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Mas corta el intento de Rajoy y el Príncipe de buscar un reencuentro

El presidente catalán apela a los agravios mientras el líder del PP habla de entendimiento. Ambos líderes ni siquiera acordaron un próximo encuentro

Carlos E. Cué

Las cosas no están nada fáciles en Cataluña para el Gobierno. Mariano Rajoy y el príncipe Felipe, dos de los principales interesados en frenar la oleada independentista, comprobaron ayer lo lejos que queda un posible entendimiento entre el Ejecutivo central y la Generalitat. Tanto el presidente, con un discurso más político, como el Príncipe de Asturias y de Girona, más institucional, aprovecharon la inauguración del AVE a Girona y Figueres, que conectará con Francia el próximo abril, para buscar puntos de encuentro. La estrategia del Ejecutivo pasa ahora, después de una campaña electoral durísima, por rebajar la tensión. Y a ello se dedicaron tanto el Príncipe, que habló la mitad del tiempo en catalán con buen acento, como Rajoy. Pero Artur Mas cortó en seco ese intento de mejorar el ambiente con un recordatorio de agravios.

El heredero, con mejor valoración en Cataluña que su padre, el Rey, tiene un papel importante en los intentos por reconducir la situación política en Cataluña, según diversas fuentes del PP y de CiU. Y ayer aseguró que esta infraestructura “contribuye a cohesionar y vertebrar territorialmente nuestro país”. Con mucha cautela, don Felipe lanzó algunos mensajes, como el hecho de que este AVE es un “proyecto de Estado” y con una última llamada a “juntar fuerzas”.

Todo era simbólico ayer: una infraestructura pagada por el Estado, pero que une territorio catalán — “Cataluña es la única comunidad con todas sus capitales unidas por AVE”, recordó Rajoy—, inaugurada por el príncipe de Girona, en plena crisis independentista, mientras la Generalitat sienta las bases para la convocatoria de la consulta en 2014 y empieza a crear una agencia tributaria propia. Y en ese ambiente de símbolos, cada uno acudió al que más le convenía.

Rajoy, que al contrario del Príncipe no dijo ni una sola palabra en catalán, trató de reivindicar la unidad con la idea de que “Cataluña debe seguir siendo polo y pilastra de España, como dejó dicho el gran maestro gerundense Jaume Vicens Vives”.

Pero mientras el presidente del Gobierno, el heredero de la Corona y la ministra de Fomento, Ana Pastor, venidos desde Madrid, lanzaban este tipo de discurso lleno de guiños de acercamiento, los representantes catalanes demostraron muy claramente que ese no es el ambiente que se respira allí. Primero habló el alcalde de Girona, Carles Puigdemont, de CiU, durísimo, con la idea que el AVE llega muy tarde y ese retraso deja “heridas demoledoras”. Y después, Artur Mas, el presidente de la Generalitat, que avaló las palabras de su compañero de partido y sobre todo, y pese a ser un acto más bien protocolario, exhibió una lista de agravios que molestó muchísimo al Gobierno y al PP.

Mas se olvidó de la corrección política y habló muy claro. Para Rajoy, el AVE es “un ejemplo de lo que llamamos hacer país” y que debe servir para “unir territorios”. “Los raíles del AVE son vías de entendimiento”, llegó a decir. Para Mas es lo contrario: una vía de salida de Cataluña hacia Europa. Tanto que dejó caer de forma indirecta su proyecto de nuevo Estado dentro de Europa. “En este momento de debates de muchas características entre Cataluña y el resto del Estado, esta conexión con Europa muestra la aspiración europea de Cataluña. La unidad de mercado no la hemos de buscar en los Estados tradicionales sino nosotros a escala europea”, planteó el presidente catalán.

Esta idea de los “Estados tradicionales”, esto es España, es muy clara. Pero por si fuera poca muestra del distanciamiento, Mas fue muy duro: “Cuando determinados medios presentan casi como un privilegio para Cataluña esta infraestructura, como una Cataluña muy bien tratada, quiero recordar que este es el territorio con menos dotaciones de infraestructuras públicas. Es el que más contribuye y el que tiene menos inversión pública, que compensamos con la privada”. “Bienvenido sea este acto de justicia con Cataluña”, llegó a proclamar.

