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Luchar contra la tuberculosis resistente en Afganistán: más tratamientos pensados para el paciente

En los últimos años, Médicos Sin Fronteras ha mejorado la calidad de la atención sanitaria a los enfermos, pero los cambios en la situación política amenazan con dar al traste con estos avances

Dia mundial Tuberculosis
Haji Mohammad Amin y su nieto Haqmal han sido pacientes en el centro de tuberculosis que Médicos Sin Fronteras (MSF) gestiona en Kandahar, Afganistán.Nasir/ MSF

En mi última visita al hospital de tuberculosis (TB) de Médicos Sin Fronteras en la ciudad afgana de Kandahar, vi cómo una niña se retorcía de agonía y su corta vida se apagaba a causa de una meningitis tuberculosa. La pequeña había llegado cuando la enfermedad estaba en fase avanzada, y poco podíamos hacer aparte de ayudar a que sus últimos momentos fueran más agradables.

En el pasillo, un hombre mayor se preparaba para dejar el hospital. En el curso de su tratamiento contra la tuberculosis resistente a los medicamentos (DR-TB) había ganado fuerza. Recuerdo lo orgulloso que se sentía de haber terminado por fin la cura.

Las décadas de inseguridad, junto con el desinterés mundial por esta enfermedad, son la causa de que en Afganistán el tratamiento contra la DR-TB solo esté disponible en cinco lugares

Dos pacientes con dos desenlaces muy diferentes: uno reflejaba los problemas a los que se enfrenta la población afgana ‒especialmente cuando se es mujer‒ para acceder a la atención médica; el otro era un ejemplo de lo que es posible cuando los profesionales de la medicina son capaces de centrar los tratamientos en las personas.

En Afganistán, el problema de la tuberculosis y de sus variantes resistentes a los medicamentos constituye una crisis de salud pública de primer orden que afecta en particular a las mujeres y los niños. En Kandahar, por ejemplo, más del 60% de nuestros atendidos son mujeres, y el 25% son niños menores de 15 años.

Aunque el Ministerio de Salud Pública ha realizado un trabajo asombroso con la descentralización de la atención de los casos sin complicaciones, el acceso al tratamiento contra las cepas resistentes a los medicamentos sigue siendo complicado. Las décadas de inseguridad en el país, junto con el desinterés mundial por una patología que generalmente se considera propia de los pobres, son la causa de que en Afganistán el tratamiento contra la DR-TB solo esté disponible en cinco lugares.

Regímenes de tratamiento agotadores

Las formas de tuberculosis resistente aparecen cuando las medicinas se utilizan o se prescriben incorrectamente, no se toma el tratamiento como es debido, o se emplean fármacos de mala calidad. Hasta hace poco, el tratamiento para la DR-TB ha sido extremadamente difícil de seguir por los enfermos. Los regímenes anteriores exigían que los pacientes estuvieran fuera de casa hasta 18 meses sometidos a dolorosas inyecciones, en contacto diario con un trabajador sanitario, separados de su familia y sin trabajar.

Las terapias causaban múltiples reacciones adversas como sordera, deterioro de los riñones y afecciones neurológicas, lo cual dificultaba que muchos de los contagiados los siguieran hasta el final. En Afganistán, un hombre tiene que acompañar a la paciente o a la cuidadora, lo cual supone una carga adicional para los ingresos familiares. Debido a todo ello, alrededor del 30% de los afectados dejaba la medicación.

