España y Portugal encaran una cumbre marcada por la crisis
La reunión hispano portuguesa llega en un momento de incertidumbre económica en los dos países, con varios puntos pendientes, como las conexiones ferroviarias o los peajes
La cumbre hispano-portuguesa que se celebra este miércoles en Oporto y que reúne a una quincena de ministros de los dos países —además del presidente de Gobierno español, Mariano Rajoy, y el primer ministro portugués Pedro Passos Coelho, los dos de la misma familia política— llega en un momento determinante: los dos países se encuentran en un momento crucial desde el punto de vista económico (Portugal rescatado hace un año, España, zarandeada cada vez más por la crisis económica), en una semana marcada por las elecciones francesas y griegas y las cada vez más numerosas voces que piden en Europa menos medidas de austeridad y más encaminadas a estimular la economía. Con todo, los dos líderes conservadores ibéricos se caracterizan —por ahora— por ser defensores a ultranza de la lucha contra el déficit. Esta ha sido la bandera del primer ministro portugués desde que, en junio, se alzara con el poder, yendo, a veces, más lejos en los recortes que la propia troika y sus imposiciones.
En teoría, las cumbres hispano-portuguesas se debían celebrar cada año. Pero una particular correlación de elecciones, tomas de poder y cambios de Gobierno han causado que esta reunión no se lleve a cabo desde 2009. En aquella fecha, el primer ministro portugués era el socialista José Sócrates y el presidente español el también socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Desde entonces, han cambiado muchas cosas en los dos países y otras muchas en las relaciones bilaterales. Una de ellas, consecuencia de la crisis, ha sido el abandono —por iniciativa portuguesa— del AVE Lisboa-Madrid, proyecto estrella en pasadas cumbres ibéricas, destinado a unir las dos capitales en menos de tres horas y ahora una idea arrumbada para siempre por su costo.
Las posibles alternativas a esta línea de AVE serán algunas de las cuestiones pendientes que se tratarán en esta cumbre de Oporto. También se hablarán de las conexiones ferroviarias entre Vigo y Oporto, dos ciudades separadas por 175 kilómetros que, en tren, ahora, se tarda más de dos horas en recorrer.
Además, la cumbre trata de resolver —o de empezar a resolver— un tema peliagudo que irrita por igual a ciudadanos portugueses y españoles: los peajes que desde noviembre hay que pagar por utilizar tres autopistas vertebrales portuguesas que, además, conectan por Norte, Sur y Este con España. Hay varias asociaciones portuguesas que han denunciado, en tiempos de recesión, la brutal caída del tráfico, del turismo y de los intercambios luso-españoles desde la implantación de estos peajes que, además constituyen una tortura para el conductor: no hay habilitada una barrera con una máquina donde se paga en efectivo o con tarjeta. Es necesario salirse de la autovía para comprar en las gasolineras una tarjeta prepago o, si se dispone de una cuenta bancaria portuguesa, adquirir un sistema que va descontando el importe automáticamente. La falta de información y de medios ha causado que muy pocos conductores sepan lo que hay que hacer y que, en su inmensa mayoría, se incorporen a la autovía sin saber cómo, dónde y de qué manera pagar. Y que no pagan. O que, sencillamente, dejan de viajar por miedo a las multas. Varias asociaciones anti-peajes portuguesas tienen previsto manifestarse en Oporto para exigir la retirada de este pago.
Tanto Rajoy como Passos Coelho se reunieron el pasado 24 de enero en Lisboa, en el primer viaje oficial del presidente de Gobierno español a un país extranjero. Hoy habrá reuniones sectoriales de Asuntos Exteriores, Justicia, Fomento, Interior e Industria y Agricultura. Paralelamente, se lleva a cabo un encuentro de empresarios organizado por las organizaciones empresariales españolas y portuguesas, en el que participarán firmas relacionadas con la construcción, el sector energético y el de las infraestructuras, entre otros.
De cualquier forma, la crisis —cómo salir de ella, más exactamente, qué dosis de austeridad es necesario inocular— será el tema clave. Porque Portugal mira con prevención y temor la creciente imagen negativa de España cara a los mercados internacionales y sus crecientes dificultades económicas. No en vano, el 25% de las exportaciones portuguesas tienen como destino España. Así, un agravamiento de la crisis económica en su principal socio, acarrearía un impacto enorme en Portugal, un país con un desempleo que crece por encima del 15%, que retrocederá este año un 3,3% y que camina en la cuerda floja de los mercados internacionales cada día.
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