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Columna
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Deber cumplido

El ‘storytelling’ es “el arte de naturalizar los hechos para convertirlos en legítimos y necesarios”

Enrique Gil Calvo
El presidente del Gobierno, en el encuentro organizado por 'The Economist'.
El presidente del Gobierno, en el encuentro organizado por 'The Economist'.ULY MARTÍN

El martes pasado, ante un redactor de The Economist, el presidente Rajoy ofreció lo que bien pudiera ser considerado como el relato oficial de su presidencia: si “no he cumplido con mis promesas” es porque “he cumplido con mi deber”. Y al hablar de relato me refiero a la principal herramienta de comunicación política: el storytelling, o arte de normalizar y naturalizar los hechos para convertirlos en legítimos, justos y necesarios. Se trata de un recurso opuesto a su contrario, el framing (encuadre, enmarcado), que viene a cuestionar y problematizar los hechos para tacharlos de injustos, patológicos o ilegítimos. Hasta ahora, Rajoy recurría a un framing de tipo medicinal o terapéutico, pues definía la crisis como una enfermedad cuyo tratamiento exige administrar al cuerpo social una dolorosa cura de austeridad a base de ajustes, reformas y sacrificios. Pero ahora ha encontrado por fin un relato que contarnos, que como toda narración se basa en la regla de que el fin justifica los medios, como moraleja de un final feliz.

En su libro sobre el storytelling, Christian Salmon propuso como ejemplo más significativo el de la puesta en escena del segundo presidente Bush para justificar su cruenta invasión de Irak, cuando desembarcó en el portaaviones Enterprise disfrazado de piloto de combate con cazadora Top Gun ante una pancarta que rezaba “Misión cumplida”. Pues bien, ahora el presidente Rajoy ha escenificado un montaje análogo para poder pronunciar ante la biblia del periodismo financiero idéntico mensaje: “Deber cumplido”. Así venía a reivindicar un final feliz justificador de su cruenta política de austeridad a cualquier precio. Y de paso, desestimó como irrelevantes todos los “juegos o enredos” referidos a la corrupción, pues lo único “importante” es “cumplir con su deber” en la lucha contra la crisis, igual que Bush dijo cumplir con su misión en la guerra contra el terror.

Ahora bien, el problema que plantean estos relatos políticos no es tanto el de su puesta en escena, por lograda que parezca en esta ocasión tras poner por testigo a Michael Reid como editor de The Economist, sino su verosimilitud. Es decir, su credibilidad. ¿De verdad ha cumplido Rajoy con su deber? ¿Ha tenido éxito en su misión de combatir la crisis con el arma de la austeridad a cualquier precio? Así lo afirma la propaganda de su partido y de su Gobierno, al sostener que las reformas aplicadas (consolidación fiscal, flexibilización laboral y saneamiento bancario) han alcanzado sus objetivos recuperando la competitividad y la confianza de los mercados, como demostraría la mejora del saldo exterior y el control de la prima de riesgo. Pero cabe dudarlo. Y si esa presunción se puede poner en duda es por dos tipos de razones: los datos objetivos y la autoría de la supuesta mejora.

Ante todo, no es cierto que la austeridad haya tenido éxito en la lucha contra la recesión. Por el contrario, no solo la ha agravado sino que ha diferido todavía más la cada vez más lejana reactivación. Sea cual sea el indicador que se utilice (caída del PIB y de la producción industrial, incremento del paro y destrucción de empleo, pérdida de afiliados a la seguridad social, cierre de empresas, aumento de los ERE y las suspensiones de pagos, pérdida del poder adquisitivo de los salarios, caída de la renta familiar disponible, hundimiento del consumo, empobrecimiento general, aumento de la desigualdad y la exclusión social, incremento de los desahucios…), en todos los casos las cifras del año 2012 se han agravado mucho más que las de 2011. Y si el saldo exterior ha mejorado, lo ha hecho por la caída brutal de las importaciones, más que por el leve ascenso de las exportaciones.

En cuanto a la confianza de los mercados en la economía española, es verdad que se ha recuperado, a juzgar por la prima de riesgo estabilizada en 350 puntos básicos (aunque siga siendo una cifra insostenible en el tiempo). Pero aquí debemos preguntarnos si esa mejora se debe, o no, a la acción de gobierno de Rajoy. Y para ser objetivos habrá de reconocerse que no. Por el contrario, este Gobierno nos hundió en la peor crisis financiera que se haya visto nunca: la iniciada en mayo con la quiebra de Bankia para colapsarse en julio con la petición de rescate bancario, ascendiendo la prima de riesgo a 638 pb. Y quien nos salvó de esa crisis agónica no fue la acción del Gobierno español sino la exigencia de Bruselas, que nos impuso el MoU con su reforma de la supervisión financiera, y el respaldo oficial del BCE, cuyo presidente Draghi pronunció aquellas palabras mágicas (“créanme, será suficiente”) como sello de garantía para España e Italia. Por tanto, quien ha cumplido con su deber no fue Rajoy sino los hombres de negro que se lo dictan y le supervisan, como emisarios de Fráncfort y Bruselas.

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