Cádiz festeja en la calle su Constitución
Los gaditanos llenan museos para celebrar el bicentenario de la Pepa. Los principales actos de conmemoración eluden al gran público
Hace 200 años llovía a mares. Un trueno llegó a resonar con fuerza en el campanario de la iglesia del Carmen, donde se interpretaba el Te deum, la ceremonia musical y religiosa con la que se daba la bienvenida a la Constitución de 1812. “Hubo quien pensó que podía ser un mal augurio”, destaca el historiador Alberto Ramos. La tormenta deslució aquella fiesta en Cádiz. Pero en la de ayer, la del bicentenario, reinó un sol espectacular. Y los gaditanos y visitantes salieron a la calle. Aunque, como ocurriera hace dos siglos, no todo estuvo pensado para ellos.
Los principales actos del bicentenario de la Constitución de 1812 eludieron al gran público. La seguridad de la Casa Real convirtió en un fortín el entorno del oratorio San Felipe Neri, sede del homenaje a los diputados doceañistas, por ser el lugar en el que redactaron y promulgaron la Constitución. Tampoco estuvieron presentes los gaditanos en el monumento a las Cortes, en la plaza de España, que los curiosos tuvieron que ver a muchos metros de distancia, detrás de las vallas y sin grandes pantallas con las que saciar su interés por una escueta ofrenda floral.
Previamente personajes ataviados con trajes de época habían repetido la procesión cívica y las lecturas constitucionales que se vivieron hace 200 años. “¡Viva la Pepa! ¡Viva la nación! ¡Viva la Constitución!”, pregonaban al ritmo de la banda de música. Recorrieron el itinerario de los protagonistas de 1812, ante un público entregado que lo mismo aplaudía la bajada de un coche de una alta autoridad que los sones del himno de España. Muchos gaditanos vestidos con el traje típico de la ciudad, el de piconera, se sumaron a la marcha.
“El pueblo era totalmente ajeno a lo que pasaba en el oratorio. No sabían qué era una Constitución. No participó en aquellos debates”, recuerda el escritor Jesús Maeso cuando rememorara el papel de los vecinos de Cádiz de 1812. “Había periódicos y se hablaba de cosas de las Cortes pero era una minoría. En realidad, la gente fue ajena a aquellos acontecimientos”, incide la historiadora Hilda Martín.
200 años después, los ciudadanos salieron a la calle en un día soleado pero las vallas les alejaron de los actos solemnes. Así que apostaron por otras ofertas, como la exposición En clave de historia, en la Casa Pinillos, ampliación del Museo de Cádiz. Allí se exhibe como gran protagonista el manuscrito original de la Constitución de 1812. Fue traída desde el Congreso de los Diputados con grandes medidas de seguridad para participar, por primera vez, en una muestra en el exterior. El cumpleaños de la Pepa lo merecía. El libro, encuadernado en terciopelo rojo y con una bandera de España a modo de marcapáginas, está abierto por la página de las rúbricas. Se llevó todas las miradas de un viaje por el papel de Cádiz en la historia de España.
El original de la Constitución generó tanto interés que provocó una larguísima cola durante toda la mañana para sentir a través de la urna protectora la trascendencia de aquel texto. La multitud llevó también a prolongadas esperas ante las escalerillas del galeón La Pepa, un barco que evoca la fuerza marítima del Cádiz que era capital del comercio con América. Y provocó que mucha gente se quedara fuera al abarrotarse la iglesia del Carmen para seguir la recreación del Te deum. Y las colas se repitieron para entrar en una exposición de arte contemporáneo e industrias culturales, el Cádiz Preview, o cualquier otro edificio que oliera a Doce.
Por llenarse se llenó hasta la plaza de San Juan de Dios, frente al muelle. El Ayuntamiento jugó a la intriga para saber si conseguiría terminar a tiempo del gran día de Cádiz las obras de uno de los principales espacios libres del casco antiguo. Llegó a lo justo y hubo quien hasta aplaudió cuando los obreros retiraron las vallas la noche anterior. Hambre de fiesta. Sed de bicentenario. Ansia de encontrar motivos de orgullo gaditano. En los restaurantes del centro histórico, también con sus respectivas colas, se saciaron muchas de esas ganas.
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