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Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí
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En la azotea comestible de Joan Carulla

El veterano ecologista, que ha cumplido 99 años, cuida de un exhuberante huerto dentro de su piso de Barcelona

Joan Carulla
Joan Carulla, en el huerto de su azotea, en 2022.Pilar Sampietro Colom

Vuelvo al huerto de Joan Carulla por su 99 aniversario. A su edad, se ha convertido en el gran maestro de la permacultura urbana, siempre dispuesto a enseñarnos los secretos de la naturaleza encorsetada, la que hacemos crecer entre el asfalto. La diferencia es que él lleva más de 50 años haciéndolo de forma intuitiva, aplicando en su quinto piso urbano lo que aprendió de sus abuelos en el campo de Juneda, en Lleida.

Cada vez que lo visito me regala un nuevo secreto hortícola. Esta vez, hemos recordado a los clásicos como Hipócrates: “Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento”. Aunque ahora en este tiempo tiene más sentido afirmar: “Que lo que cultivas sea tu alimento…” Eso significa que lo que comes proviene de las vitaminas en forma de semilla que tú misma has decidido plantar, has regado, has abonado con compost y, finalmente, has cosechado. El mérito llega cuando todo esto lo realizas bajo presión urbana, en la jungla de asfalto.

La Associació Replantem reunió hace pocos días a Joan Carulla y a otros horticultores urbanos en el espacio ConnectHOrt para entregar al veterano ecologista una pequeña pala de horticultura en madera y cobre, símbolo del trabajo en cualquier huerto de ciudad.

Este año, el de la azotea de Joan Carulla vuelve a tener una gran extensión de uvas que pronto madurarán. Cada temporada recoge unos 100 kilos de esa fruta, a pesar de las palomas que aprenden rápido cómo sortear los impedimentos plásticos que ingenia Joan para que no piquen el racimo. La higuera ya tiene frutos, los nísperos ya se han recogido, las patatas están en flor y las tomateras van por la quinta hoja, pronto se verá el primer tomate.

El huerto de Carulla no solo es un espacio de biodiversidad en medio del cemento; su misión es también enfriar la ciudad, ahora que las temperaturas en verano ya no bajan de un termómetro peligrosamente alto. Aísla el edificio en el que vive reduciendo el consumo energético de manera natural. Recupera el agua de lluvia a través de un ingenioso sistema de acumulación en bidones de 500 litros y así tan solo necesita conectar el grifo en pleno verano, lo que significa únicamente una aportación del 10% de agua sobre el total almacenado durante todo el año.

La tierra en el huerto de Joan Carulla huele a tierra. Os parecerá extraño que lo diga así, pero ahora es muy difícil descubrir ese aroma en suelo urbano. Lo consigue gracias a compostar, primero, con los restos que quedaban del supermercado que él regentaba en la misma calle. A la tierra fueron todo tipo de alimentos caducados en sus latas, buena parte de las facturas en papel recibidas en su larga vida y, ahora, los restos de fruta y verdura que le ceden los actuales gestores del súper, que sigue activo.

Vuelvo a la azotea de Joan Carulla porque necesito saber que hay personas que nos guían en ese camino de recuperar y regenerar la tierra para ayudar a la subsistencia de los que vienen tras nuestros pasos

A Carulla le gusta comentar la competencia entre plantas bajo el suelo. Los tomates compiten con las raíces de la higuera para localizar el agua, la vid prefiere espacio para ella sola y luego se emparra por los postes sabiamente colocados en un lado y otro del jardín. Las patatas buscan los trozos de madera de un mueble viejo que también composta... La vida en la azotea comestible de Joan Carulla palpita con intensidad.

Esta semana lo acompañé mientras él se dedicaba a “esberlar”, algo así como cortar con la mano las hojas no productivas de la vid. De ese modo, la uva crece más fuerte, más sana y el racimo se hace más grande. Si alguno de sus árboles sufre el ataque de alguna plaga, recurre a las otras plantas para encontrar un remedio.

El jabón potásico es otra opción. Se lo traen amigos de siempre cuando le visitan, todos conectados a la lucha por renaturalizar nuestras vidas, atendiendo a conceptos naturistas que nacieron hace mucho de mentes claras en esta parte de mundo. Una de esas es la de Carulla que ahora está escribiendo sus memorias porque no quiere que se pierda su conocimiento natural, que él define como la “anticipación social”: el sentido universal de la economía y del bien.

Vuelvo a la azotea de Joan Carulla, como hago cada año, para encontrar de nuevo la armonía entre el caos urbano, en ese paraíso encaramado en un quinto piso, porque necesito saber que hay personas que nos guían en ese camino de recuperar y regenerar la tierra para ayudar a la subsistencia de los que vienen tras nuestros pasos.

En mi próxima visita, Joan tendrá 100 años y lo encontraré de nuevo agarrado a uno de los tutores de sus tomateras, vigilando las palomas y luego mirando a la tierra para comprobar de nuevo la riqueza que cada día ayuda a mejorar. Tengo suerte de haberme cruzado con él y su experiencia en el camino. Es un faro, yo lo sigo.

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