Hind Kabawat, cristiana y única mujer del nuevo Gobierno de Damasco: “Siria tiene que empezar a pensar en la idea de ciudadanía”
La ministra de Asuntos Sociales del Gabinete de Ahmed al Shara promete cambios en un país “devastado” por la guerra y con recientes enfrentamientos sectarios, en el que los huérfanos, los mayores y la lucha contra el discurso de odio figuran entre sus prioridades

Hind Kabawat no quiere ser una ministra al uso. Cada mañana a las ocho, sale de su casa en la Calle Recta, la más antigua de Damasco y donde, según el Nuevo Testamento, también vivió el apóstol Pablo. Como una más, echa a andar por la ciudad vieja. Podría pedir que un coche con cristales tintados la recogiera en la puerta de su casa, pero ella prefiere que sean las aceras abarrotadas y ruidosas de la capital siria las que la lleven al Ministerio de Asuntos Sociales y Trabajo.
—¿Es la ministra? ¡Eh, ministra! —le grita un joven panadero cerca de la milenaria Puerta de Tomás—, bromea con otro muchacho que pasa por allí mientras Kabawat dobla la esquina. Si tuviera tiempo, se detendría a hablar con ellos. “No quiero perder mi vínculo con la gente. Quiero seguir siendo parte del pueblo”, explica, burlando la aglomeración.
Hace menos de un año, cuando aún seguía en el exilio, esta damascena asumió el mayor reto de su vida: reparar, como miembro del Gobierno de transición de Siria, una sociedad que el ex presidente Bashar el Asad dejó “completamente devastada”. Durante la guerra, la mitad de los 23 millones de personas que vivían en el país tuvieron que desplazarse, casi siete millones de ellas al extranjero. Entre las competencias de Kabawat está ahora la reabsorción de los tres millones que han vuelto, así como asegurar la cohesión social y laboral de un país donde, según la ONU, alrededor del 90% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. También la integración de la mujer y de las minorías religiosas. Estas últimas suman casi un tercio de la población, en un momento en el que las tensiones sectarias están en ebullición. En este primer año sin El Asad, las masacres de alauitas en la costa y los enfrentamientos en la región de Sueida, de mayoría drusa, han dejado al menos 3.000 muertos en el país.
La propia Kabawat forma parte de una minoría. En Siria y también en el Gobierno de Ahmed al Shara, donde es la única cristiana y la única mujer. En marzo, cuando se anunció el gabinete del presidente —hasta entonces líder de la organización rebelde islamista Hay’at Tahrir al Sham (HTS)—, su silueta blanca destacaba en una foto de familia donde solo había hombres vestidos de azul marino, verde militar y negro.
Muchos de ellos —especialmente los que pasaron a ostentar carteras clave como Defensa, Asuntos Exteriores, Seguridad, Inteligencia o Justicia— habían sido peces gordos del Gobierno de Salvación Sirio que Al Shara lideró en la provincia de Idlib hasta el año pasado. En eso también, Kabawat era una excepción: los años que la HTS había pasado consolidando un gobierno islamista en Idlib, ella había dirigido un programa de diálogo interreligioso en la Universidad George Mason de Virginia, presidió una ONG para mujeres sirias y fue subdirectora de la oficina de la oposición al régimen de El Asad desde Ginebra.
La ministra no disimula sus diferencias con el resto. Ya en su despacho, busca en su móvil un meme que vio hace poco en Internet. En él se ve una barbacoa donde cada tipo de carne lleva el nombre de un ministro: el kebab es el de Justicia, el pollo es el de Defensa y, ella, una nube de azúcar. “Supongo que así me verán algunos. Es cuqui”, dice. Pero Kabawat cree tener una estrategia capaz de convertir la nueva Siria en un país inclusivo y democrático: que los logros de su ministerio inspiren a otros miembros del Gobierno a cambiar su forma de ver las cosas.
Por los pasillos del edificio que alberga el Ministerio de Asuntos Sociales y Trabajo corren de un lado para otro una multitud de mujeres y algún que otro hombre. Transportan ficheros, llaman a puertas tras las que les esperan reuniones o toman café en alguna de las estancias que la ministra ha mandado a decorar con flores. “Las contrato a ellas porque están mejor cualificadas”, dice. Y añade: “También me he encargado de que en mi equipo haya alauíes, sunníes, drusos y kurdos. Hay hasta una salafista”, bromea.
A Kabawat, sin embargo, no le gusta hablar de minorías: “Tenemos que empezar a pensar que la idea de ciudadanía está sobre todo lo demás. Minoría deberían de ser solo los que no creen en la Siria que estamos construyendo”, asevera. Por eso, para que lo que hoy llamamos minorías dejen de serlo, defiende que haya cuotas en la administración pública. “Este será el modelo”, dice, señalando a las asistentas que la acompañan durante la entrevista. “Y el resto verá que estoy haciendo lo correcto, rodeándome de los mejores y, poco a poco, aprender a valorar eso”, augura.
Durante su primer año de mandato, Kabawat se ha servido del talento de estas mujeres y de estos hombres para abordar asuntos que le quitan el sueño a la ministra. “Los indigentes, los desplazados internos, la tercera edad… Quizá el de los niños sin padres sea el dosier que más me pesa”, confiesa. Durante la guerra, cuando más de un millón de niños quedaron huérfanos, el régimen de El Asad robó a cientos de menores y los escondió en orfanatos estatales financiados por oenegés internacionales. Algunos fueron vendidos al extranjero, a otros les cambiaron la identidad. Hoy muchos de ellos siguen desaparecidos. “Esta es mi mayor pesadilla. Me digo: «¿Cómo puedo encontrar a esos niños?»”, expresa Kabawat. Para ello, la ministra ha creado un comité, aunque afirma que reparar estas y otras heridas de la guerra requeriría de recursos con los que el nuevo Estado sirio aún no cuenta.
Otros proyectos de la ministra incluyen medidas para que la transición en Siria permita la libertad de expresión y castigue la incitación a la violencia por motivos religiosos o políticos. Su equipo está diseñando ya un borrador de ley para la protección de la sociedad civil y otro contra el discurso de odio. Además, Siria sigue rigiéndose por un código de conducta de 1953 que consolida la tutela masculina y permite el matrimonio infantil, además de institucionalizar la desigualdad de género en el matrimonio, el divorcio y la herencia. También sigue vigente el código penal de 1949, que en casos de adulterio castiga con mayor dureza a la mujer casada.
Tenemos que empezar a pensar que la idea de ciudadanía está sobre todo lo demás. Minoría deberían de ser solo los que no creen en la Siria que estamos construyendo
Aunque estas reformas requerirían una menor movilización de recursos que las reparaciones de la guerra, puede que la regeneración política a la que Kabawat aspira sea demasiado ambiciosa en un Parlamento conservador como el que se está consolidando en Siria. En las elecciones legislativas de octubre, para las que se había establecido una cuota mínima de un 20% de mujeres en el nuevo Parlamento sirio, el colegio electoral solo nombró a seis diputadas de las 24 que habrían correspondido. Asimismo, las distintas minorías étnicas y religiosas solo se llevaron diez de los 122 escaños que se repartieron. “Si una propuesta fracasa, elaboraremos otro borrador y lo presentaremos con campañas de sensibilización. Así hasta que se apruebe”, confía Kabawat.
Pero hay más. Una limitación posiblemente mayor para Kabawat es que Ahmed al Shara ha designado un cargo que deja las decisiones estructurales fuera del alcance de la ministra. En abril, el mandatario nombró a su propio hermano, Maher al Shara, secretario general de la presidencia. Este puesto, que convierte al familiar del jefe de Estado en responsable de los asuntos administrativos y organizativos del Ejecutivo, ha impedido hasta ahora que Kabawat pueda nombrar a sus viceministros, a sus directores generales y a sus jefes de oficina. Por el momento, el peso de Asuntos Sociales y Trabajo recae únicamente sobre los hombros de la única ministra del gabinete y, si en algún momento lo deseara, el hermano de Al Shara podría plagar el organigrama del ministerio de hombres de confianza del presidente.
La cuestión le incomoda a Kabawat. “¿Podemos saltárnosla? Qué entrometimiento”, responde cuando se le pregunta si teme no poder nombrar oficialmente al equipo con el que le gustaría reformar Siria. Unos minutos más tarde, mientras —ahora sí— su chófer arranca rumbo a un destino al que no se puede ir andando, la ministra baja la ventanilla tintada y apostilla: “Los nombramientos llegarán pronto. Todo va a llegar sin dificultades”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Más información

