Los niños de Gaza piden ayuda a gritos: el mundo debe escuchar y actuar
En lugar de proporcionar la protección necesaria a los menores atrapados en este conflicto, el mundo está paralizado por cálculos diplomáticos y por un doble rasero a la hora de considerar los derechos humanos de los palestinos
“El único lenguaje internacional del mundo es el llanto de un niño”, escribió Eglantyne Jebb, fundadora de Save the Children. Pronunció esta frase tras la Primera Guerra Mundial. Los niños alemanes sufrían una hambruna agravada por el punitivo bloqueo británico de la ayuda. Jebb creía que tomar conciencia sobre el sufrimiento de niños inocentes recordaría a un público atenazado por la rabia de la guerra, la venganza y el nacionalismo, que compartían la misma humanidad y valores.
Es inevitable preguntarse qué pensaría Jebb del horror que se está viviendo en Gaza. Los niños palestinos lloran alto y claro. Sin embargo, el mundo hace oídos sordos. En lugar de proporcionar la protección exigida por la humanidad que compartimos, la comunidad internacional está paralizada por los cálculos diplomáticos, por la falta de respeto al derecho humanitario y —hablemos claro— por un doble rasero con respecto a los derechos humanos de los palestinos. Lo que está ocurriendo en Gaza es otro capítulo devastador de un fracaso más amplio en la protección de los niños atrapados en las guerras. Pero no es momento de lamentarse. Es el momento de trazar una línea en la arena, de hacer cumplir las leyes humanitarias en Gaza y de reforzar un sistema que no está protegiendo a los niños.
El nihilismo asesino desatado por Hamás contra israelíes inocentes es indefendible. Asesinar, torturar y secuestrar a civiles, incluidos niños, y retener a rehenes son crímenes por los que sus autores deben rendir cuentas a través de la Corte Penal Internacional (CPI), el organismo creado para investigar y procesar a los responsables de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Ellos, y no los niños de Gaza, deben pagar el precio de los crímenes que han cometido. Pero por atroces y depravados que sean esos crímenes, no proporcionan a Israel una luz verde para pasar por encima de las reglas de la guerra. Consagradas en los Convenios de Ginebra y en el Estatuto de Roma que sustenta la CPI, esas normas se forjaron a partir de algunos de los episodios más oscuros de la humanidad. Si no se respetan en Gaza, se debilitará el Estado de derecho internacional en todas partes, con consecuencias devastadoras para los niños.
Si las reglas de la guerra no se respetan en Gaza, se debilitará el Estado de derecho internacional en todas partes, con consecuencias devastadoras para los niños
El impacto de la violencia en Gaza sobre los niños ha quedado a la vista. Las imágenes desgarradoras de niños desenterrados de entre los escombros, padres afligidos y bolsas diminutas con cadáveres cuentan su propia historia. En el momento de escribir estas líneas, unos 3.400 niños han muerto en bombardeos, una cifra que representa alrededor del 40% de todas las víctimas. Y cada día el balance de muertos aumenta en una media de 400 personas.
Cortar la ayuda humanitaria para Gaza, los alimentos, el agua o el combustible, ha tenido consecuencias devastadoras para los niños. Las necesidades de la población aumentan con cada bombardeo, pero el flujo de asistencia humanitaria, que antes de la guerra se traducía en la entrada diaria de más de 500 camiones, se ha reducido tan solo un goteo. Los hospitales se han quedado sin las medicinas más básicas y sin el material que necesitan para tratar a los niños de sus heridas, incluyendo la anestesia.
La OMS ha advertido de que Gaza se enfrenta a una inminente catástrofe de salud pública. Las infraestructuras de agua y saneamiento están prácticamente colapsadas, lo que expone a los niños debilitados por la desnutrición al riesgo de deshidratación y enfermedades transmitidas por el agua. Aunque el agua sucia no sea tan visible como los daños causados por las bombas, también supone una amenaza letal para los pequeños de la Franja.
Los edificios pueden reconstruirse, pero el miedo, la ansiedad y el dolor de estos días agravarán inevitablemente las presiones sobre la salud mental de los niños
Es posible que las heridas psicológicas que se están infligiendo nunca cicatricen. Los edificios pueden reconstruirse, pero en una sociedad que ya registra uno de los peores niveles del mundo de niños traumatizados debido a los sucesivos conflictos, el miedo, la ansiedad y el dolor de estos días agravarán inevitablemente las presiones sobre la salud mental en los años venideros.
