Responsable de la oficina de la ONU para infraestructuras: “En Gaza, más que una crisis humanitaria, hemos vivido una crisis de humanidad”
Jorge Moreira da Silva explica que la reconstrucción de la Franja es un reto inimaginable, en un territorio sin comida, ni agua potable y con 50 millones de toneladas de escombros por retirar


Jorge Moreira da Silva, director ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS), celebra, con alivio, la noticia del alto el fuego en Gaza, pero está ya inmerso en la fase siguiente de la gestión de la crisis: hacer entrar la cantidad suficiente de combustible y tiendas de campaña, reparar las tuberías de agua, gestionar la recogida de basuras...
“Es algo inimaginable. Estamos frente a una reconstrucción que nos va a costar 50.000 millones de dólares [42.905 millones de euros]. Tenemos que gestionar, por ejemplo, 50 millones de toneladas de escombros”, explica, en una entrevista con este periódico en Bruselas, al margen de la reunión de Global Gateway, una iniciativa europea lanzada en 2021 para fomentar el desarrollo de infraestructuras en el Sur Global.
La UNOPS suministra infraestructuras y gestiona proyectos sostenibles para ayudar a las personas a mejorar sus condiciones de vida. Para este responsable portugués, todo eso, hoy en día, no se puede hacer sin el sector privado y confiando únicamente la solidaridad mundial. “La idea es la interdependencia. Lo que no invertimos en desarrollo lo pagamos mucho más caro en crisis humanitarias y en crisis de refugiados”, afirma.
Pregunta. UNOPS está trabajando intensamente en Gaza, suministrando o intentando suministrar ayuda de emergencia. ¿Cómo resumiría estos dos últimos años?
Respuesta. Además de una total violación del derecho internacional humanitario, desde 2023 en Gaza, más que una crisis humanitaria, hemos vivido una crisis de humanidad. Porque son nuestros valores y principios, la empatía y la solidaridad, los que han entrado en crisis. Esto quedará en nuestra memoria por muchos, muchos años. Lo ocurrido en Gaza daña la imagen del multilateralismo, de la ayuda humanitaria y de la relación entre Estados.
P. ¿Cuáles son las prioridades de la UNOPS ahora en Gaza?
R. En los próximos días hay que aportar suficiente combustible para hacer funcionar las panaderías, los hospitales, la gestión de residuos y las canalizaciones de agua. Hoy, solo el 20% de la población de Gaza tiene acceso a una tubería de agua y hay que llegar rápido al 80%. Además, hay que hacer entrar en Gaza mínimo 100 camiones por día solo con comida. Y también traer tiendas de campaña.
Lo ocurrido en Gaza daña la imagen del multilateralismo, de la ayuda humanitaria y de la relación entre Estados.
P. Hablamos de una reconstrucción casi total.
R. Es algo inimaginable. Estamos frente a una reconstrucción que nos va a costar 50.000 millones de dólares. Tenemos que gestionar, por ejemplo, 50 millones de toneladas de escombros. Se va a necesitar mucha movilización y mucho esfuerzo de toda la comunidad internacional.
P. ¿Usted ha estado en Gaza desde 2023?
R. Pude ir dos veces en los últimos dos años y nunca olvidaré lo que vi. He estado en otros contextos de guerra, pero en Gaza, la destrucción es total. Y se ve también en la mirada de los niños y niñas. Pequeños que lo han perdido todo, en muchos casos también sus padres. Esa mirada es la que no se me olvida.
P. En contextos de conflicto y hambruna como Gaza, Sudán, Yemen, Haití y otros y en un momento de importantes recortes en ayuda al desarrollo, ¿qué valor tienen foros como el Global Gateway?
R. Yo creo que facilitan la comprensión de la interdependencia. Ayudar a los más vulnerables no es solo cuestión de solidaridad o de moral, sino inversión en estabilidad, seguridad y sostenibilidad global. ¿No aprendimos en la pandemia que de poco sirve vacunar todo el norte si no se apoya al Sur Global? Lo mismo pasa, por ejemplo, con el cambio climático. Esa idea de interdependencia hace que invertir en el desarrollo cobre sentido. Porque lo que no invertimos en desarrollo lo pagamos mucho más caro en crisis humanitarias y de refugiados.
