Los sirios temen más al hambre que a las bombas
Al cumplirse 12 años de la guerra en Siria y con la violencia limitada a algunas áreas del norte del país, la población pasa más hambre y es más pobre que en los momentos más duros de la contienda. Las previsiones para 2023 son aún peores, debido al terremoto
“El número de personas que están a punto de caer en la inseguridad alimentaria en Siria es el que crece más rápidamente”. Así de contundente se expresa Benjamin Florez, asesor sénior en Damasco del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA). Según la institución, más de 12 millones de sirios sufren inseguridad alimentaria —más de la mitad de la población, pero esta cifra podría aumentar en otros tres millones en 2023, sobre todo tras el impacto de los terremotos del pasado febrero, que afectaron a algunas de las poblaciones más vulnerables en Siria y también a importantes zonas agrícolas.
“Cualquier shock, como el terremoto [de principios de febrero], puede hacer que caigan”, advierte Flórez, y lamenta que son “los olvidados”, porque la prioridad es atender a los que ya han caído. El PMA ofrece ayuda al 50% de esos más de 12 millones de personas que pasan hambre y, debido a la falta de financiación, ha tenido que reducir el tamaño de las cestas de productos básicos que cada mes distribuye a 5,5 millones de sirios. “Incluimos lentejas, que es proteína vegetal, pero otras proteínas tienen que comprarlas” en el mercado, donde los precios se han disparado en los pasados tres años. “Una madre me dijo que llevaba cinco años sin poder comprar carne”, relata el asesor del PMA, destacando que jamás se habían registrado en Siria porcentajes tan altos de desnutrición infantil y maternal, que en algunas áreas del país alcanzan el 25%.
Jamás se habían registrado en Siria porcentajes tan altos de desnutrición infantil y maternal, que en algunas áreas del país alcanzan el 25%
La situación es especialmente preocupante en el noroeste de Siria, donde se concentran 4,5 millones de personas —incluidos casi tres millones de desplazados internos—, tal y como señala a este diario el director ejecutivo en Turquía de la Unión de Organizaciones de Socorro y Atención Médica (UOSSM), Daher Zidan. Las ONG integrantes, que operan en las áreas controladas por la oposición, han visto un aumento de los casos de malnutrición entre los niños menores de cinco años y las madres embarazadas y lactantes. “Trabajamos para concienciar a las madres sobre su nutrición y la de sus hijos, además de ofrecer suplementos alimenticios, galletas energéticas y otro tipo de tratamientos”, detalla. “El personal médico de UOSSM se centra en los más vulnerables y en la atención de emergencia”, como la prestada tras los fuertes seísmos.
Si bien en la capital, Damasco, la crisis no es tan aguda, el hambre no distingue entre las zonas bajo el Gobierno de Bachar el Asad y las que aún escapan a su control, según Florez. “A los sirios, a los que les pregunto, les preocupa más la crisis económica, tener comida en la mesa cada día y llegar a fin de mes, que el conflicto”. De hecho, los niveles de violencia han disminuido notablemente: el año pasado fue el menos mortífero desde marzo de 2011, según la ONG Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que documentó la muerte de unos 1.600 civiles, incluida la de 23 niños y 10 mujeres a causa de las “pobres condiciones de salud”.
Las consecuencias de la guerra en Ucrania
“El conflicto no generó el hambre; cuando el conflicto afectaba a todo el país, la gente no pasaba tanta hambre, pero fue la causa principal a la que se han sumado una crisis tras otra”, afirma el asesor del PMA. Alude a los años de guerra civil, la crisis económica en el Líbano desde 2019 —que tuvo un gran impacto en la economía siria, dependiente del país vecino—, la pandemia de la covid-19 y la guerra de Ucrania. Solo en el último año, desde la invasión rusa de ese país, los precios de los alimentos en Siria se han duplicado y se prevé que siga esta tendencia al alza, al mismo tiempo que la moneda local pierde cada vez más valor y los ciudadanos, capacidad para satisfacer sus necesidades más básicas. El precio de la harina de trigo ha subido un 20% en las zonas gubernamentales sacudidas por el terremoto, donde el PMA apoya la red de panaderías subvencionadas por el Gobierno.
El salario medio en Siria solo cubre la cuarta parte de la compra de una familia de unos cinco miembros
Florez destaca que el salario medio en Siria solo cubre la cuarta parte de la compra de una familia de unos cinco miembros y, si se añade al carro carne de pollo, el salario entero de un maestro se esfuma. Hay quien aún puede permitirse el lujo de comer carne, aunque cada vez son menos los privilegiados, incluso entre los sirios que se han mantenido fieles al régimen, por convicción, coerción o interés.
