Vértigo europeo
España no puede quedar relegada a la ‘segunda velocidad’ del euro si esta acaba imponiéndose
El eje franco-alemán, en el que parecen incluidos los países del área de influencia alemana (Países Bajos, Austria, Finlandia) está preparando un cambio en la eurozona. La información conocida hasta ahora, a la espera de que las propuestas se difundan en la cumbre del 9 de diciembre, sugiere que Merkel y Sarkozy consideran que los cambios en los tratados podrán aprobarse mediante acuerdos bilaterales entre países, sin necesidad de recurrir a engorrosos referendos y pretenden formar un núcleo duro en el euro con criterios imprecisos por el momento, pero que dejarían fuera de la primera línea de la moneda a los países que no se comprometan a estabilizar déficit y deuda. Aquí es donde se suscita el auténtico debate sobre el euro.
Cabe recordar que Alemania ha incumplido más veces las condiciones de estabilidad que países como España, por más que hoy la economía española se encuentre en el apuro de una deuda castigada con una prima de riesgo elevada. Y ya entrando en materia, hay que tener bien claro cuál sería el criterio para llevar a un país a la primera velocidad o condenarlo a la segunda. ¿El déficit público, el volumen de deuda o la prima de riesgo? La maniobra de Merkel y Sarkozy parece orientada a exigir fidelidad sin restricciones mentales a los principios de control del déficit. A través de los acuerdos bilaterales se puede establecer una Santa Alianza de la estabilidad, con una supervisión de los presupuestos nacionales para garantizarla. Quizá sea eso lo que llama Merkel “más unión fiscal”.
Pero en el caso de que, de una u otra manera, se produzca una separación de las economías europeas en primera y segunda división (una solución idónea para Francia, que recuperaría la credibilidad que ha perdido su deuda), gracias a la coartada de más unión fiscal, quedarían en pie tres obstáculos. El primero es que cualquier avance en la “unión fiscal” es a medio plazo; en el ínterin, el BCE ha de comprar deuda para estabilizar los diferenciales. El segundo es más bien una aclaración: Alemania debe estar sujeta a los mismos controles de calidad presupuestaria que el resto de los países de la zona. El tercero se parece a una advertencia. Los países que queden relegados a la segunda velocidad harán bien en calcular si les conviene permanecer en una zona monetaria en la que están obligados a políticas de austeridad sin obtener a cambio los beneficios de una prima de riesgo reducida.
Para España este es un momento crucial. Las nuevas condiciones de la moneda única se están gestando en un periodo peligroso de transición política. El Gobierno en funciones y el equipo de Rajoy están obligados a presionar cuanto sea necesario para, en todo caso, figurar en la primera línea del euro. Sobre todo porque la economía española, con una recesión en ciernes (como confirmó ayer la OCDE) y tasas crecientes de paro, no puede seguir pagando intereses del 7%. Ni su tejido empresarial asumir las condiciones derivadas de esa situación sin enfilar rápidamente hacia el abismo.
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