“He sido muy valiente. No vuelvo derrotado”
Sixto Rodas, va a montar una pollería en su país, Bolivia. Por primera vez en su vida no tendrá jefes
Cuando vino a Madrid, Sixto Rodas ya sabía que iba a volver a Bolivia. Tenía, con su mujer, un objetivo muy concreto: ganar el dinero suficiente para pagar una deuda de 10.000 dólares —por su coche y unos perfumes que había adquirido su esposa para vender— y para comprar una casa en su país. Eso fue hace seis años. Este mes, Sixto, de 38, hace el camino de regreso, antes de tiempo, habiendo conseguido solo la mitad del plan —saldar la deuda— y sin su mujer. “Aquí las cosas no nos salieron como habíamos pensado. Nos hemos separado”, explica mirando al suelo. Pero Sixto regresa con un proyecto nuevo y 1.500 euros de ayuda para hacerlo: montar su negocio, no tener jefe por primera vez en su vida.
Es la tercera modalidad que ofrece el Ministerio de Empleo para los inmigrantes que quieran regresar a casa. Se llama plan de retorno productivo y consiste en dar al extranjero que quiere volver, además del dinero del billete de vuelta, una ayuda económica y la formación necesaria para montar un pequeño negocio en su país. Es el programa más desconocido y el que menos beneficiarios tiene: 99 en 2010; 100 el año pasado, la mayoría, bolivianos, como Sixto. “Se va menos gente con este programa que con otros porque no todo el mundo encaja en el perfil. Tienen que ser emprendedores, tener alguna capacitación para poder trabajar por cuenta propia”, explica María Luz Valdivia, coordinadora general de la Asociación de Cooperación Bolivia-España (Acobe), una de las que gestiona este programa de retorno.
Sixto quiere montar una pollería en Santa Cruz. “Voy a llamarla La Kantuta”. El nombre, aclara, tiene mucha intención. La kantuta es la flor típica de Bolivia, pero justo en la zona donde él vive, no la hay. Su Kantuta será la única. “Y allí voy a hacer todo lo que he aprendido aquí. Aquí se hacen las cosas como es debido”.
Sixto ha recibido en Acobe, además de los 1.500 euros de ayuda, un curso de fiscalización, manipulación de alimentos, marketing... porque lo que va a hacer en Bolivia no tiene nada que ver con lo que ha estado haciendo en España. “Aquí he sido lo que llaman un manitas. Sobre todo, me he dedicado a la pintura, las reformas”, dice mientras juega con una espátula de pintor, el objeto más valioso en su maleta de vuelta.
Sixto cuenta que en España tuvo un año muy bueno, 2007, pero que a partir de ahí, con la llegada de la crisis, todo empezó a torcerse. “Antes trabajaba todos los días, sábados, domingos. Había muchos trabajos que los españoles no querían hacer. Ahora lo cogen todo. Tengo muchos amigos que han vuelto a su país por eso”.
Por ese motivo ha decidido Sixto regresar a Bolivia. “Las cosas no están bien aquí. No hay trabajo. Me costó tomar la decisión, pero tengo que hacerlo”. Decidirse fue difícil —lo hizo el pasado enero— porque marcharse supone separarse de dos de sus hijos, de 16 y 13 años, que se quedarán en España con su madre. “Las cosas no salieron como pensamos”, repite con tristeza. En Bolivia podrá reunirse con el mayor, que ahora tiene 19, al que ha estado enviando dinero estos seis años.
“No vuelvo como un derrotado”, aclara enseguida. “Vuelvo con la frente alta. He sido valiente”. En estos seis años, Sixto cuenta que ha pasado ocho noches en calabozos de una comisaría por no tener papeles. Una por cada vez que le detuvieron. “Como eres un indocumentado, te coge la policía y te trata como si fueras un delincuente. Eso le afecta mucho a uno”, explica antes de hacer una larga pausa. “He perdido trabajos por estar en un calabozo. Antes procuraba no salir mucho a la calle, evitar el metro... para que no me cogieran. Desde que sé que me voy, ya no tengo miedo. Además, ahora, el Gobierno ha dicho que eso que hacía la policía de detenernos y tratarnos como delincuentes ya no se puede hacer”.
En España, Sixto nunca ha tenido papeles. Tampoco vacaciones. El único momento de ocio que recuerda es una tarde en los toros, en Las Ventas. “Me gustan mucho, ¡pero la entrada es muy cara!”. De trabajo en trabajo ha conocido Valencia, Menorca, Benidorm, Murcia... Una vez le coincidió con las fallas. “Me gustaron, pero ¡al final lo queman todo!”.
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