Un tratamiento de mejor calidad

Cuando MSF empezó a tratar la DR-TB en Kandahar en 2016, un objetivo clave era conseguir que el tratamiento funcionara mejor. Sabíamos que mucha gente no podía llegar fácilmente a nuestra clínica ni pasar largos periodos de tiempo lejos de su casa. Queríamos que más personas recibieran tratamiento domiciliario, en su propia comunidad y con regímenes orales más breves. Para que no tuvieran que seguir una terapia agotadora fuera de casa, MSF introdujo un régimen oral de nueve meses acorde a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Badro Noor Mohammad es madre de cinco hijos y está siendo tratada por DR-TB junto con su hija Zainabo de siete años en el centro de tratamiento de MSF en Kandahar, Afganistán.
Badro Noor Mohammad es madre de cinco hijos y está siendo tratada por DR-TB junto con su hija Zainabo de siete años en el centro de tratamiento de MSF en Kandahar, Afganistán.Laura Mc Andrew (MSF/Laura Mc Andrew)

Esto, unido al abandono de los inyectables, ha permitido a las personas que viven con tuberculosis seguir su plan de tratamiento desde casa tras una breve estancia inicial de observación en Kandahar, en vez de tener que permanecer hospitalizados o sometidos a un control directo todo el tiempo. Hacemos un seguimiento telefónico semanal o, cuando es posible, a través de trabajadores sanitarios de la comunidad que realizan visitas, y el paciente solo tiene que pasar un reconocimiento personal en Kandahar una vez al mes. Dado que el 60% de las personas inscritas con nosotros viene de fuera de la ciudad, esto les facilita enormemente el tratamiento.

Los planes de tratamiento más breves y adaptados al contexto aumentan la capacidad de seguirlos por parte de los pacientes

También adaptamos la atención a cada beneficiario, proporcionando ayuda económica para el viaje y la alimentación cuando tiene que quedarse en Kandahar, así como asesoramiento. Este régimen funciona: desde que se introdujo, nadie lo ha abandonado por ninguna de estas causas. Al parecer, los planes de tratamiento más breves y adaptados al contexto aumentan la adherencia.

La falta de dinero, una de las muchas dificultades

Sin embargo, con el reciente cambio de gobierno, muchos financiadores ‒en concreto, Estados Unidos, la Unión Europea y el Banco Mundial‒ han retirado la ayuda con el argumento de que no querían que cayera en malas manos. Las consecuencias no se han hecho esperar y la situación de malnutrición, junto con la falta casi total de atención médica asequible, es lo bastante grave para requerir una intervención humanitaria. Los costes de no querer legitimar a un Gobierno no deberían recaer sobre las vidas de millones de personas.

Médicos Sin Fronteras sabe que, si bien el tratamiento de la tuberculosis es fundamental, no puede hacerse de manera aislada. La enfermedad es uno más de los numerosos aspectos de la vida de los habitantes de este país, y una de las muchas dificultades a las que se enfrentan. Es de sobra conocido que la afección prolifera entre las personas que viven en malas condiciones sociales y económicas, y la situación socioeconómica de Afganistán se está deteriorando rápidamente. La gente no puede seguir el tratamiento si se está muriendo de hambre. A medida que cambia el contexto en Afganistán, nuestra estrategia también tiene que cambiar.

A lo largo de los últimos tres meses en Kandahar, hemos visto la necesidad creciente de otra clase de apoyo, por lo que hemos proporcionado asistencia a los desplazados internos. También hemos empezado a prestar servicios contra la malnutrición (algo que no habíamos hecho en Kandahar hasta ahora) después de que el hospital Mirwais se viera en apuros para atender al número cada vez mayor de niños desnutridos.

No podemos permitir que los modestos avances conseguidos en el tratamiento de la tuberculosis en Afganistán se pierdan por un cambio de gobierno

No está claro cómo serán los próximos meses y años en Afganistán. A pesar de la incertidumbre, nos proponemos seguir asistiendo a las personas enfermas y a responder a las demás necesidades humanitarias y médicas de la población.

Seguimos involucrados en la innovación del tratamiento y dispuestos a utilizar nuestra posición como organización independiente y apolítica para apoyar el Programa Nacional de Control de la Tuberculosis, pero no podemos ser la única organización que lo haga.

No podemos permitir que los modestos avances conseguidos en Afganistán se pierdan por un cambio de gobierno. Hay que encontrar otras maneras de hacer que llegue la asistencia humanitaria. En este momento, está claro que Afganistán necesita más ayuda, y no menos.

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