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Malaria
Tribuna
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Doblegar a la malaria en tiempos de coronavirus

La covid-19 ha supuesto un retroceso de una década en mortalidad y casos de paludismo, pero la pandemia también puede verse como un modelo, pues los logros sin precedentes observados en su contención constituyen un ejemplo a seguir

Malaria
Un niño recibe la vacuna de la malaria R21 en Nanoro, Burkina Faso, el pasado septiembre.Katie Ewer (Universidad de Oxford)

Que la pandemia de la covid-19 llegó a parar el mundo es solo una verdad a medias. Porque, mientras el virus se expandía y obligaba a recluirnos en casa, otras enfermedades infecciosas de alcance similar o incluso superior siguieron su curso. Tal es el caso de la malaria, que durante estos últimos años ha continuado golpeando a las poblaciones más vulnerables del planeta, perpetuando la inequidad y las desigualdades sociales en materia de salud global.

La malaria es una infección parasitaria cuyo agente causal, el plasmodio, lleva miles de años infectando al ser humano, lo que la convierte en una de las lacras más antiguas a la que se enfrenta la sociedad. Es una de las causas de enfermedad y muerte más importantes a nivel mundial. Los datos más recientes muestran que provoca anualmente unos 241 millones de casos clínicos en todo el mundo. Esto es entre dos y cuatro millones de cuadros graves y unas 627.000 muertes, especialmente en África y entre los niños menores de cinco años, grupo que concentra la mayoría de las defunciones. En los primeros 15 años del siglo XXI pudimos asistir a una disminución considerable en la tasa de incidencia global de la enfermedad, así como la interrupción de la transmisión y la eventual eliminación en muchos países. Sin embargo, y de un modo alarmante, en los años previos a la pandemia, la situación global de la lucha contra la malaria se estancó en una difícil encrucijada, con el riesgo de ver retroceder muchos de sus avances.

En ese delicado contexto, apareció la pandemia del coronavirus. A su inicio, se trataron de predecir las consecuencias que podría tener sobre la malaria, con estimaciones que indicaban que, en el peor de los casos, las muertes se podrían duplicar. Si bien se puede decir que la peor hipótesis se ha evitado, los datos de 2020 indican un aumento del 12% en la mortalidad por paludismo a escala mundial, y hasta 14 millones de infecciones adicionales en comparación con el 2019. Hasta dos tercios de esas nuevas defunciones podría atribuirse a las interrupciones en la provisión de servicios de prevención, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad durante la crisis de la covid-19. Se ha observado que África es el área que más sufre los estragos de esta patología.

En 2020 hubo un aumento del 12% en la mortalidad por malaria a escala mundial, y hasta 14 millones de infecciones adicionales en comparación con el 2019

Aunque en un grado inferior a las previsiones, la covid-19 ha supuesto una regresión, lo que nos ha devuelto a cifras de morbilidad y mortalidad de hace una década, estado del que nos costará años recuperarnos por completo. En cualquier caso, es importante resaltar el tremendo esfuerzo que han realizado tanto los actores internacionales como los nacionales. Esto ha supuesto una respuesta extraordinaria para mitigar el impacto en los servicios esenciales contra la malaria de la pandemia.

Para alcanzar los ambiciosos objetivos de control y eliminación del paludismo se necesita una nueva perspectiva que mejore nuestra comprensión de sus aspectos biológicos, así como los factores culturales, sociales y políticos que puedan afectar a su transmisión. Además, es necesario optimizar el diseño de herramientas y estrategias de nueva generación para combatir esta enfermedad. Hay que mejorar los programas de financiación y los sistemas de información y gestión de datos. Todo eso debería correr siempre en paralelo al fortalecimiento de los sistemas sanitarios y al fomento de la cobertura sanitaria universal, precisamente porque los sistemas sanitarios son más débiles en las zonas donde la malaria sigue siendo muy endémica.

Por otro lado, la pandemia puede verse no solo como una rémora, sino como un modelo. Los logros sin precedentes observados en su contención constituyen un ejemplo a seguir, dada la extraordinaria velocidad en el avance de medidas preventivas y terapéuticas, junto con las inusitadas estrategias colaborativas que se han presenciado a nivel mundial.

Para conseguir todo esto es imprescindible que la malaria se sitúe en la primera línea de nuestras prioridades sanitarias, cosa que no ha ocurrido hasta la fecha: el hecho de que esta enfermedad afecte a las poblaciones más indefensas de los países más vulnerables, como es el caso de los niños africanos, puede justificar esta indiferencia. Para revertir esa situación es necesario un cambio de mentalidad, algo a nuestro alcance, puesto que la reacción a la covid-19 también nos ha enseñado que el éxito en la lucha contra una determinada enfermedad es, a fin de cuentas, una cuestión de voluntad.

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