el pasado; alguien joven y “capaz de ilusionar y arrastrar” al electorado; como Zapatero en su momento. El criterio de la edad no debería ser tan determinante, pero es cierto que siempre que ha habido alternancia el vencedor ha sido más joven que el presidente saliente o su sucesor designado: González, más joven que Calvo Sotelo, Aznar que González, Zapatero que Rajoy, Rajoy que Rubalcaba.
Parece haber, así pues, una motivación generacional, antes que ideológica. Aunque quizás sería más exacto decir que se atribuye significación ideológica (giro a la izquierda) a la renovación generacional en sí misma. En ese sentido, se comprende la impaciencia de la nueva generación socialista, y su preferencia por alguien como Eduardo Madina (37 años) tanto para liderar el partido como para ser el candidato a la presidencia del Gobierno. En un artículo aparecido en El Confidencial en noviembre pasado, el periodista Gonzalo López Alba, autor de un libro sobre el cambio de liderazgo socialista que precedió al triunfo de Zapatero (El relevo. Taurus. 2002) sostenía que “el futuro del PSOE se llama Eduardo Madina”. Su argumento era que se necesitaba un candidato no quemado en batallas internas y que, si bien a Madina no se le conocían intervenciones memorables, sí tenía clara la necesidad de cambios en la forma de hacer política, para acercarla al ciudadano, y, además, tiene “capacidad de emocionar”. El autor daba por supuesto que Madina nunca sería candidato si la decisión dependía del aparato, pero sí podría serlo compitiendo en unas primarias abiertas, y proponía adelantar estas.
En el debate de estos días hay una confusión entre primarias para elegir candidato, como figura en los estatutos del PSOE, y para la elección del líder del partido, descartada en el anterior Congreso. Esa confusión se explica porque tras la experiencia de la bicefalia Almunia-Borrell se venía dando por supuesto que convenía que líder y candidato fueran la misma persona. Lo que planteaba el problema de cómo conjugar esa conveniencia con la diferente forma de elección de ambas figuras.
Pero entre tanto ha surgido el problema del partido en Galicia, cuyo secretario general, Pachi Vázquez, anunció su intención de convocar, saltándose los estatutos, elecciones primarias a las que se presentaría con la idea de ver reforzada su autoridad. Ello ha influido sin duda en la repentina decisión de la dirección socialista de que también los secretarios generales sean elegidos en primarias. Un día después, se informaba de la propuesta socialista de que las primarias pasasen a ser obligatorias por ley para todos los partidos. Sin precisar si la medida se refería a primarias para elegir candidato o líder. La confusión se trasladó a los medios, que se dividieron entre los que interpretaban que la propuesta se refería a lo uno o a lo otro.
En todo caso, si se quiere que líder y candidato coincidan, un criterio esencial para elegir al secretario general deberá ser su preparación para asumir en su día la responsabilidad de gobernar. Sobre todo ahora que muchas decisiones dependen de discusiones y negociaciones en marcos supranacionales.
Así, entre la impaciencia de unos y el sálvese quien pueda de otros, la dirección socialista se ha visto atrapada en una contradicción. Si lo que importa es el debate de ideas y no de asuntos internos, ¿a qué vienen esas medidas organizativas tan llamativas que de inmediato han ocupado el centro de la discusión? Una leyenda urbana atribuye a un entrenador del Real Madrid de los años noventa a punto de ser destituido este lamento: “Yo quería hacer un debate de ideas, no de personas”.
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