76 años para desandar seis kilómetros
Isabel Alameda entierra ahora juntos a su padre y su hermano, fusilados en 1936
Los mataron con poco más de un mes de diferencia. Primero, a finales de agosto de 1936, a Marcial Alameda, de 17 años, y después, el 8 de octubre, a su padre, Tiziano, de 43. A seis kilómetros de distancia uno del otro. Así han permanecido 76 años: enterrados en dos fosas comunes junto a otros esqueletos sin nombre. Hasta el pasado domingo, cuando Isabel Alameda, de 88 años, pudo enterrar a su padre y a su hermano bajo una lápida, junto a su madre, y delante de un sacerdote que ofició la ceremonia en el cementerio de Aranda de Duero (Burgos). “Fue muy emocionante. Está contenta por haber podido darles digna sepultura . Y muy agradecida”, dice Maribel, hija de Isabel.
Los restos de Tiziano fueron exhumados en julio del año pasado en Gumiel de Izán (Burgos) entre una cordillera de cuerpos de más de 30 metros de largo en la que los arqueólogos recuperaron 59 esqueletos cubiertos con cal. Los habían sepultado, obligados, los barrenderos del pueblo. Tiziano llevaba un cepillo de dientes.
El mismo equipo de Aranzadi, dirigido por el forense Francisco Etxeberria, había recuperado en el verano de 2009 los restos de su hijo Marcial de otra fosa en Milagros (Burgos), donde yacía con 44 hombres y un adolescente de 16 años. Una reciente prueba de ADN confirmó su identidad.
“Tiziano era empleado de Renfe y su hijo, estudiante. Marcial tuvo la mala suerte de cruzarse con una camioneta en la que un grupo de falangistas llevaba a un grupo de hombres a fusilar. Y lo subieron a él también”, explica José Ignacio Casado, coordinador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en Burgos. Marcial llevaba el día que lo fusilaron tres duros que en algún momento escondió en el calcetín, pensando que lo más que iban hacerle aquel día de agosto de 1936 era robarle. Aparecieron entre los huesos del pie y la suela de la alpargata, junto a las balas que lo mataron.
Su padre estaba entonces preso en la cárcel de Aranda. “Mi madre siempre ha contado que le denunciaron vecinos del pueblo. Que fue una venganza”, explica Maribel. “Todos los días iban a verle a la cárcel a llevarle comida, hasta que un día les dijeron que ya no estaba allí y entendieron que lo habían matado”.
Tiziano dejaba viuda y cuatro hijos de 12, 14, 15 y 16 años. “Emilio, el de 15, estaba entonces en Madrid y pasó la mayor parte de la guerra sin poder volver a casa. Se suicidó poco después de enterarse de que su padre y su hermano habían sido fusilados. En una especie de libro de familia, había escrito, junto a las fotografías de su padre y su hermano: ‘Ejecutado cruelmente por la horda de bandidos fascistas”, explica Casado.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha recuperado los restos de más de 500 fusilados en el Valle del Duero burgalés. El Gobierno acaba de retirar de los Presupuestos la partida que permitía abrir fosas como estas y cerrar heridas como la de Isabel.
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