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Columna
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Septiembre negro

Rajoy ha podido enmascarar hasta hoy las razones del fracaso de su política anticrisis

Antonio Elorza

Hay un viejo dicho que para reflejar la mala suerte de un director de circo, nos dice que le crecen los enanos. Algo así viene sucediéndole a nuestro país en estos últimos tiempos. Tal vez la muestra más clara sea el episodio de la llegada de subsaharianos a la Isla de Tierra, resuelto gracias a la ejemplar colaboración de Marruecos, y que nos recuerda el absurdo de conservar bajo nuestra soberanía una serie de pedruscos estériles a un paso de la costa marroquí. Solo sirven para evocar un pasado colonial y para crear problemas, como este o como el de Perejil. Cierto que su entrega al reino alauí encuentra un obstáculo en el irredentismo del vecino del sur, que cobraría alas para insistir en la anexión de Ceuta y Melilla, casos del todo diferentes al ser ciudades cuyos habitantes inequívocamente desean permanecer bajo soberanía española. Pero en cualquier caso el status quo encierra un riesgo para todos.

No menos sorprendente ha sido el desarrollo del episodio que parecía abocar a la concesión de la libertad condicional al etarra enfermo de cáncer. La ejecutoria de Uribetxeberria no propiciaba el ejercicio del humanitarismo y es explicable que a las asociaciones de víctimas se les quebrara el alma al contemplar la previsible excarcelación del verdugo de Ortega Lara. Solo que los derechos humanos han de ser aplicados al buen ciudadano y también al peor criminal, y tanto el Código Penal como el Reglamento Penitenciario disponen unívocamente que el requisito para la condicional no consiste estrictamente en ser enfermo “terminal”, sino “enfermo muy grave con padecimientos incurables”. El diagnóstico de carcinoma con metástasis al pulmón y al cerebelo, que por desgracia conozco de cerca a título personal, de ser correcto, encaja plenamente en ese criterio y por consiguiente avala la resolución del juez Castro; la cual indirectamente responde a la voluntad del ministro del Interior de conjugar firmeza en el marco del Estado de derecho con ausencia de intención punitiva en la política sobre ETA.

De momento, el proceso se ha visto interrumpido por el recurso emitido por la Fiscalía de la Audiencia Nacional, que en su espíritu beligerante recuerda el recurso elaborado hace años por su fiscal jefe frente al auto de Garzón sobre las víctimas del franquismo: en su texto no solo hay argumentos —muy dudosos en este caso, consecuencia de fundarse en el informe de una forense que incumplió el mandato de visitar al enfermo—, sino una cascada de descalificaciones contra la actuación del juez Castro. Confiemos en que no se repita el caso Garzón, cuyo punto de partida, suele olvidarse, fue el desaforado escrito del fiscal Zaragoza.

De momento, ganan los amigos políticos del carcelero, que se han dado el lujo de responder con serenidad, y pierden la imagen del Estado de derecho y la racionalidad impresa a la política antiterrorista por Interior, resucitando el espíritu de fronda en los sectores más reaccionarios del PP.

Curiosamente es el único momento en que la cohesión interna del partido de gobierno se vio realmente erosionada. La política llevada a cabo por el jefe de la oposición, Rubalcaba, tiene por único efecto visible privar a Rajoy de apoyo en cuestiones capitales de interés estatal, como la negociación en curso para el rescate. En lo demás, la ausencia de análisis concretos y la obsesión por evitar cualquier referencia a la génesis de la crisis bajo Zapatero, vienen haciendo de las declaraciones socialistas una simple caja de resonancia del malestar general, sin aportarle nada, ya que para estimar que el Gobierno fracasaba, sus declaraciones o aun más, las crispadas de sus portavoces femeninas, la voz socialista sobraba. Un buen ejemplo sería el artículo firmado por el propio Rubalcaba en estas páginas sobre “los hombres de negro” interviniendo en las comunidades autónomas: toda valoración de los elementos disfuncionales registrados en la actuación económica de las mismas estaba ausente. Un discurso primario que resulta inocuo para el Gobierno de Rajoy.

Así este ha podido enmascarar hasta hoy las razones del fracaso de su política anticrisis, poniendo por delante el día a día, hasta el punto de presentar el nuevo rescate como un gran éxito. Por debajo sigue el avance de su contrarreforma, cuyo emblema sería la exaltación de la cultura de los toros a costa de la destrucción de la cultura. Recordemos la privación de recursos para la universidad pública, el copo de la televisión estatal por sus leales y la crisis financiera inevitable para teatro y cine. Más Gallardón con su pena de muerte y antiabortismo.

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