P. Las crisis climáticas, la pobreza y los conflictos se multiplican, pero castigan a menudo los mismos lugares.
R. Si miramos a los 14 países más impactados por el cambio climático, todos sufren algún conflicto. Después observemos a los más castigados por el hambre. Son los mismos países también. Hay una concentración de pobreza, conflicto y cambio climático. Pero después, cuando miras a su capacidad de atracción de inversión es muy pequeña; solo el 10% de la inversión privada va para países frágiles. Cuando en estos países frágiles, un 80% de la población vive en situación de pobreza.
P. En julio, dirigentes del mundo reafirmaron en Sevilla la necesidad de renovar la arquitectura financiera para lograr un mundo más sostenible. ¿Como pasar de las palabras a los actos y hacer que la solidaridad llegue a los que más necesitan?
R. En Sevilla, se logró decir por primera vez en un texto marco de la ONU, que es fundamental reformar las instituciones financieras para que los países en desarrollo tengan una representación que corresponda a su peso real. Por otro lado, es un hecho que la ayuda no está llegando a quien más la precisa. Falta financiación y falta implementar proyectos donde más se necesitan, no donde es más fácil. Los bancos de desarrollo, por ejemplo, tienen que asumir un riesgo mayor porque son precisamente bancos de desarrollo y no comerciales.
No se puede decir a un ministro del África subsahariana que tiene que ser más verde y ecológico cuando el país está endeudado, no consigue atraer inversión privada y se hunde en la pobreza
P. Estos cambios incluyen también un replanteamiento de la cuestión de la deuda de los países en desarrollo.
R. Sin duda. Yo lo repito mucho cuando me hablan del cambio climático. No se puede decir a un ministro del África subsahariana que tiene que ser más verde y ecológico cuando el país está endeudado, no consigue atraer inversión privada y se hunde en la pobreza. El tema de la deuda es una prioridad para la ONU, para el G20... y no estamos hablando de un alivio momentáneo, como ocurrió durante la pandemia, sino de soluciones estructurales.
P. ¿Algún ejemplo concreto?
R. El tema de las redes de energía, que en todo el mundo, por definición, son públicas. ¿Cómo es posible pedir a un país africano que haga una enorme inversión pública en redes cuando están muy endeudados? Por eso yo hablo con los donantes y les digo que es un tema prioritario. Porque en energías renovables no tengo duda de que el sector privado entrará porque el interés es claro.
P. ¿Cree que el sector privado europeo, presente en esta reunión, está cambiando su mirada hacia África?
R. Para crisis como el cambio climático, la solución no es que las empresas del norte vayan al sur, sino que haya una verdadera asociación entre unas y otras. En África está el 60% del potencial mundial de energía solar, pero solo atrae el 3% de inversión global en energía. Es paradójico que el continente que tiene el mayor potencial de producción de energía renovable no esté consiguiendo extraerlo y colocarlo al servicio de su continente y del mundo. Por lo tanto, es muy importante que el sector privado mire a las grandes oportunidades que hay en los países africanos.
En los próximos días hay que aportar suficiente combustible para hacer funcionar las panaderías, los hospitales, la gestión de residuos y las canalizaciones de agua en Gaza
P. ¿Pero cómo se puede convencer a una empresa privada para que vaya a invertir a Yemen o Sudán?
R. Yo pregunto muchas veces en reuniones como esta: ¿hay alguien disponible a irse mañana a Yemen, Somalia o Sudán a invertir? Claro que no. Solo irán si el sector público envía primero una señal, con ayuda pública al desarrollo, crea un marco y baja el riesgo de la inversión privada. El desarrollo ha cambiado mucho conceptualmente: hablábamos de ayuda, hoy hablamos de solidaridad, decíamos desarrollo, hoy decimos desarrollo sostenible, hemos pasado de cooperación norte-sur a cooperación sur-sur. En esta transformación también entra el sector privado. No podremos alcanzar nuestras metas, colmar estos agujeros financieros, que son de más de cuatro billones de dólares, solo con ayuda pública.
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