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Tribuna
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Y después de RTVE, ¿qué?

Se quiere acabar con los estímulos críticos a través de un recorte financiero que conduzca a la ruina

¿Qué será de RTVE? Se preguntaban en un informe publicado en estas páginas el domingo 19 de febrero Rosario G. Gómez y Luis Gómez, para quienes la corporación pública atraviesa el momento más delicado en sus 55 años de historia. En su opinión, RTVE navega sin timón, tiene un presente plagado de incertidumbres y recortes y un horizonte con graves problemas presupuestarios, después de la decisión del Gobierno de reducir en 200 millones el presupuesto anual del grupo audiovisual estatal, lo que representa aproximadamente un 20% de su actual dotación. Este panorama ha sido examinado, si bien desde una óptica miope, en la Comisión Mixta de Control Parlamentario de la Corporación de RTVE y sus Sociedades, que se celebró el miércoles 29 de febrero, primera convocada en la actual Legislatura.

Ahora que todo son reparos a la herencia recibida, es buen momento de hacer un reconocimiento al presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, porque cumplió su promesa de desgubernamentalizar RTVE. Una tarea que quienes le precedieron en La Moncloa habían dejado pendiente para mejor ocasión. La tónica ha sido que los partidos, cuando estaban en la oposición, denunciaban invariablemente el comportamiento de RTVE por estar uncida a los intereses del ocupante del poder y actuar como servicio doméstico del Gobierno de turno. Una denuncia peculiar porque repudiaba la manipulación pero excluía de responsabilidad alguna a los integrantes de la plantilla, como si fuera posible la tergiversación sin tergiversadores cooperantes, como si María Antonia Iglesias o Alfredo Urdaci —el negador de la evidencia, “C,C,O,O”— se bastaran ellos solos para llevar a cabo tan ingente tarea sin ayuda alguna. Esta crítica acerba, sostenida en momentos de oposición, se trocaba por arte de birlibirloque en gozosa instrumentalización para propio beneficio, a partir del mismo momento en que la alternancia les situaba en el Gobierno.

Fue ZP quien terminó con la doble financiación de RTVE, vía presupuestos y publicidad, atendiendo el reclamo de las televisiones privadas. De esta forma, salió de la espiral de la degradación en la que se veía obligada a competir por la audiencia dentro del mismo basurero que explotaban sus competidores comerciales. Por supuesto, las privadas consideraron insuficiente estas renuncias, más aún cuando el Gobierno atribuyó dos nuevas concesiones, Cuatro y La Sexta, con el argumento de incrementar el pluralismo, aunque terminaran después como sumandos de dos nueves, el que componen Tele 5 y Cuatro y el que forman Antena 3TV y La Sexta, una vez averiguado que la publicidad es elástica pero finita. Ahora, las cadenas agrupadas en UTECA pugnan por que las autonómicas renuncien también a la publicidad para quedar como único destino de los anunciantes.

Pero el hecho es que parecía cumplirse el adagio de La Codorniz, según el cual “donde no hay publicidad, resplandece la verdad”. Amanecía la posibilidad de una información fuera de los condicionamientos y los silencios inducidos por los anunciantes. Y el público respondió premiando ese proceder, de forma que TVE se convirtió en líder de audiencia. Era la escondida senda del reencuentro con la dignidad, en línea con los buenos ejemplos que, en esta materia, siempre nos han venido del norte empezando por la BBC. Un esfuerzo que para nada emularon las televisiones de las comunidades autónomas, donde la manipulación alcanza cotas de sectarismo atroz, con el Canal 9 valenciano en cabeza, dispuesto a esquivar cualquier referencia a Gürtel. Un caso de servidumbre tan voluntaria como bien remunerada, análoga a la del diario Informaciones, que nunca publicó la rendición de Alemania.

Se ponía fin a la manipulación de RTVE, se depuraba la dieta mediática de los españoles que recibían estímulos críticos más necesarios aún en momentos difíciles. Pero todo indica que se quiere acabar con tanta osadía mediante un recorte presupuestario que conduzca a la ruina, una vez descartada la antigua docilidad. La insolencia de María Dolores de Cospedal con Ana Pastor en Los Desayunos de TVE y la actitud de las diputadas y senadoras del PP en la Comisión de Control así lo anticipan. Su única preocupación fue el minutaje dedicado a los congresos del PSOE y del PP en Sevilla. Sin filtro periodístico alguno para ponderarlo, cuando en el primero había competencia y en el segundo, unanimidad. ¿Calculan el resultado esperable si le hubieran dado más minutos a Rajoy? ¿No lo hubieran hundido? ¿Solo piensan que hay otra manera de bailar el tango? En todo caso, si la ruina es la respuesta, ¿cuál era la pregunta? Y, sobre todo, después de desaparecida RTVE, ¿qué?

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