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Vivir sin agua o pagar precios insoportables: la peor sequía en la historia de Líbano amenaza la alimentación, el ganado y la biodiversidad

El cambio climático y la mala gestión de las autoridades, según los expertos, son algunas de las causas de la crisis hídrica libanesa, que afecta a la población

Sequía Líbano

George Rizkallah se detiene en su terreno baldío a observar cómo se marchitan las viñas. Hace décadas que cultiva estas tierras de Zahle, en el Valle de la Bekaa, junto a la frontera sur de Líbano. “Antes cultivaba una superficie de hasta 300 dunums (30 hectáreas). Ahora solo puedo aprovechar 60 (6 hectáreas)”, explica Rizkallah. Los años de lluvias irregulares y la escasez de agua en los pozos han hecho que la agricultura sea cada vez más insostenible, explica. “Antes regábamos 10 dunums (1 hectárea) en un día, ahora tardamos una semana”. Las dificultades que este agricultor enfrenta en el campo es un síntoma más de que Líbano está padeciendo la peor sequía de su historia.

El lago Qaraoun, el mayor embalse de agua dulce del país, descendió hasta los 57 millones de metros cúbicos en agosto, cuando, hace un año, los niveles estaban en 153 millones de metros cúbicos de agua. La media anual de este embalse era 320 millones. Y, lo que es peor, esa agua no se puede utilizar debido a la grave contaminación.

La crisis hídrica, además, pone en riesgo la seguridad alimentaria del país, que ya estaba en números rojos. Según un informe del Programa Mundial de Alimentos, una de cada cinco personas en Líbano (alrededor de 1,17 millones) sufre inseguridad alimentaria aguda. Los daños en las infraestructuras agrícolas, el estancamiento económico y la disminución de la ayuda humanitaria empujan constantemente a las familias hasta el límite. Las previsiones indican que la cifra de afectados podría llegar a ser de 1,24 millones entre julio y octubre de 2025.

El abastecimiento doméstico es otro de los grandes problemas. Las familias libanesas afrontan una disyuntiva imposible: vivir sin agua o pagar precios insoportables por este bien esencial. El colapso de los sistemas hídricos estatales hace que los ciudadanos tengan que obtener el agua de cuatro fuentes diferentes: agua del Estado ―con cortes constantes y prolongados―, agua embotellada, dispensadores y camiones cisterna, que suelen llegar contaminados con lodo de los pozos secos.

El coste económico es abrumador. Jinan Sami desglosa los gastos de agua de su familia: “No tenemos suministro de agua del Estado, porque hay un manantial que alimenta el pozo para el edificio en el que vivimos, pero el pozo se secó en abril y ahora tenemos que comprar cada dos días agua para limpiar, bañarnos y otros usos domésticos, lo que supone más de 300 dólares al mes (unos 255 euros)”. En Líbano, el salario mínimo mensual es de poco más de 300 dólares.

Los propios proveedores de agua están en crisis. Raed Zein al Din, que lleva 20 años dedicado a este sector, explica que no ha podido suministrar agua a la población porque se ha vuelto increíblemente turbia. “Tengo una reputación que mantener”, declara a EL PAÍS.

Nada Shahin, que es ama de casa, señala la cruel ironía: “El agua del Estado solo llega una vez al mes, con suerte, y los dueños de los camiones cisterna privados han anunciado hace poco subidas de precios”. Según Shanin, los costes de entrega han aumentado de 20 a 25 dólares por diez barriles, lo que “lleva todavía más al límite a unas familias ya desesperadas”.

Estamos padeciendo una crisis de falta de agua en todos los territorios y cuencas hidrográficas de Líbano
Sami Alawieh, director de la Autoridad del río Litani

“Este año está siendo el más seco”, confirma Sami Alawieh, director de la Autoridad del río Litani, el más largo del país. “Estamos padeciendo una crisis de falta de agua en todos los territorios y cuencas hidrográficas de Líbano”.

A principios de agosto se celebró una reunión de emergencia de alto nivel en la que participaron Alawieh, el jefe de la Autoridad Nacional del Agua y Shadi Abdullah, secretario general del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas, con el propósito de elaborar una estrategia de emergencia para hacer frente a esta crisis. “El nivel del agua del lago Qaraoun ha bajado este año de 851,63 metros a 838,82 metros, es decir, ha disminuido 12,81 metros”, cuenta Alawieh. Las reservas, añade, se han reducido de 152.748.000 metros cúbicos a 57.264.000, lo que supone unos 95 millones menos de metros cúbicos.

“La situación actual pone en peligro la sostenibilidad del lago Qaraoun como gran recurso hídrico y anuncia graves complicaciones medioambientales, agrícolas e hidroeléctricas. El país ha entrado en una fase de grave estrés hídrico”, agrega el jefe de la Autoridad Nacional del Agua.

Alawieh ha exigido medidas inmediatas para controlar el consumo con arreglo a las leyes de protección de los recursos hídricos, en particular la Ley del Agua n.º 192/2020, que regula e institucionaliza el sector del agua en Líbano.

