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Columna
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Pero Soraya...

En todo colectivo, un Gobierno, un equipo de fútbol, una redacción, y hasta en un matrimonio, siempre hay alguien en el que se apoyan los otros para explicar que no todo está perdido

Juan Cruz

En todo colectivo, un Gobierno, un equipo de fútbol, una redacción, y hasta en un matrimonio, siempre hay alguien en el que se apoyan los otros para explicar que no todo está perdido. Que el entrenador es un bocazas, pero este jugador...; que este redactor es intratable, pero este otro... El pero mejorativo es el bastón de todas las desgracias, o al menos es el paño de lágrimas, la última esperanza, la luz al final del túnel. En los Gobiernos que hemos tenido siempre hubo peros mejorativos. Pero Solbes, Pero Carmen Alborch, Pero Semprún, Pero Rajoy, Pero Adolfo Suárez (pero este pero se puso después de que ya no estuviera Adolfo Suárez...) En este Gobierno, el de Rajoy, hay algunos peros. Por ejemplo, están el Pero Margallo, la Pero Pastor... Antes, en el PP, se decía “Pero Gallardón”, lo que pasa es que Gallardón se quitó a sí mismo el Pero, y es cuando no paran de ponerle peros.

Esto de las listas es como la lista de los más vendidos. Cada uno pone el que quiere, el último que lo hizo bien (a nuestro juicio), o el último, simplemente, porque hay gente que prefiere a los últimos en lugar de a los primeros. Aparte de Manglano, Pastor y el que ustedes quieran, se abre paso el Pero mayor del Gobierno, Pero Soraya. Como suele decir Miguel Ángel Aguilar burlándose de la manía de citar fuentes que los periodistas nos inventamos (no todos, no todos), noticias procedentes de La Moncloa relatan el aprecio que esta mujer resoluta y abierta está desatando entre los que van a verla, extranjeros y españoles. Lo que dicen de ella es que se sabe los asuntos, que exhibe papeles que se ha estudiado, que los subraya (en papel, tiene el iPad en la nevera) y que los examina con otros por si ella no entiende. Y, además, cuando habla sonríe lo preciso, pero tampoco se pasa de broncas. Román Orozco me contó el otro día en Manzanares (Ciudad Real) lo que le pasó con un guardia civil, que se le acercó pegándole una bronca y anunciándole una multa. Le dijo el veterano periodista: “O multa o bronca, decídase”. Y es que ahora ves a los políticos (a los que tienen que hablar para ganarse atención) abroncando al personal, como si el personal (mayormente periodístico) tuviera la culpa de lo que pasa. O de lo que se interpreta que pasa.

A Soraya la conocí en 2006, cuando su partido estaba en mínimos y ella era casi la única tropa de la que disponía Rajoy en ese momento. El periódico le pidió que buscara un interlocutor para una serie de almuerzos con gente que le fuera a caer bien (Pep Guardiola eligió a Rafael Azcona, o viceversa), y ella pidió juntarse con el campeón de las motos Toni Elías. A ella la requería Federico Trillo en Madrid, para presentar un recurso, pues entonces se presentaban muchos recursos, y casi todos los presentaba Trillo (que nunca fue Pero Trillo). Hubo una huelga de aviones, y un avión debíamos tomar para almorzar con Elías en Barcelona. Aguantó la mujer, una chiquilla entonces, y luego almorzó en un pispás, pues Trillo seguía requeriéndola de recursos. Lo primero que ella le dijo a Elías fue:

— Yo llevo la moto hoy.

Y le empezó a preguntar: “¿Qué sientes cuando pierdes el control?”. Ella lleva la moto y ella tiene el control. Por eso la llaman Pero Soraya. Y es mucho Pero esta Soraya Sáenz de Santamaría.

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