"Vivo de mis ahorros. Por ahora no necesito esos trabajos de 400 euros"
"Por el momento me niego a buscar empleos poco estimulantes en los que pierdes todo el día cobrando muy por debajo de lo que la empresa gana con tu trabajo"
Me independicé con 19 años con una beca Séneca y algunos ahorros. Elegí el destino en función de la calidad de vida: existen ciudades en las que con 500 euros vives y ahorras. Trabajé tres años en esa ciudad, de lo mío. Cobraba bien, tenía un contrato indefinido, con responsabilidades, y el ambiente laboral era agradable. Pero tenía 23 años y quería seguir conociendo otras formas de hacer. Así que dejé el trabajo y la ciudad.
Ahora tengo 25 años. He disfrutado de unas prácticas en el extranjero, me he mudado dos veces, he hecho cursos, cursitos, cursillos, postgrados, prácticas, voluntariados, un máster... Pero como el resto de las más de cinco millones de personas, no encuentro trabajo. Vivo de mis ahorros. Me planteo emigrar, o emprender algo, o irme al campo.
Mientras, voy desarrollando proyectos por mi cuenta, sin cobrar, en un estado emocional parecido a una montaña rusa: días felices por hacer lo que quiero y días pésimos porque sé que la burbuja, mi burbuja, se acaba pronto. Se me acabó el paro y poco a poco se me acaban los ahorros. Pero por el momento me niego a buscar empleos poco estimulantes en los que pierdes todo el día cobrando muy por debajo de lo que la empresa gana con tu trabajo. No digo por debajo del salario que merezco, porque esto es muy relativo y a veces importa más el llamado “salario emocional”.
Por suerte, aprendí a vivir estirando los recursos, sin crearme muchas necesidades, y por ahora no necesito sus trabajos de 400 euros. Tampoco pagar una cuota de autónomos sin saber siquiera si voy a facturar. Prefiero seguir aprendiendo por mi cuenta, probando, haciendo, creando. No cobro un duro, pero el “salario emocional” compensa. Por lo menos durante los días felices.
Marta, España.
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