Ir al contenido
_
_
_
_

Elefantes estresados y con falta de sueño: el animal sagrado sucumbe a la presión turística en India

Los paquidermos de Jaipur, en otro tiempo venerados, son hoy el centro de una próspera pero controvertida industria

Elefantes de India

El tráfico se detiene cerca del Fuerte Amber, el complejo palaciego de la ciudad que lleva el mismo nombre, a 11 kilómetros de Jaipur (Estado de Rajastán, norte de India), cuando un coro de bocinas anuncia la llegada de una fila de elefantes. Se abren paso entre los tuctucs, cubiertos de bridas y pintura de colores vivos en la trompa y los ojos. A esa hora, el sol cae a plomo y los animales regresan a los santuarios después de una jornada de trabajo. Cada uno lleva sobre el lomo a su mahout, el cuidador que lo acompaña desde su infancia.

Durante siglos, el elefante ha sido un símbolo sagrado en la India, que alberga la mayor población de paquidermos asiáticos del mundo, alrededor de 27.000, repartidos por todo el país. Sus condiciones de vida varían mucho de un Estado a otro. En el sur, en regiones como Kerala, todavía es posible encontrar comunidades salvajes en los bosques, mientras que en zonas más septentrionales, como Rajastán, los elefantes viven solo en cautividad, en santuarios protegidos: unos lugares en los que se da refugio a animales heridos o rescatados de las garras de los cazadores furtivos. Aunque los santuarios se concibieron inicialmente para proteger la especie y promover las tradiciones y la cultura locales, con el tiempo se han convertido en el eje de una próspera pero polémica industria turística. Solo en Fuerte Amber, unos 125 ejemplares transportan cada día a cientos de visitantes hasta la cima del complejo. En todo el país, se calcula que hay entre 2.700 y 3.500 elefantes en cautividad, y más del 75% participa en actividades turísticas.

Definir a los elefantes como ‘domesticados’ es engañoso: simplifica su situación y distorsiona su realidad biológica
World Animal Protection

De acuerdo con el Informe Económico 2024-2025 del Gobierno de Rajastán, el turismo representa alrededor del 15% del PIB de este Estado. La demanda ha impulsado la proliferación de centros que ofrecen paseos, sesiones de pintura corporal o alimentación de los animales. Pero ese crecimiento ha tenido un coste.

“Definir a los elefantes como ‘domesticados’ es engañoso: simplifica su situación y distorsiona su realidad biológica”, advierte el informe de World Animal Protection (WAP) Elephants Not Commodities (Son elefantes, no mercancías). Aunque viven en contacto con los humanos, conservan los comportamientos e instintos de las especies salvajes. “Hablar de domesticación oculta un proceso muy diferente: el adiestramiento para garantizar la obediencia del animal”, señala la organización.

Falta de regulación

En Rajastán, los elefantes viven exclusivamente en cautividad, alojados en santuarios creados para rescatar ejemplares heridos o procedentes de la caza furtiva. Pero no todos cumplen los mismos estándares. Según explica Geeta Seshamani, cofundadora y secretaria de Wildlife SOS, algunos son verdaderos refugios, comprometidos con ofrecer espacios naturales y condiciones dignas, mientras que otros funcionan como atracciones turísticas. “Muchas instalaciones carecen de las superficies y herramientas necesarias para fomentar el comportamiento exploratorio y social típico de los elefantes”, lo que deriva “en trastornos articulares debidos tanto a la inmovilidad como al esfuerzo excesivo impuesto en cautividad”, continúa la activista. Y añade: “Sin una regulación adecuada, y con el aumento constante de la demanda, será cada vez más difícil distinguir los centros realmente éticos de los que operan movidos por la lógica del mercado”.

Varios estudios académicos y las observaciones sobre el terreno muestran que algunos elefantes viven en condiciones pésimas: desequilibrio del sueño y de la nutrición, aislamiento e incomodidad debida al uso continuo de palos y sillas de montar rígidas (howdahs). Estos factores ponen en peligro el bienestar físico y, muchas veces, psicológico de los elefantes. En muchos casos, los paquidermos en cautividad siguen mostrando comportamientos estereotipados —como balanceos compulsivos o movimientos repetitivos—, síntomas claros de estrés y frustración.