Mas insistió también en ese retraso del que habló el alcalde de Girona, recordó que hace ya 20 años que se inauguró el AVE a Sevilla, y dijo que la conexión con Francia es “una vieja aspiración de Cataluña” que incluso viene del siglo XIX, cuando en esta comunidad se construyó el primer ferrocarril de la Península ibérica —el Barcelona-Mataró—, que después siguió hasta Portbou, ya en la frontera, en 1878.

Siempre en el tono de agravio, Mas dijo que aún hay “muchas cosas pendientes” en las infraestructuras catalanas, mientras Rajoy exhibía los números para demostrar que, pese a la crisis, tanto su Gobierno como el anterior —en la inauguración estaba José Blanco, exministro de Fomento— han hecho una clara apuesta por Cataluña, donde se han invertido desde el año 2000, 10.000 millones de euros solo para infraestructuras ferroviarias, el 20% del total, y este año 1.079, un 23%.

Antes y después de los discursos, Rajoy y Mas tuvieron varias horas para charlar durante el viaje. Iban sentados a escasos centímetros, en un grupo de cuatro asientos con el Príncipe y la ministra. Ante las cámaras, sabiendo que sus gestos iban a ser analizados, ambos trataron de mostrar normalidad aunque sin entusiasmos. Aprovecharon para hablar de fútbol, de la propia infraestructura o de lo que habían adelgazado o engordado estas Navidades.

Después, ya sin cámaras, la charla siguió con cordialidad y hablaron mucho de economía y de infraestructuras, pero siempre con el Príncipe delante, lo que según fuentes gubernamentales impidió que hablaran de los problemas de fondo y de la cuestión soberanista. Durante el trayecto ferroviario, Mas no se animó a hablar a Rajoy sobre la consulta soberanista que planea, al contrario de que había apuntado CiU.

Rajoy y Mas nunca tuvieron mala relación — “es difícil discutir con el presidente”, llegó a decir Mas después de la última y fallida reunión en septiembre pasado en La Moncloa— pero ahora la distancia es enorme. La interlocución entre ellos y sus entornos es casi nula. El intento de acercamiento que suponía este encuentro, el primero desde aquella malograda cita en La Moncloa, no parece haber tenido efecto. Tanto es así que ni ellos ni sus equipos fueron ni siquiera capaces ayer de cerrar una fecha para la prevista reunión en La Moncloa. Mas, de hecho, ni siquiera la ha pedido oficialmente, según el Gobierno, aunque su portavoz apuntó que sería bueno y Rajoy dijo que le recibirá “cuando quiera”.

Ante esta situación, el Gobierno se prepara para un lento goteo de enfrentamientos con la Generalitat. Rajoy tratará de mostrar su cara más amable pero solo puede ofrecerle a Mas lo que ya ha planteado: una mejora de la financiación. En ningún caso puede aceptar la consulta, explican en el Ejecutivo.

La única esperanza del Gobierno pasa pues, en el más puro estilo de Rajoy, por dejar pasar el tiempo y confiar en que las dificultades económicas y la distancia de todo tipo entre CiU y ERC deterioren poco a poco el pacto hasta que se pueda plantear una nueva alianza con el PP o el PSC o ambos.

El Gobierno utilizará sus resortes para empujar hacia esa ruptura, incluida la presión de los grandes empresarios catalanes, molestos con el pacto con ERC y la nueva política fiscal que eso implica. Pero es una jugada arriesgada, admiten en el PP, porque Mas parece dispuesto, y así lo demostró ayer con un discurso inesperadamente áspero delante de Rajoy y del Príncipe, a seguir el camino iniciado tras la fracasada cita en La Moncloa. Como es tradicional con el presidente, solo el tiempo dará la respuesta.

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