El presidente de Liberia quiere prohibir la mutilación genital femenina para siempre, pero la población está dividida
Una propuesta de ley busca criminalizar de forma definitiva este procedimiento, que se practica a tres cada diez mujeres. Hasta ahora, solo se ha podido restringir con moratorias temporales

Martha acaba de cumplir 18 años. Está sentada en su habitación de paredes verde brillante, en Monrovia, capital de Liberia, la ciudad donde nació y creció. Habla con cautela, volteándose de vez en cuando atenta a que nadie entre por la puerta a sus espaldas. Cuando sucede, enmudece, haciendo señas de esperar. Quiere y pide que no se use su nombre real para asegurarse de que nadie escuche lo que tiene que decir sobre la mutilación genital femenina (MGF), que en su país sigue siendo legal y se practica en tres de cada diez mujeres. Incluso, según datos de una encuesta demográfica y de sanidad del Banco Mundial, en algunas regiones del norte, hasta ocho de cada diez mujeres que saben qué es la MGF confirman haber sido circuncidadas.
“Ni mi hermana ni yo fuimos circuncidadas, no sé por qué. Con mi madre nunca hablamos de ello, pero le estoy agradecida”, reconoce Martha, por vídeollamada, con una sonrisa de alivio. Lo poco que sabe sobre esta práctica le basta, dice, para estar a favor de la propuesta de ley que el presidente liberiano, Joseph Nyumah Boakai, presentó al Parlamento a finales de octubre para criminalizar este procedimiento. El 18 de noviembre, la Cámara de Representantes anunció que había votado a favor de enviar el borrador a los distritos electorales del país para permitir a los ciudadanos expresar su opinión. Hasta ahora, el país solo había prohibido la MGF en menores de edad con decretos o moratorias temporales. La última, que duró tres años, expiró el pasado febrero.
A Martha le gusta estudiar y le va bien en la escuela. Ama la literatura africana y extranjera y le fascina la química. Forma parte de esa minoría de jóvenes liberianas que pueden incluso proyectar qué estudiar en la universidad, en un país donde menos de la mitad de las chicas obtienen el diploma de secundaria.
De su infancia, cuenta Martha, le ha quedado un recuerdo grabado: “Tenía 11 años, y mi maestra de historia nos habló de la circuncisión femenina. Decía que es importante para ser buenas esposas, que induce a la obediencia y hace que la piel sea incluso más bonita”. Pero la sola idea del corte de su clítoris le horrorizó.
Martha busca, a través de internet, más información sobre la MGF desde que, en noviembre, Wokie Dolo, activista y Miss Liberia 2017, fue a su escuela a hablarles. “Al final del encuentro, cuando salimos del aula, nos insinuó que la circuncisión femenina no es buena como siempre nos han dicho. Luego nos invitó a seguir su página de Facebook”, cuenta Martha. “Muchos la apoyan. Creo que es buena en lo que hace: es joven, sabe hablar bien, está informada, es valiente”. Dice que gracias a sus contenidos hoy sabe y quiere saber más.
Mi maestra de historia nos habló de la circuncisión femenina. Decía que es importante para ser buenas esposas, que induce a la obediencia y hace que la piel sea incluso más bonitaMartha, estudiante en Liberia
Wokie Dolo tiene 33 años, es asesora de género para el Portavoz de la Cámara de Representantes de Liberia y se ha convertido en un referente en la lucha contra la mutilación genital. Lleva cerca de dos años compartiendo en su página información e historias de mujeres que han sido circuncidadas. “Fui proclamada Miss Liberia pocos años antes. Esto hizo que mis contenidos circularan más fácilmente”, cuenta por vídeollamada. Pero su popularidad se disparó cuando el mes pasado apoyó públicamente la propuesta del presidente Boakai de ilegalizar la práctica a todos los efectos. “Es hora de ir más allá de la simple conciencia y adoptar medidas legislativas valientes”, escribió en una publicación que se inflamó con cientos de comentarios, una gran parte de los cuales eran críticas y fuertes ataques personales, sobre todo de hombres.
“El proyecto de ley es un paso adelante, pero se necesita más educación”, insiste Dolo a EL PAÍS. Ella, como Martha, también empezó a aprender sobre la mutilación genital a raíz de una curiosidad personal. “Gran parte de las mujeres de mi familia fueron mutiladas de niñas. En nuestro condado, Nimba, [al norte de la región], es una práctica muy extendida”. Ante sus preguntas, la mayoría de las veces se alzaba un muro de silencio o intimidación, debido al secreto que rodea estas prácticas de iniciación.
Sin embargo, Dolo ha logrado recopilar testimonios de mujeres circuncidadas. “Los efectos se hacen evidentes en la edad adulta: hablan de dolores crónicos y durante las relaciones sexuales, problemas menstruales, ausencia de placer, hemorragias posparto, depresión”, enumera. La MGF es reconocida por Naciones Unidas como una violación grave de los derechos humanos y la salud de las niñas y las mujeres. Hasta la fecha, más de 230 millones de ellas han sufrido este procedimiento.
