Los mercados dan un alivio a España e Italia tras llevarlos a una situación límite
El riesgo país alcanza máximos para después relajarse por una posible intervención del BCE
Las cosas empiezan a torcerse de verdad cuando los boletines de las radios bombardean constantemente información sobre la prima de riesgo. Así ocurrió hace 10 años en Argentina. En media Europa se repitió ayer esa historia: en Roma y Madrid, más que en ningún otro sitio, la inevitable prima de riesgo —el indicador estrella que mide el nerviosismo de los mercados de deuda pública— protagonizó las noticias ante el ataque de pánico a primera hora de la mañana. El atracón especulativo de los últimos días llevó a máximos ese índice. Justo entonces, en medio de uno de esos momentos cargados de dramatismo que empiezan a ser habituales en la interminable crisis europea, el ministro italiano de Finanzas, Giulio Tremonti, abandonó precipitadamente una reunión en Bruselas en dirección a Italia para preparar medidas de choque; una subasta de deuda italiana salió medianamente bien, y, sobre todo, los bancos centrales amagaron con intervenir. Y los mercados, de pronto, se dieron la vuelta.
Pero todo es susceptible de empeorar: lo más previsible es que la montaña rusa de la crisis fiscal europea prosiga a lo largo de toda la semana. Cortesías de Moody’s: la agencia de calificación estadounidense volvió a complicar las cosas anoche, con los mercados ya cerrados, al degradar a Irlanda a bono basura. Hace unos días, hizo lo mismo con Portugal y provocó un incendio en los mercados que ha acercado peligrosamente a Italia y España hacia la zona caliente. Los líderes europeos planean una nueva cumbre para el viernes, el mismo día que se conocerán las pruebas de resistencia de la banca. Hasta entonces no es previsible que reine la calma.
La crisis que no cesa: Italia, tercera economía de Europa y miembro del antiguamente todopoderoso G-7, le vio ayer las orejas a la manada de lobos. Su deuda a 10 años llegó a pagar más del 6%. Las primas de riesgo (la diferencia de intereses entre esos bonos y los alemanes, más seguros) rompieron todas las marcas tanto en el caso italiano (348 puntos) como en el español (376). Pero nadie controla el proceso de una crisis: tanto su evolución como su desenlace carecen de un plan previsto y controlado, y los acontecimientos suelen desencadenarse de forma súbita. Bastó con que el BCE pidiera a la banca información sobre precios de la deuda para para que los inversores que habían hecho apuestas especulativas salieran pitando. Eso, combinado con la subasta italiana —en la que Roma colocó casi 7.000 millones en letras del Tesoro, aunque a tipos elevados— provocó una sacudida que llevó las primas de riesgo de ambos países 60 puntos más abajo.
Las Bolsas, que empezaron la jornada profundizando en las caídas anteriores, suavizaron el batacazo y cerraron con pérdidas inferiores al 1% en las principales plazas europeas; Milán acabó incluso con un alza del 1,2%. Algo similar hizo el euro: empezó a la baja y concluyó en tablas, en torno a los 1,40 dólares, a la espera de lo que suceda en los próximos días.
Porque la tensión sigue. Dos días de reuniones en Bruselas se cerraron ayer sin una solución convincente. El impago de Grecia parece cada vez más cerca (aunque el BCE asegura que la UE baraja hasta 36 posibilidades para involucrar al sector privado en el pago de la factura), pero la receta definitiva, que permitiría tranquilizar a los inversores, no acaba de aparecer tras ocho meses de negociaciones. Esa inacción de las autoridades europeas empieza a inquietar a los países que peor lo están pasando: el primer ministro griego, Yorgos Papaconstantinu, envió una dura misiva al Eurogrupo en la que asegura que Grecia está pagando “la experimentación y confusión” en Bruselas, la “cacofonía” europea. Más claro aún fue el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, que señaló a Alemania como el principal causante de la presión.
“El problema es la apertura del debate sobre la participación privada [en la reestructuración de la deuda de los países con problemas]”, dijo Zapatero. Pese a que no citó a nadie directamente, fue la canciller Angela Merkel quien abrió ese melón el pasado otoño, presionada por su electorado, y el Ejecutivo alemán —con el apoyo de Holanda, Finlandia y Austria— ha vuelto a ese debate repetidamente, provocando fuertes convulsiones en los mercados. Zapatero atacó con dureza los planes alemanes, que nunca han llegado a sustanciarse más allá de las declaraciones: España, al igual que Francia, la Comisión y el BCE, “mantiene que no es el camino adecuado explorar las fórmulas de participación del sector privado, salvo que sea una propuesta seria, creíble y que dé confianza; en caso contrario puede generar más efectos negativos”.
La crisis ha vuelto a coger fuerza y requiere de nuevo medidas extraordinarias. “Las autoridades europeas siguen persiguiendo una respuesta perfecta, pero no quedan soluciones inmaculadas”, dijo Mohamed El-Ehrian, de Pimco, el mayor inversor privado en deuda pública del mundo. “Un deterioro en Italia se contagiaría con rapidez a España y pondría en peligro la integridad de la eurozona”, explicó. Como respuesta, la UE baraja convocar otra reunión a finales de semana; el mismo viernes se conocerán los resultados de las pruebas a la banca europea. A falta de algo más que cumbres, es muy posible que para entonces las radios sigan informando sobre las primas de riesgo. Sobre todo después del nuevo revés de Moody’s, que con su rebaja a la nota de solvencia de Irlanda convierte el breve oasis de la tarde de ayer en un espejismo.
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