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Tribuna
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Carnaval sin máscaras

José María Ridao

Parecía que con las encuestas abrumadoramente en contra el Partido Socialista no podía perder durante la campaña electoral mucho más de lo que ya perdió durante los años de Gobierno. El mitin del pasado sábado en Dos Hermanas ha demostrado, sin embargo, lo contrario. Echar al ruedo la lucha antiterrorista era una iniquidad que solo había cometido el Partido Popular; ahora también ha incurrido en ella el Partido Socialista. En ese mitin del sábado, dos líderes históricos del socialismo español dijeron para favorecer al candidato de su partido algo que jamás habrían dicho para favorecerse ellos mismos. Y, además, lo dijeron amparándose en la coartada que aquel Gobierno popular de las Azores nos hizo aborrecer; la coartada, la zafia coartada de desafiar la corrección política y de hablar sin complejos.

Qué extraña cultura se habrá impuesto en el Partido Socialista a la hora de enfrentar esta campaña como para que dos líderes que tanto hicieron mientras estuvieron en el poder por poner a resguardo los asuntos que exigían unidad democrática, por promover la lealtad institucional, hayan considerado aceptable subirse a un estrado en Dos Hermanas para decir lo que dijeron y cómo lo dijeron. Qué extraña cultura se habrá impuesto como para que incluso ellos, que tanta inteligencia y sensibilidad demostraron en su día, prefiriesen ahora ignorar que echar al ruedo la lucha antiterrorista no va a beneficiar al candidato socialista, sino que va a arruinar el capital político de su partido para recomponer los restos del naufragio.

Urge apuntarse el tanto del fin de ETA, aunque sea a costa de arruinar la trayectoria del PSOE"

Hasta el mitin de Dos Hermanas, el aparato de campaña socialista se conformaba con que voces dóciles o amigas insinuaran en público: "Sí, claro, el final del terrorismo es una victoria de todos, pero un poquito más de quienes ustedes ya saben; alguien que, mira por dónde, se presenta a las elecciones". Al parecer esas sutilezas no bastan ya porque las encuestas no se han dado por enteradas, y lo que urge entonces es intentar apuntarse el tanto de cualquier manera, abajo las máscaras; apuntarse el tanto aunque sea al coste de arruinar la trayectoria del Partido Socialista durante los años del terror, dilapidar el capital político que tanto va a necesitar a partir del día 20 y colocar a dos líderes históricos del socialismo español a la altura de aquel otro que se presentó en las Azores, jactándose también de desafiar la corrección política y de hablar sin complejos.

Haber sido el último ministro del Interior que tuvo que combatir el terrorismo no es lo mismo que ser el que más luchó contra él, y más vale que no se declare abierto ningún campeonato al respecto y que esta irrelevante cuestión se quede ahí. Que se quede ahí porque lo que importa en ella no es el fondo, sino la forma. En concreto, ese indisimulado intento del equipo de campaña socialista de establecer, de inducir subrepticiamente una relación entre lo último y lo más, imaginando que el equívoco forzado favorece a su candidato. El púdico nombre que han recibido intentos parecidos durante los últimos años ha sido el de política de imagen; el nombre verdadero es el de manipulación. Y es por haber intentado la manipulación, por haberla intentado como en otras circunstancias la intentó el Partido Popular, por lo que el Partido Socialista ha llegado al punto en que se encuentra, sin credibilidad ni expectativas.

Por extraña que sea la cultura que se ha impuesto en el Partido Socialista a la hora de enfrentar esta campaña, es de esperar que, en su interior, no todos hayan olvidado que están viviendo un experimento. No el de presentar un candidato salido de unas primarias, por lo demás frustradas, sino el de saber si puede reconvertirse en líder que aúne voluntades un dirigente que ha dado lo mejor de sí en un empeño, por así decir, distinto, maniobrando e imponiéndose mediante argucias. La única que no se le debería consentir es la de que, en relación con la lucha antiterrorista, otros digan por él lo que él por sí mismo no se atreve, con el riesgo de arruinar el capital político de un partido cuya posición en este campo ha sido ejemplar. Pero no es eso lo que se pudo comprobar en el mitin de Dos Hermanas, el mitin con el que el Partido Socialista abría una campaña que ojalá no continúe por esos derroteros. En él, dos dirigentes históricos del socialismo español dijeron sobre la lucha antiterrorista lo que no deberían haber dicho, y provocaron en su electorado la más descorazonadora de las sensaciones: cuando las máscaras han caído, en el carnaval no se distingue a este Partido Socialista del Partido Popular de siempre. 

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