La última noche en el gueto
Marruecos captura a centenares de inmigrantes subsaharianos en el monte Gurugú en los últimos días, tras el intento masivo de asalto a la valla de Melilla
Entre los pinos, la basura acumulada de meses, quizá de años, huele mal. En el suelo se ven plásticos, latas oxidadas y porquería de diversa procedencia rodeada de tierra y piñas secas. Hay algunas camisetas sucias y raídas colgadas de una rama. Esta noche apenas tienen qué comer. Tan solo un trozo de carne de cordero maloliente recogido de la basura. Tampoco hay ningún cartón o manta sobre los que dormir. Hace unas horas, la policía ha reventado el campamento y se lo ha llevado todo.
Esto es el gueto. O uno de ellos, más bien. Las residencias a la intemperie separadas por nacionalidades que los inmigrantes africanos han improvisado en el monte Gurugú, en Marruecos, para planear y preparar cómo cruzar la frontera y llegar a Melilla. Unos 50 jóvenes asustados se sientan en torno al fuego el viernes por la noche. Se han mezclado los grupos de Costa de Marfil, Malí, Níger y Burkina Faso. Para muchos, quizá sea su última cena en el bosque. En los últimos tres días la policía marroquí los ha capturado a centenares.
La Guardia Civil cree que ahora la situación está controlada
Después de los dos últimos grandes asaltos a la valla de Melilla la madrugada del sábado al domingo pasado, cuando 450 subsaharianos intentaron pasar a España (60 lo consiguieron) y después de que la delegación del Gobierno en la ciudad autónoma asegurara que un millar de inmigrantes esperaban en las inmediaciones de la frontera para intentar atravesarla ilegalmente, Marruecos se ha puesto manos a la obra. Los persigue por el Gurugú, los arresta y los mete después en grandes autocares de línea blancos custodiados por agentes rumbo a la comisaría de Nador, como ha comprobado este periódico. Después los envía a Oujda, en la frontera con Argelia, desde donde, nuevamente libres, tratarán de regresar una vez más a Melilla.
Observado desde el Gurugú, el trabajo de los agentes marroquíes parece la caza del negro. Policías de azul peinan el monte dos o tres veces al día en busca de los jóvenes, casi todos en torno a los 20 años; alguno de ellos menor de edad. Abajo esperan los autobuses vacíos. Dos oficiales, uno con uniforme y otro sin él, vigilaban ayer a mediodía con prismáticos el trabajo de los operativos desde las colinas aledañas.
Si una vía empieza a funcionar, enseguida se corre la voz”, explica un agente
Según pasan los días, y los inmigrantes se dan cuenta de que la voluntad de echarlos del monte es cada vez más seria, tienen más miedo de ser descubiertos. Ya no bajan al mercado de Beni Enzar al final del día para buscar entre las sobras y la basura, como solían hacer. Tampoco se atreven a ir a Farhana. Los vecinos de este pueblo aseguran que hace días que no los ven y que antes aparecían siempre en pequeños grupos para pedir dinero y comida. Ir a buscar agua a los manantiales tampoco les resulta fácil, por lo que agradecen cualquier botella que les dan los excursionistas.
La supervivencia se ha convertido en algo muy complicado, por lo que muchos han huido a los montes de Nador. Desde allí no podrán preparar su salto a España, pero dicen que al menos estarán tranquilos unos días. Todos aseguran que los arrestos son muy violentos y que los agentes marroquíes les pegan por sistema. Uno de ellos enseña una pierna con una herida muy profunda y aún abierta. Dice que se la provocó la policía marroquí.
“La Guardia Civil no nos pega, pero los marroquíes sí. Mucho. Sin parar. En cuanto te cogen te dan una paliza”, dice Yusuf Kaba, de 19 años, de Costa de Marfil. Más de una treintena de inmigrantes coinciden en la misma denuncia. Por su parte, la Guardia Civil y las fuerzas armadas marroquíes les acusan de emplear una gran agresividad en los intentos de cruzar la frontera. El ministro del Interior del reino alauí informó en julio de que un miembro del Ejército había fallecido a consecuencia de las pedradas de los inmigrantes. Ellos lo niegan.
