El contraprograma de Rajoy
Como ya ocurrió en 1996, al hacerse cargo del Gobierno los crispadores, acabará la crispación
Reconozcamos que Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular y candidato a la presidencia del Gobierno en tanto que cabeza de lista para las elecciones generales del domingo 20 de noviembre, ha venido soportando de modo estoico, sin inmutarse, fumándose un puro, acusaciones constantes a propósito de la ausencia de un programa definido, donde se cifraran sus propuestas para ganarse el voto de los ciudadanos. Ayer, por fin, se ha desvelado la incógnita en el Comité Ejecutivo Nacional, reunido a esos efectos en Santiago de Compostela. A reserva de un análisis detallado, es obligado señalar que la primera impresión que causa la lectura del programa es la de que depende del modo y de la intensidad con la que fuera a ser aplicado por quien corresponde.
En cuanto a la predicación preventiva, a la que se ha dedicado con denuedo Rajoy, centrada en poner de relieve la dificultad de las circunstancias y los sacrificios necesarios para vencerlas, ningún reflejo queda en el texto programático. Imposible encontrar los ecos churchilianos, que reclamaban de los británicos sangre, sudor y lágrimas como requisitos para encaminarse a la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Ya no hay recortes en las áreas sociales más sensibles de sanidad, educación y pensiones. Ni copago, ni privatizaciones. Se nos dirá que los programas con los que fueron elegidos los alcaldes y presidentes de comunidades autónomas en los comicios del 22 de mayo para nada mencionaban esas austeridades que luego han sobrevenido, como consecuencia de la difícil situación heredada de sus predecesores los manirrotos socialistas. Y cuando sucedió que los populares fueron refrendados por las urnas, como en Valencia o en Madrid o en Murcia o en San Serenil del Monte, nadie les ha emplazado a explicar el cambio de rumbo.
Vamos a cumplir las exigencias impuestas sobre el déficit público pero tampoco pueden rastrearse en el programa del PP subidas de impuestos. Más bien compromisos de rebajas para todos. Autónomos, pymes, emprendedores y emprendedoras, ahorradores, compradores de vivienda, partos, medos, elamitas, todos pueden encontrar en el programa recogidas sus aspiraciones de una fiscalidad más favorable. Los de rentas altas para que no sea penalizada la eficiencia, ni acabe incentivándose la fuga hacia otros lugares más propicios. Los de rentas medias porque son la sal de la tierra y los situados al final de la escala porque nuestros peperos tienen demostrado ser compasivos y tan solo quieren desarraigar los abusos de los andaluces apuntados a la sopa boba, que se pasan el día ociosos en las tabernas andaluzas, a cuenta de los subsidios que se extraen al infatigable Josep Antoni Duran Lleida.
En este punto aparecen los triunfalistas de la catástrofe, los de la mueca verde, para impugnar la verosimilitud de las rebajas fiscales. Y argumentan que los nuevos gobiernos municipales y autónomos en manos del PP han multiplicado los impuestos. Aducen lo sucedido con las tasas de basura y tantas otras con las subidas exponenciales, igual que con el impuesto de bienes inmuebles (IBI), después de una revisión del catastro al alza, precisamente ahora cuando el precio de la vivienda se hunde.
Pero ante el programa de Mariano Rajoy de nada sirve argüir con el proceder inverso de los populares instalados en alcaldías y presidencias de las autonomías. Ahí está el presidente extremeño, José Antonio Monago, convalidado por Izquierda Unida en Mérida, que ha despedido al conductor para contratar a su primo, porque la confianza es un grado, y ha nombrado asesor de la dirección de deportes a su personal traning para ir dejando las cosas claras.
Pero es inútil perderse en detalles y controversias. Estamos ante el contraprograma de Rajoy cifrado en el bálsamo de Fierabrás de la confianza. Una vez recuperada, todo será distinto.
Además, como ya se comprobó con ocasión de la victoria electoral del PP en 1996, al hacerse cargo del Gobierno de la nación los crispadores, se pondrá fin a la crispación. El trabalenguas infantil podríamos adaptarlo ahora para señalar que “España está crispada/ ¿quién la descrispará?/ el descrispador que la descrispare/ buen descrispador será/”.
Esa es tarea de seguro cumplimiento por parte de Rajoy, como lo fue de Aznar porque la oposición ofrecerá consenso. En cuanto a la campaña electoral, que se inicia de manera formal a las cero horas del próximo sábado, el candidato del PP va a saltársela a la torera, sin ruedas de prensa. Los periodistas seguirán teniendo en ocasiones silla de pista, quedarán integrados como detalle decorativo y privados de plantear preguntas. Así se evita desviar la atención de los mensajes a colocar. Es un atrevimiento, pero saldrá gratis. Continuará.
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