Rajoy prepara una reforma laboral dura pero cita a los sindicatos para un acuerdo
Aunque no se conocen sus detalles, los dirigentes consultados apuntan que será una reforma dura que supondrá un cambio radical de la negociación colectiva


Mariano Rajoy quiere entrar con buen pie en La Moncloa. Desde la noche electoral, en la que hizo un discurso conciliador muy medido, está teniendo mucho cuidado para no pisar callos antes de empezar. Y después de que le llovieran las críticas por su silencio de los primeros días, ha decidido no romperlo aún pero sí hacer un gesto muy claro: hoy se reunirá, por separado, con los representantes de los dos grandes sindicatos, CC OO y UGT, y de la patronal CEOE. Lo hace una semana después de ver a los grandes banqueros.
No habrá conferencia de prensa de Rajoy, solo fotografías. Pero la intención política es evidente: ofrecer la imagen de que el vencedor de las elecciones va a intentar hacer una reforma laboral con diálogo social, como la del Gobierno de Aznar en 1997, con Javier Arenas de ministro de Trabajo. El tono de Rajoy ha sido exquisito hasta ahora con las centrales, aunque no se ha empezado a hablar en serio de la reforma. Sin embargo, y pese a que Rajoy quiere mantener las formas todo lo posible, diversos dirigentes son conscientes de que será muy difícil acordar la reforma que el PP tiene preparada. Aunque no se conocen sus detalles, todos los dirigentes consultados, y el propio programa electoral, apuntan que será una reforma dura, que supondrá un cambio radical de la negociación colectiva con el objetivo —poco disimulado incluso en el ambiguo programa electoral del PP— de facilitar que los empresarios puedan hacer negociaciones a la baja de los salarios de los trabajadores.
Algunos dirigentes asumen que una reforma como esta provocará una huelga general. Otros creen que no, que no hay ambiente para eso y que los sindicatos no tienen fuerza para hacer una huelga a Rajoy nada más empezar. Además, señalan que la reforma, por dura que sea, puede mejorar algunas cosas muy polémicas que aprobó el último Gobierno de Zapatero, como el hecho de que se puedan encadenar sin límite contratos temporales.
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