Estos elefantes han atacado a humanos u otros elefantes por pura frustración, derivada de ser usados para montar
Khushboo Gupta, directora de proyectos de incidencia en PETA India

Un ejemplo claro es el de Malti, una elefanta que trabajó durante años en Fuerte Amber y a la que trasladaron a un santuario después de una larga campaña de PETA India, una organización dedicada a la protección de los elefantes de la zona. “Un grupo de 120 veterinarios firmó un documento en el que se afirmaba que la elefanta sufría psicológicamente. Era necesario rehabilitarla y trasladarla a un centro de cuidados especializado”, recuerda Khushboo Gupta, directora de proyectos de incidencia en PETA India. La organización denunció los abusos sufridos durante su cautiverio y la falta de control sanitario.

Otros elefantes también han mostrado signos de sufrimiento que, a veces, han causado reacciones agresivas: en 2024 se filmó al elefante Gouri atacando a un turista, lo que reavivó el debate sobre los límites de la convivencia forzada entre seres humanos y animales. “Estos elefantes han atacado a humanos u otros elefantes por pura frustración, derivada de ser usados para montar”, explica Gupta.

El vínculo con los ‘mahouts’

Otro de los factores a tener en cuenta en la protección de los elefantes es su relación con los mahouts. Aunque la tradición defiende que se trata de un vínculo simbiótico o espiritual, se basa en un entrenamiento que a menudo emplea prácticas invasivas que se han ido transmitiendo de generación en generación y que responden a una necesidad económica: para muchos mahouts, el cuidado de los elefantes suele ser su única fuente de ingresos.

“Unas 15.000 personas dependen de los 65 elefantes del pueblo”, explica Ballu Khan, presidente del Comité de Desarrollo del Pueblo de los Elefantes en Jaipur. “Para colmo, la tarifa de los paseos se ha reducido en unas 1.500 rupias [casi 15 euros], pero el propietario solo recibe 1.200. Es un problema serio para los mahouts, que, pese a todo, siguen dedicándose al cuidado de sus elefantes”.

Kumar, un joven mahout que trabaja en un santuario cercano a Jaipur, describe la rutina diaria de Padma, una elefanta de 35 años: “Cada día consume unos 260 kilos de comida: 200 de caña de azúcar, 20 de sorgo, 15 de forraje verde, 10 de sandía, 10 de plátanos y 5 de rotis de trigo por la noche”. El coste diario para alimentarla supera las 4.000 rupias. “Equilibrar ese gasto con las necesidades familiares y unos ingresos tan limitados es cada vez más difícil. Mi familia se ha dedicado a esto durante generaciones, pero nunca había sido tan complicado mantenernos”, lamenta. “En los últimos años, han surgido más santuarios aquí, en el sur de Rajastán, y en mi opinión ese aumento, no solo de la demanda, sino también de la oferta, ha puesto nuestro trabajo en crisis”.

El marco legislativo también influye en el estado de los elefantes. En 2021, un comité de expertos declaró no aptos para los paseos a 10 elefantes de Jaipur, y el Gobierno estatal ordenó su retirada. “Aplaudimos las medidas tomadas por el Gobierno para detener el uso de algunos animales mayores o enfermos”, reconoce Gupta.

No obstante, las reformas más recientes han generado preocupación. Las enmiendas a la Ley de Protección de la Fauna Silvestre de 2022 y la entrada en vigor en 2024 de las Normas para el Traslado de Elefantes en Cautividad han ampliado los supuestos que permiten mantener elefantes en cautiverio, incluidos fines religiosos y culturales. Estas modificaciones, según PETA India, facilitan los traslados entre Estados y diluyen la frontera entre conservación y explotación.

“Los elefantes son los únicos animales salvajes que los particulares pueden poseer. Aunque la ley prohíbe su venta, siguen siendo trasladados comercialmente bajo el pretexto de regalos o donaciones”, denuncia Gupta. “En nombre del turismo estamos convirtiendo un símbolo nacional en una atracción. ¿A qué precio?”, se pregunta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_