Según Dolo, aunque la tasa de mujeres que han sufrido mutilación genital haya disminuido respecto al pasado, sigue siendo alta. El informe del Banco Mundial confirma que la tasa de mujeres circuncidadas en Liberia ha pasado de un promedio del 56% entre aquellas de 40 a 49 años a un 27% entre las de 15 a 24 años. Según este mismo informe, seis de cada diez mujeres en Liberia que saben lo que es la MGF dicen que esta debería abolirse.
Seis de cada diez mujeres en Liberia que saben lo que es la mutilación genital femenina dicen que esta debería abolirse
“En las escuelas que he visitado he encontrado a muchos jóvenes que apoyan mi lucha por la conciencia, el rechazo de las prácticas dañinas de nuestras tradiciones. Muchas me escriben compartiendo sus historias, agradeciéndome porque se sienten menos solas en su dolor”, añade.
A pesar del pequeño movimiento de ruptura que está germinando entre una parte de los jóvenes, la nueva generación liberiana sigue hoy dividida sobre la abolición de la práctica. “Muchos de ellos siguen diciendo estar a favor de su continuación solo porque se les ha enseñado así, pero ni siquiera saben explicar por qué lo creen cuando se les pregunta”, dice Dolo. “Las divisiones existen también entre los jóvenes porque el progreso es lento: falta conciencia, proyectos, educación sexual en las escuelas. Sucede sobre todo en las áreas rurales del norte, donde la influencia de los líderes tradicionales promotores de la práctica y la presencia de las mujeres que se sustentan cortando a las niñas es muy fuerte”. Por eso, según Dolo, educar en la verdad e impulsar un cambio es difícil. Y en el último mes, para ella, se ha vuelto aún más difícil.
Me dijeron que promuevo la propaganda occidental y que traiciono nuestras tradiciones. No se trata de propaganda, se trata de derechosWokie Dolo, activista contra la mutilación genital femenina
Tras manifestar su apoyo al proyecto de ley de prohibición de la MGF recibió tantos ataques que decidió desactivar su cuenta de Facebook. Poco tiempo después, Dolo de hecho decidió desactivar su cuenta.
“Me dijeron que promuevo la propaganda occidental y que traiciono nuestras tradiciones. No se trata de propaganda, se trata de derechos. Seguiré luchando, pero ahora las cosas se han puesto más difíciles para mí”, reconoce. Cuenta que muchas escuelas no quieren que vaya a hablar con los estudiantes, porque temen lo que pueda decir. “En la iglesia, una mujer se me acercó el otro día gritándome que debería avergonzarme por lo que voy diciendo por ahí. Incluso mi vecina ya no quiere que su hija pequeña venga a verme”, explica. “Estoy preocupada por mi madre, porque ahora la atacan también a ella. Pero no me arrepiento de nada. Es solo lo que les sucede a quienes intentan cambiar las cosas”.
Recorrido con obstáculos
Después de años de presiones por parte de organizaciones internacionales y locales, el presidente Boakai en septiembre de este año, durante la Asamblea General de Naciones Unidas, anunció su intención de prohibir las prácticas dañinas contra las mujeres en Liberia, incluida la mutilación genital. El mes siguiente presentó el proyecto de ley al Parlamento. Su movimiento, para los partidarios de su propuesta, es un evento histórico.
Hasta ahora, en Liberia esta práctica solo se ha restringido de manera provisional en tres ocasiones. En 2012, el Gobierno anunció medidas contra esta práctica tras una serie de reportajes de la la periodista Mae Azango, de FrontPage África, el diario más importante en Liberia. En 2018, pocos días antes del final de su mandato, la expresidenta liberiana Ellen Johnson Sirleaf firmó una orden ejecutiva que, después de un año caducó y nunca fue renovada bajo el gobierno de George Weah. En 2022, se aprobó una suspensión temporal de tres años que expiró el pasado febrero.
Dounard Bondo, abogado y periodista liberiano, escribió un artículo para Al Jazeera en abril sobre la urgencia de criminalizar esta práctica de una vez por todas y de establecer un sistema sólido de denuncia y protección de testigos. “Se trata de un paso adelante respecto al pasado”, afirma, en entrevista telefónica con este diario.
Según Bondo, el envío del proyecto a los distritos es un arma de doble filo. “Los líderes tradicionales tienen un fuerte control sobre las comunidades y esto es un riesgo”, advierte. “Pero si el Gobierno cree que la ley es una prioridad, podrán sentarse a una mesa y encontrar un punto de encuentro”. Según el, sin embargo, hay que implementar, entre otras cosas, proyectos que sensibilicen sobre el abandono de las prácticas dañinas si se quiere actuar desde la raíz.
Dolo, por su parte, teme que enviar el proyecto a consultas sea solo una táctica política. Gran parte de los legisladores representan las zonas rurales. Apoyar abiertamente esta ley habría significado perder los votos de esas zonas. De igual modo, según Mmonbeydo Joah, abogada liberiana, se trata de una maniobra para hundir la ley de manera indefinida. Por ahora, resta solo por ver el destino de la propuesta de Boakai en manos de un país polarizado.
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