Con las detenciones de estos días, el temor de las autoridades, tanto españolas como marroquíes, a que continúen los asaltos de centenares de inmigrantes a la valla ha disminuido extraordinariamente. España cree que la situación parece estar más controlada, según afirma un responsable de la Guardia Civil. Si todo sigue tranquilo, el helicóptero que ha sobrevolado Melilla durante los últimos días como medida disuasoria dejará de hacerlo. Las autoridades españolas, que ayer ya habían oído algo de las redadas masivas de los últimos días en Marruecos, están más relajadas.
Pero hay preguntas para las que nadie parece tener respuesta. ¿Por qué ha aumentado tanto este año el número de inmigrantes? ¿Por qué estos han vuelto a usar la valla como forma de entrada, método que apenas han utilizado los subsaharianos desde la crisis migratoria del verano de 2005? ¿Cómo es posible que, con la situación económica que vive España, sea este precisamente el año elegido para que acudan a la frontera el triple de inmigrantes de los que lo hicieron el año pasado?
¿Que España está en crisis? África está muerta”, dice un inmigrante
Lo único claro son los datos. Efectivamente, la presión migratoria sobre Melilla se ha incrementado. “Durante los últimos años ha habido unas bolsas de inmigrantes en la frontera marroquí de en torno a las 200 o 300 personas”, afirma un responsable de la Guardia Civil de Melilla. “Este año hemos tenido unos picos de 1.000. El número de inmigrantes comenzó a aumentar hace unos meses, y en julio y agosto ha llegado a sus máximos. Eso sí, desconocemos las razones”. Los propios inmigrantes del gueto también dicen que antes de las redadas de los últimos días había en el Gurugú en torno a 500 personas y que otros grupos se esconden en montes más lejanos.
El hecho de que el número de subsaharianos aumente es uno de los motivos que explican que vuelvan a utilizar la valla, cuya altura se duplicó en 2005 de tres a seis metros, como forma de entrada. “Desde 2005 había habido muy pocos casos”, continúa el mando de la Guardia Civil. “Solo alguna persona aislada. Pero cuando hay grandes bolsas de inmigrantes, como ha ocurrido este año, es más fácil para ellos porque lo intentan en grupos grandes y siempre consiguen pasar algunos. Es muy difícil controlar a 200 personas corriendo a la vez. Y, cuando empieza a funcionar una vía, enseguida se corre la voz”.
Por otro lado, la crisis que vive España no es del todo disuasoria. Incluso sabiendo que muchos africanos están regresando a sus países desde Europa por falta de trabajo, ellos confían en encontrar algo mejor que lo que tenían. “¿Que España está en crisis? ¿Que Europa está en crisis? África está peor que en crisis; está muerta”, dice Seydou, de 22 años, de Burkina Faso, que lleva ocho meses en uno de los guetos del Gurugú. “Mi abuelo fue pobre. Mi padre fue pobre. Mi madre fue pobre. Yo soy pobre. No me imagino que, por mucha crisis que haya, en España pueda pasar nada peor de lo que pasa en mi país”.
Pero la pregunta esencial sigue intacta: ¿Por qué hay más inmigrantes este año que los anteriores? Los subsaharianos no tienen respuesta. Cada uno está en el Gurugú por distintas razones. Algunos han llegado después de trabajar durante algunos periodos en Rabat como albañiles. Otros vienen directamente de sus países. A algunos, alguien les dijo que era un buen momento para saltar la valla. En todo caso, la actuación de estos días de la policía marroquí deja clara una cosa: cuando el reino alauí tiene la voluntad de alejar de la frontera a las bolsas de inmigrantes, lo hace sin contemplaciones. Por lo tanto, si se acumula un millar de personas algo ha fallado, involuntaria o voluntariamente.
Marruecos detiene a los subsaharianos y los lleva a la frontera con Argelia
De fondo, siempre queda la sospecha de que Marruecos utiliza la política migratoria como forma de presión diplomática. Precisamente, en la próxima cumbre hispano-marroquí —que se iba a celebrar el 12 de septiembre pero que Marruecos ha pospuesto para una fecha sin determinar— Mariano Rajoy y Mohamed VI volverán a abordar esta cuestión, sobre la mesa en la mayoría de encuentros bilaterales entre Madrid y Rabat. Mientras tanto algunos habitantes del gueto se marcharán. Otros, incombustibles, aseguran que nunca dejarán la frontera. Como Alou, de Costa de Marfil: “Así tarde 10 años, y así tenga que vivir en el bosque esos 10 años, entraré en Melilla”.
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