“Somos las últimas de Damasco”: la purga silenciosa contra las mujeres trans en la nueva Siria

Laureles manchados de sangre en Siria: “No somos culpables de nada, salvo de querer alimentar a nuestras familias”
Archivado En
Últimas noticias
Australia confirma que los autores del atentado en Sídney se inspiraron en el Estado Islámico
La reina Sofía tendrá su propia protectora de animales en Arganda del Rey
Puente anuncia que el abono de transportes único se podrá utilizar a partir del 19 de enero
El Govern acuerda con los comunes mantener la bonificación del 50% en el transporte público en Cataluña
Lo más visto
- Un trabajador de Acciona asegura que fue el exdirector de Construcción quien le sugirió colaborar con Servinabar, la empresa a la que la UCO vincula con Cerdán
- Eurovisión 2026 cierra la lista de sus países participantes, la cifra más baja desde 2004
- El juez cree que la red de Leire Díez y el exdirector de la SEPI contó con “diversos cargos públicos” para el cobro de comisiones entre 2021 y 2023
- La UE eleva la presión sobre Venezuela al prorrogar las sanciones al círculo de Maduro en plena escalada de Estados Unidos
- Sánchez se mueve para seguir: pacta una cita con Junqueras, anuncia un abono único y descarta tocar el Gobierno




























