Emergencia climática y mala gestión

Las centrales hidroeléctricas conectadas al río Litani también han cerrado, por lo que ha habido que endurecer las restricciones eléctricas en unos 130 pueblos y ciudades y se han notado las graves repercusiones para la economía nacional.

Al mismo tiempo, varios ríos como el Ouli, que es fundamental para los agricultores, se están secando, y los pozos del Valle de la Bekaa se están agotando a la alarmante velocidad del 45%, según el hidrogeólogo y profesor de geografía de la Universidad Libanesa Naji Kehdy.

Kehdy señala dos causas principales: la crisis climática y la mala gestión humana. “La frecuencia de las estaciones secas y el incremento demográfico, el constante uso indiscriminado del agua y la ausencia de una política hídrica sostenible son factores que contribuyen a estas circunstancias”, explica a este diario. Asegura que hasta el 40% del agua destinada al riego se evapora debido al aumento de las temperaturas. Aconseja a los agricultores que rieguen después del atardecer y cultiven productos menos necesitados de agua.

Como respuesta a la situación, Kehdy ha elaborado el Índice de Conocimiento del Agua (WKI, por sus siglas en inglés), una herramienta diseñada para medir el conocimiento de la gente sobre los problemas relacionados con este recurso.

“En las regiones sedimentarias como el Valle de la Bekaa, hay indicadores claros de que las fuentes de agua subterránea están agotándose, en particular los pozos que se utilizan para el riego y el uso doméstico”, afirma Kehdy, que señala que las tasas de evaporación están aumentando a una velocidad peligrosa, sobre todo en septiembre y octubre, por lo que ve necesario imponer restricciones más estrictas al uso del agua.

La frecuencia de las estaciones secas y el incremento demográfico, el constante uso indiscriminado del agua y la ausencia de una política hídrica sostenible son factores que contribuyen a estas circunstancias
Naji Kehdy, hidrogeólogo y profesor de geografía de la Universidad Libanesa

Además, añade, la nieve es cada vez más escasa y no basta para alimentar los depósitos de agua subterráneos de las zonas agrícolas. “Debemos concienciar a la gente para contener el despilfarro tanto en los usos domésticos como en los industriales y sostener el turismo y el ciclo económico”, insiste.

El investigador medioambiental Kamal Salim, que se dedica desde 2008 a indagar en la biodiversidad y los contaminantes del lago Qaraoun, asegura que está infestado de una cianobacteria tóxica denominada Aphanizomenon Ovalisporum, responsable del color azul verdoso que tiene el agua. “Esta bacteria produce unas toxinas que son una amenaza para el lago y sus alrededores, todo lo que hay en un radio de 500 metros”, explica Salim a EL PAÍS. “El peligro se agrava por el aumento de las temperaturas y ya ha hecho que esté disminuyendo la biodiversidad”.

Salim añade que hay un “cóctel” de contaminantes que fluye hacia el río y el lago y contribuye al crecimiento de plantas acuáticas como las algas y las bacterias y de especies como la carpa, que sí tolera esas sustancias.

“Las plantas de tratamiento de aguas residuales son cruciales para limpiar el lago de aguas negras, pesticidas procedentes de la agricultura y residuos industriales de aproximadamente 300 fábricas”, explica. E indica que el lago ahora está lleno de aguas estancadas y contaminantes y, por tanto, no se puede utilizar para el riego.

La fuerte caída del nivel del agua del río Orontes, de aproximadamente un 60% —dice el farmacéutico Ghaith Nasser Al-Din, dueño de unas tierras que arrienda a varios agricultores en Hermel, en el noreste de Líbano—, ha sido muy perjudicial para la temporada turística, porque ha habido que cancelar las salidas en kayak y otras actividades. “Además, 60 piscifactorías perdieron entre el 20 y el 45% de sus peces, que murieron porque, en las regiones más frías, las temperaturas subieron alrededor de 4 grados centígrados (de 16 a 20 grados), algo nunca visto”, cuenta.

Nasser explica que las presas primitivas construidas por los criadores de truchas para recoger agua causaron una proliferación de algas sin precedentes. “Para revertir el estancamiento del agua, los criadores tuvieron que utilizar máquinas de bombeo para oxigenar y mantener con vida a los peces, con el consiguiente incremento de los costes”. Este círculo vicioso, continúa, ha elevado los costes de la producción local de alimentos en plena competencia con productos importados, más baratos y de más calidad.

Walid Saif al Din, presidente de la Asociación Medioambiental de Rashaya —una ciudad situada al sureste de Beirut—, señala que la sequía ha afectado al estanque de Al Yabsa, la única masa de agua de la región. “Antes tenía alrededor de 35.000 metros cúbicos, pero ahora solo quedan 10.000 por la escasez de precipitaciones y el rápido deshielo”, afirma.

“Este estanque era una fuente de agua para miles de cabezas de ganado, anfibios y colmenas, y era un lugar estratégico para las aves migratorias, pero este año lleva seco desde principios de agosto, pese a que solía durar hasta septiembre”, dice Saif al Din.

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