Yo sí dimití y Rubalcaba no es Bolt
Se ve tan en el Gobierno, tan fuerte, sobrado y consolidado, que hasta se atreve a convocar ruedas de prensa. Y con preguntas
Se ve tan en el Gobierno, tan fuerte, sobrado y consolidado, que hasta se atreve a convocar ruedas de prensa. Y con preguntas. Eso sí, contesta cuando quiere, donde quiere, a lo que quiere, el tiempo que quiere y hasta se permite dar consejos. Eso sí, no le gusta perder el tiempo. Si un periodista ya ha interrogado antes sobre esa cuestión le conmina a no repetirse, aunque él no haya dicho nada en su primera respuesta. Pero ante la penuria de los precedentes, la comparecencia de ayer de Mariano Rajoy, el líder del PP que se vislumbra ante el pomo de La Moncloa, fue excepcional. Primero porque duró una hora, no hubo cortapisas oficiales ni en los temas a tratar ni en los periodistas seleccionados, y, sobre todo, porque al candidato se le vieron las puntas de las orejas de su presumible programa electoral.
Cuando un periodista le planteó si lo que acababa de escuchar se podía considerar el esbozo de su futuro programa, Rajoy le confirmó el titular: “Principios que inspirarán cuando estemos en los Ministerios”. Luego quiso ser juguetón cuando le inquirieron sobre si ya tenía en su mente su futuro Gabinete: “Ideas sí, gobierno en la sombra no, proyecto para gobernar sí”. Los periodistas querían saber si entre esa baraja de nombres puede estar alguno o alguna de los importantes barones autonómicos del PP. No lo descartó. Porque no puede ni quiere. Los dirigentes de mayor peso y más contrastados del PP están ya en el poder autonómico o local: Esperanza Aguirre, Alberto Núñez Feijoó, Alberto Ruiz Gallardón, ahora Dolores de Cospedal, José Ramón Bauzá, Luisa Fernanda Rudi…
No lo dijo, pero lo pensó. Los periodistas lo intentaron varias veces y al final no se resistió. Se le escapó un brillo especial en los ojos. La idea trampa era bien simple pero efectista: ¿Cuál de los dos dedazos ha sido peor, el suyo o el de Rubalcaba? Primer intento: que no, que no quiero hablar, que es peor. Segundo: que no, que “del dedazo del señor Rodríguez Zapatero, como a ninguno se le escapa, podría decirles muchas cosas, podría estar hablando horas y horas, pero creo que la mejor aportación que puedo hacer es no decir nada, salvo una cosa, que con este Gobierno no vamos a ninguna parte”. Tercero: que no, que es este Gobierno hoy el verdadero problema de España. Y cuarto, ¿Rubalcaba debía dimitir de sus cargos en el Ejecutivo si al final es el único candidato del PSOE?. Rajoy: “Yo lo hice”. Repregunta: ¿Teme sus cualidades de esprinter ante unos comicios que serán en menos de 10 meses? Rajoy recurre a la ironía: “Si fuera Usain Bolt”.
Rajoy no estaba ayer para charcos. Ni nunca. Pero ayer menos. Pretendía subrayar su perfil de candidato responsable y serio a la presidencia del Gobierno. Hará un gobierno de los mejores (¿quién no pretende eso de partida?) para gastar los escasos recursos de la mejor manera posible (¿los demás no?). Reducirá cargos y gastos superfluos, pero ayer anunció que él ha prometido recuperar el Ministerio de Agricultura, porque cree que es clave la existencia de ese departamento por ejemplo para gestionar mejor que el Gobierno de Zapatero la actual crisis del pepino. Sobre pactos no dijo nada que le comprometiera, porque no dijo nada, solo que no son de su competencia. Y que la única opción no válida es Bildu. Hasta el FAC de Cascos en Asturias es aceptable. Y ante una pregunta “nueva” sobre la cuestionada definición del dictador Francisco Franco en el Diccionario Biográfico de la Academia de Historia fue más gallego que nunca. Se puso el paraguas, el chubasquero y zanjó: “Franco está en la historia y yo y mi familia somos demócratas de convicción”.
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