Desde Damasco, Maha presume que ella aún puede comprar pollo, que se vende a unas 50.000 liras sirias (unos seis euros al cambio oficial). “Todavía tengo la posibilidad, cuatro de mis hijas viven en el extranjero y me mandan dinero”, afirma esta exmaestra de primaria, de 56 años, que prefiere no revelar sus apellidos. Vive en la capital con sus otras dos hijas —“tengo seis chicas y a mi marido”, dice orgullosa— y admite que son afortunados. Calcula que una familia media necesita un millón de liras (unos 125 euros) para subsistir, pero si compra carne o fruta, requiere al menos el doble. Los productos frescos son los más caros, pero también los cereales se han disparado. “Todos han aumentado, desde el bulgur [un alimento elaborado a partir del trigo] hasta el arroz, que ha subido de 3.000 a 10.000 liras sirias [más de un euro]”, detalla la mujer, achacando este crecimiento también a la especulación. “Hace cinco años los precios eran normales, todos podían permitirse de todo”, recuerda, “pero en el último año la situación ha cambiado totalmente”.
El terremoto causará más hambre en 2023
El terremoto no hará, sino, empeorar esa dramática situación: las primeras evaluaciones de daños apuntan a que la producción de alimentos se verá “seriamente afectada”, tal y como señala el Food Security Cluster (Grupo de Seguridad Alimentaria) del PMA en su último informe: casas y granjas han sido dañadas, incluidos los sistemas de regadío, y la maquinaria agrícola y el ya muy escaso combustible ha sido destinado a las labores de rescate.
El jefe asesor técnico para Siria de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Alfredo Impiglia, afirma en una entrevista con este periódico que el terremoto hará crecer la tasa de inseguridad alimentaria, sobre todo en las provincias del norte y oeste golpeadas, donde hay unas 50.000 hectáreas de campos de cultivo. “Habrá una repercusión inmediata en la siguiente cosecha de trigo, porque la población está volcada en la emergencia, en ayudar a los parientes y reconstruir sus casas, por lo que no tendrán dinero para invertir en pesticidas o en gasolina para los tractores”. Solo en las zonas damnificadas, la FAO calcula que unos tres millones de agricultores necesitan ayuda y el Banco Mundial estima que este sector es el que ha registrado las mayores pérdidas económicas y necesitará la mayor inversión: un 27% de los casi 8.000 millones de dólares (7.367 millones de euros) que este organismo considera que harán falta para la recuperación y reconstrucción en los próximos tres años.
El Banco Mundial estima que el sector agrícola el que ha registrado las mayores pérdidas y necesitará la mayor inversión para recuperarse
Impiglia, que conoce Siria desde los años noventa, dice amargamente que “el país está destrozado”: ha pasado de ser autosuficiente y exportar parte de su producción agropecuaria a estar entre los seis países con la mayor inseguridad alimentaria del mundo, con una fuerte dependencia de las importaciones. Las tierras que en la antigüedad formaban parte de la media luna fértil del Levante, generaron poco más de un millón de toneladas de trigo en 2022, frente a los casi cuatro millones antes del conflicto, detalla el experto de la FAO.
La sequía, cada vez más frecuente —en 2018, 2021 y 2022—, ha afectado a la producción, pero también los daños en las infraestructuras (los silos, los sistemas de riego…) y la maquinaria agrícola, que muchas veces ha estado parada por la falta de combustible; las semillas y fertilizantes han escaseado o han sido de menos calidad debido al conflicto. “Son muchos los factores que han contribuido a la baja productividad, incluida la depreciación de la moneda local y las sanciones (europeas y estadounidenses) que han limitado la importación, no solo de pesticidas, ¡incluso de semillas!”, dice con incredulidad.
Política de tierra quemada
No se puede obviar el factor político en un conflicto como el de Siria, en el que el presidente El Asad “ha castigado a toda la población por rebelarse contra él hace 12 años”, tal y como declara Muhsen al Mustafa, analista asociado al centro de análisis Tahrir Institute for Middle East Policy (TIMEP) de Washington.
“En concreto, las poblaciones rurales y agrícolas fueron importantes propulsores de la revolución, a diferencia de las áreas progubernamentales”, explica el experto sirio. “A eso se añade que muchos ciudadanos se han visto desplazados por la represión del régimen y los ataques terrestres y aéreos indiscriminados sobre sus localidades, incluidas las tierras de cultivo”, de las cuales obtenía algún tipo de sustento cerca del 50% de la población.
“La escasez de combustible en la pasada década también ha afectado mucho a la agricultura”, agrega Al Mustafa, quien considera que el Gobierno de El Asad no cuenta en la actualidad con los medios ni con el personal técnico para relanzar el sector, aparte de “la corrupción que afecta a todas las administraciones públicas”. Y aclara que “lo más importante para el régimen era mantenerse en el poder. Por ello, ha descuidado todas las áreas de desarrollo del país”, concluye.
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