Documentar el impacto de la guerra en los niños de Gaza no es suficiente. Hace 30 años, la entonces ministra de Educación de Mozambique, Graça Machel, presentó a la Asamblea General de la ONU un informe histórico sobre el impacto de las guerras en los niños. Al catalogar el terror desenfrenado infligido a los menores, concluyó con palabras que conservan una resonancia escalofriante: “Hay pocas profundidades en las que la humanidad pueda hundirse más”.
A raíz de su informe, la ONU creó una nueva arquitectura para proteger a los niños. Incluía un Mecanismo de Supervisión y Presentación de Informes (MRM) a través del cual los actores responsables de violaciones graves del derecho de los niños a la protección —incluidos asesinatos, secuestros y bloqueos humanitarios— serían nombrados en una “lista de vigilancia” que se comunicaría al Consejo de Seguridad, con la posibilidad de imponer sanciones. En 2022, la ONU documentó más de 27.000 violaciones graves de los derechos del niño, desde Afganistán hasta Sudán del Sur, pasando por República Democrática del Congo, Yemen y los Territorios Palestinos Ocupados.
Es hora de que la comunidad internacional demuestre a los niños palestinos que sus derechos tienen el mismo peso que los de otros niños
Pero los dobles raseros abundan. En 2020, Arabia Saudí fue eliminada de la “lista de vigilancia” del MRM a pesar del devastador impacto de su bloqueo humanitario sobre los niños de Yemen, mientras sus aliados occidentales observaban con estudiada indiferencia. En la Asamblea General de la ONU, los gobiernos aprueban los informes del MRM y luego se confabulan para no llevar ante la justicia a los responsables de no proteger a los niños.
En ningún lugar es tan dolorosamente evidente la doble moral como en los Territorios Palestinos Ocupados. A principios de este año, una Comisión Independiente nombrada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU documentó la presunta complicidad de las Fuerzas de Defensa de Israel en una serie de posibles crímenes de guerra y violaciones más amplias del derecho humanitario que afectaban a niños palestinos. En una crítica mordazmente sobria a la ONU y al Consejo de Seguridad, expresó su asombro por el hecho de que Israel no hubiera sido incluido ni una sola vez en la lista de vigilancia de Estados que no protegen a los niños en los conflictos.
Es hora de que la comunidad internacional demuestre a los niños palestinos que sus derechos tienen el mismo peso que los de otros niños. El punto de partida debe ser el alto el fuego, el acceso de la ayuda humanitaria, la creación de espacios humanitarios seguros. La liberación, inmediata e incondicional de los rehenes en manos de Hamás también tiene que formar parte del acuerdo de alto el fuego.
La continua prevaricación del Consejo de Seguridad sobre esta cuestión será una sentencia de muerte para muchos niños de Gaza. Estados Unidos y el Reino Unido citan el “derecho a la autodefensa” de Israel como motivo para oponerse a un alto el fuego, al tiempo que exigen el cumplimiento de las normas de la guerra. Esta postura combina la bancarrota moral con la deshonestidad intelectual. Las reglas de la guerra prohíben explícitamente los castigos colectivos y los bloqueos humanitarios. ¿Y qué tipo de legítima defensa implica dejar a niños vulnerables sin agua potable?
La CPI también debería desempeñar un papel más importante. Cuando Rusia invadió Ucrania, su fiscal jefe, Karim Khan, anunció rápidamente una investigación exhaustiva de sus acciones, con el respaldo de Estados Unidos (que no es miembro de la Corte). Los miembros de la CPI deben exigir ahora que se investiguen los posibles crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad cometidos por todas las partes en Gaza y los Territorios Palestinos Ocupados, incluidas las pruebas de crímenes contra niños.
La guerra de Gaza es un recordatorio mortal de la urgente necesidad de una solución política de dos Estados. Avanzar hacia ese objetivo exigirá cicatrización, un nuevo liderazgo y tiempo. Los niños de Gaza no tienen el tiempo de su lado. Necesitan que oigamos su grito pidiendo solidaridad humana, necesitan que actuemos como si de verdad les escucháramos.
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