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Adelina Kondrátieva, combatiente de la Guerra Civil española

Marcada por esa etapa, presidía la Asociación Archivo, Guerra y Exilio

Adelina Kondrátieva, en diciembre de 2008.
Adelina Kondrátieva, en diciembre de 2008.GORKA LEJARCEGI

Adelina Kondrátieva quedó marcada de por vida por su experiencia en el bando republicano durante los años de la Guerra Civil en España, lo que le llevó décadas después a ser una de las principales defensoras de la memoria histórica, impulsando el Homenaje a las Brigadas Internacionales de 1996 y, al año siguiente, la Asociación Archivo, Guerra y Exilio (AGE), que presidió hasta su muerte, acaecida en Moscú el 14 de diciembre, a los 95 años.

Su apellido de soltera era Abramson. Adelina nació en 1917 en Buenos Aires, donde su padre Benjamín huyó con su familia del régimen zarista. En 1932, Adelina llegó con sus padres a la Unión Soviética y, cinco años más tarde, con 19 años, partió a luchar a España. Corría el mes de enero, y con su padre, después de muchas peripecias, llegaron a Barcelona. Benjamín se quedó allí, y Adelina siguió a Valencia, y acabó sirviendo en la Aviación Republicana como intérprete y traductora, llegando a obtener el grado de teniente.

De regreso a Moscú, en 1938, Adelina ingresó en la Universidad Obrera para adultos, donde se especializó en la historia del movimiento sindical latinoamericano. Durante la II Guerra Mundial trabajó como intérprete de los prisioneros italianos en el frente ruso. Después de la guerra, se reincorporó al Instituto Militar de Idiomas y se casó con Alexandr Kondrátieva. Con este militar tuvo una hija, Yelena. Sobre aquella época recordaría más tarde: de vuelta en Rusia “sentí que caía en un vacío: zozobra, incertidumbre y miedo reinaban no solo en nuestra familia, sino en muchos de los que regresaron de España”.

Su familia sufrió la represión estaliniana: su padre, como muchos otros combatientes en la Guerra Civil, fue acusado de trotskista y detenido en 1951. Lo condenaron a cinco años de gulag con posterior destierro. “Éramos impotentes mártires y cómplices”, y se lamentaba de “no haber abierto los ojos antes”, decía sobre ella misma y su familia.

Décadas después de los años de lucha que la cambiarían, ya en la organización AGE trabajó activamente en la digitalización de archivo y documentos sobre la Guerra Civil, y recorrió Rusia y otros países animando a los exbrigadistas a recuperar la memoria histórica. En el Comité de Veteranos de Rusia encabezó la sección española de militares participantes en la Guerra Civil, y mantuvo una fructífera relación en el Centro Español de Moscú y con los hispanistas rusos.

Con su hermana Paulina escribió un libro de memorias, Mosaico roto, publicado en Madrid en 1994. Nacida en Argentina, criada en Rusia, era en España donde Adelina quería morir, país al que volvió periódicamente a partir de los noventa. Desgraciadamente, ese último sueño no pudo ser.

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