Política y sentido
Recuperar la política quiere decir recuperar la capacidad de plantear proyectos ambiciosos a la ciudadanía. Y plantar cara al proceso de regresión que la derecha ha puesto en marcha
¿Quién engañó a Carme Chacón con un discurso fuera de lugar, errado en el tono y errático en el contenido? Se impone liberar a la política de los asesores de comunicación, que convierten a los personajes en estereotipos y tratan a los ciudadanos como idiotas. Los políticos, en sus manos, pierden las hechuras humanas para convertirse en personajes de cómic. Si de algo están faltos los políticos actuales es de naturalidad. Y esto no se consigue gritando. Una retahíla de eslogans, un encadenado de mensajes de Twiter, no dan como suma un mensaje político, por muy bien dosificados que hayan sido por sus autores. Se impone recuperar la política porque la democracia está en creciente degradación, amenazada por dos estilos opuestos pero que conducen al mismo desastre: la sumisión resignada a poderes ajenos a la democracia o el oportunismo populista que trata de sacar provecho del reprimido malestar de la sociedad. La política vive acomplejada. Da la impresión de que los gobernantes no son conscientes de la fuerza que otorga disponer del Boletín Oficial del Estado.
De la crisis ha emanado una cultura de la excepción. La reiteración en la idea de que vivimos circunstancias extraordinarias —de las que por supuesto nadie quiere reconocer la responsabilidad— que requieren soluciones excepcionales es muy nociva para la democracia. Primero, porque la idea de excepción contiene siempre la posibilidad de forzar los mecanismos democráticos, en nombre del riesgo de un mal mayor. Lo hemos visto en los procedimientos que se han utilizado en Grecia e Italia para cambiar los Gobiernos o en el empeño alemán en gobernar Europa como si fuera un protectorado, con pleno desprecio de la autonomía de las instituciones comunitarias. Segundo, porque la cultura de excepción permite camuflar en las urgencias medidas de choque que cambian completamente las reglas y el campo de juego: las condiciones laborales de los trabajadores, con la coartada de la crisis, harán un retroceso extraordinario. Y los equilibrios entre lo público y lo privado están sufriendo un vuelco espectacular ante la impotencia de la política. Tercero, porque la excepción establece una determinada jerarquía: subordina todos los demás problemas políticos a la economía. Lo que permite un triple juego: reducción de la idea de bienestar a lo económico, aplazamiento de los problemas políticos incómodos (modelo de Estado, por ejemplo) y contrareforma cultural para adocenar a la sociedad conforme a un modelo conservador, cargado de condicionamientos religiosos. El PP es la vanguardia de esta estrategia: el dinero, la patria y la cruz.
Los dos presidentes que ha tenido España durante la crisis se han movido dentro de los parámetros de la excepción. Zapatero, después de la caída del caballo de mayo de 2010. Rajoy, porque su opción estratégica es acompañar sin aspavientos las transformaciones que desde fuera se exigen. Hay dos maneras de salir de la crisis: dejar la nave al rumbo que marque la dinámica económica o definir objetivos razonables que permitan reequilibrar la sociedad. Nunca será ya como antes de la crisis, nos dicen, pero no osan decir cómo será, porque el gran desmantelamiento es mejor hacerlo sin avisar y por imperativo de la emergencia. Por la vía propositiva, que busca dar sentido a los esfuerzos del presente, todavía no ha transitado ningún gobernante. La farsa de moda justifica las estreches del presente en nombre del futuro de nuestros nietos. Esto no es un proyecto político, es una estupidez.
Una crisis puede ser una oportunidad, siempre y cuando se sepa hacia dónde queremos ir. Algunos expertos nos dicen que la cultura del consumismo está tocando a su fin y que la ciudadanía ya no se resigna al comprar por comprar. Si es así, ¿es la crisis una oportunidad para pensar una sociedad postconsumista? El mundo de internet ofrece nuevas posibilidades de relación, de cooperación y contribución. Es este un activo para avanzar hacia una sociedad distinta, que garantice mejor el reconocimiento de las personas y la generación de proyectos compartidos. Sin embargo, parece que internet interesa más bien como instrumento de competitividad, de aceleración y de radicalización del individualismo y disolución de los lazos comunitarios. Recuperar la política quiere decir recuperar la capacidad de plantear proyectos ambiciosos a la ciudadanía. Y plantar cara al proceso de regresión que la derecha ha puesto en marcha. El PSOE desde la oposición tiene una oportunidad de plantear un auténtico reformismo: que limite los poderes corporativos y gremiales y que incida en las relaciones de poder y de riqueza. Probablemente sería el mejor camino para recuperar al electorado perdido. El problema es cómo creerles después de gobernar como gobernaron.
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